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EL PATRIMONIO DE ALBURQUERQUE (XXIII). Festejos pseudorreligiosos: San Juanito

EUGENIO LÓPEZ CANO

El 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, los sacristanes y monaguillos de cada Parroquia salían a pedir los santos (1) por las casas, acompañados de una imagen pequeña de San Juan Bautista, niño, conocido popularmente por San Juanito, colecta de la que darían cuenta entre la tarde del día 1 de noviembre y la siguiente, Día de los Difuntos, al tiempo que doblaban las campanas.

  Por tanto, cada Parroquia tenía su San Juanito, y una semana antes aproximadamente se entretenían en pedir por las casas de su distrito parroquial, guardando lo recaudado en su sacristía correspondiente hasta el Día de los Santos. Llegado el día 1 se transportaba el producto a la iglesia de San Mateo, lugar donde se recluían para tocar a difunto.

  El petitorio se llevaba a cabo lo mismo de día que de noche, recorriendo las calles apresuradamente en busca de las casas que, por su aspecto, consideraban que los propietarios fueran más generosos con ellos. Llegados a la misma, y entrando en tropel, gritaban en el zaguán “¡Los Santos para San Juanito!“, mientras hacían sonar la bolsa del dinero y el cesto con los frutos.

  Llegado el día, o antes si la fruta tenía visos de estropearse, se repartía lo recaudado, que solía ser abundante en viandas y parco en monedas. Aun así, según nos cuenta don Eduardo Maya, monaguillo que fue hace varias décadas, “con el escaso dinero que sacábamos, solíamos comprar unos pollos fritos y unos refrescos” (2).

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NOTAS

1-Conjunto de frutos del campo: higos “pasos” (pasados), membrillos, nueces, castañas, etc.

2-Francisco José Negrete: “De San Juanito a Halloween”. Periódico HOY, 12-11-2001.

FOTOGRAFÍA DE LA IMAGEN DE SAN JUANITO: Mis recuerdos de San Juanito no pueden ser más fugaces, casi tanto como la veloz carrera a la que se exponía en manos de los monaguillos, pidiendo de casa en casa. Más tarde, en la torre-campanario de San Mateo, a la luz de las iluminarias, y bajo el toque monótono a difuntos, como avecillas traviesas de la noche, ajenas a los sentimientos de los mayores, alternaban el festín con las bromas a los transeúntes que pasaban por allí (Francisco José Negrete, 2006)

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