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Grandeza y tragedia de Vasco Núñez de Balboa

Aureliano Sáinz

Para mi amigo Pedro Moreno, por la ayuda que me ha prestado para este trabajo.

Solemos pensar que los nombres de aquellos personajes que han pasado de manera gloriosa a los anales de la historia han tenido una vida sin que no asomara para ellos alguna de las tragedias de cualquier mortal, como si sus existencias estuvieran predestinadas a ir, paso a paso, cumpliendo las etapas que les elevarían al reino de las grandes figuras.

Sin embargo, lo más habitual, es que sus trayectorias estén llenas de luces y de sombras, e, incluso, de finales tan trágicos como el que tuvo don Álvaro de Luna, del que hemos hablado y escrito sobre alguien que tuvo una estrecha relación con la villa de Alburquerque y de su magnífico castillo (hoy pendiente de restauraciones que evitarían males mayores).

Hago estas consideraciones tras la lectura de un magnífico libro del escritor austríaco Stefan Zweig, una de las cumbres literarias de la primera mitad del siglo pasado. El libro, que tiene como título Momentos estelares de la humanidad, lo compré en Barcelona, después de verme con José Manuel Leal, con el suelo charlar cada vez que acudo a la ciudad condal.

Lo cierto es que lo adquirí pensando en el regreso a Córdoba, ya que habitualmente lo hago en el tren AVE, que conecta a ambas ciudades. Son cuatro horas y media que dan lugar a que pudiera leer uno de los capítulos de este apasionante libro. Lógicamente, comencé por la historia destinada a un español: Vasco Núñez de Balboa, y que tiene por título: Huida a la inmortalidad. El descubrimiento del océano Pacífico el 25 de septiembre de 1513.

Fácilmente se puede entender que en estas breves líneas no puedo sintetizar la apasionante vida de quien nació en Jerez de los Caballeros en 1475 y falleció en Acla (Panamá) el 15 de enero de 1519, antes de cumplir 44 años.

Lo que sí me parece oportuno es seleccionar unos párrafos de la obra de Stefan Zweig para animar a quienes pudieran estar interesados en conocer la vida de Núñez de Balboa que se acercaran a alguna biografía bien narrada para penetrar en la historia de uno de los muchos extremeños que dejaron plasmada su huella en el denominado Nuevo Mundo.

Comienzo, pues, con un largo párrafo ya entrados dentro de la narración.

La nave de Enciso se dirige a toda vela desde La Española a tierra firme americana, ya que se han hundido los contornos de la isla en el azul horizonte. Es un viaje silencioso y al principio nada llama la atención, todo lo más que un imponente perro de presa de extraordinaria ferocidad. Nadie sabe a quién pertenece el imponente animal y cómo ha llegado a bordo. Finalmente llama la atención que no hay forma de apartar al perro de un cajón de provisiones que subieron a bordo el último día. Pero he aquí que de pronto se abre ese cajón por sí solo y sale de él, armado de espada, casco y escudo, como el apóstol Santiago, un hombre de unos treinta y cinco años. Es Vasco Núñez de Balboa, que aporta de tal manera la primera prueba de su asombrosa audacia y sagacidad…

Estas líneas ya apuntan hacia un personaje arriesgado, polémico y cargado de aventurerismo, pero con un definitivo afán de gloria y, cómo no, de riquezas en la búsqueda de El Dorado, lugar mítico con el que todos los aventureros sueñan.

No hay mejor dicha en la vida de un hombre que, a la mitad de su vida, en los años fecundos de la edad adulta, haber encontrado el objeto de su existencia. Núñez de Balboa sabe lo que para él está en juego: muerte infame en el patíbulo o la inmortalidad… Así pues, decide no esperar, para la conquista del desconocido océano, a los mil hombres que ha pedido a España y tampoco a la llegada de los funcionarios judiciales. ¡Más vale acometer la ingente empresa con un puñado de gente resuelta! Más vale morir con honra por una de las más osadas aventuras de todos los tiempos que verse arrastrado al cadalso con las manos atadas… Y el 1 de septiembre de 1513, para escapar del cadalso o de la mazmorra, Núñez de Balboa, héroe y bandido, aventurero y rebelde, inicia su marcha hacia la inmortalidad”.

Hemos de tener en cuenta que en la baja Edad Media era bastante frecuente que los grandes personajes también tuvieran grandes enemigos. Y entre los enemigos de Núñez de Balboa se encontraba otro extremeño: Francisco Pizarro.

Pero la gloria del jerezano estaría en descubrir que tras las tierras del gran continente americano había un inmenso océano que las separaban de otras asiáticas conocidas como eran China o la India. Y la gloria le alcanza el 25 de septiembre de 1513.

En ese momento, Balboa ordena a la tropa que se detenga. Que nadie le siga porque no quiere compartir con nadie esa primera mirada hacia el océano desconocido. Quiere, única y exclusivamente, ser el primer español, el primer europeo, el primer cristiano que, después de haber atravesado ese gigantesco océano de nuestro universo, el Atlántico, contemple también el otro, al aún ignoto, el Pacífico”.

El gran descubridor no imaginaba que pocos años después de haber alcanzado la gloria le esperaba la tragedia de verse sentenciado a muerte. Se acerca a Darién donde le espera Francisco Pizarro.

Pero Francisco Pizarro le pone con fuerza la mano en el hombro y lo declara prisionero. También Pizarro está deseoso de inmortalidad, está deseoso de conquistar El Dorado… El gobernador Pedrarias abre el proceso por presunta rebelión, rápida e injustamente se imparte justicia. Pocos días después, Núñez de Balboa, con los más fieles de sus seguidores, avanza hacia el cadalso; centellea la espada del verdugo, y en un segundo se apagan en la cabeza que rueda al suelo los primeros ojos humanos que contemplaron al mismo tiempo los dos océanos que abarcan nuestra tierra”.

Acaban uniéndose, pues, como en otras historias, la gloria y la tragedia en uno de los personajes de las tierras extremeñas cuyo nombre ha quedado impreso para la inmortalidad.

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