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EL PATRIMONIO DE ALBURQUERQUE (V): Antecedentes del castillo y la cerca

EUGENIO LÓPEZ CANO

Una vez vistas las ventajas que ofrecía el cerro donde se asienta el castillo, no nos debe extrañar que algún grupo humano permaneciera en este enclave, hecho que le obligaría a protegerse con foso y empalizada hecha con muros de adobe, al principio.

  Más tarde, en vista de las cualidades logísticas y el posible interés de otros grupos por hacerse con el control de la zona, se verían obligados al fortalecimiento de los dispositivos de defensa construyendo murallones de piedra e instalando torres de vigía, con un mejor aprovechamiento de sus defensas naturales.

  El resto de las comunidades de pequeños propietarios vivirían junto a sus explotaciones agrarias, expuestos a los peligros de otros grupos, lo que les llevaría con el tiempo a agruparse y buscar protección tras los muros.

  De haber ocurrido así, en la parte más pronunciada del promontorio se hallaría el cuerpo principal presidido por el jefe, espacio que en un principio abarcaría la base del peñasco, dejando la parte más baja para que fuera ocupada por un reducido poblado de casas anárquicas, construidas con piedra y adobe.

  Más tarde, los celtíberos y otros pueblos, de haberse asentado en este cerro, nada extraño, por tanto, ampliarían y potenciarían aún más las torres y murallas, haciéndolas como es lógico mucho más inexpugnables, en especial en su parte más septentrional debido a las pocas defensas naturales de que dispone.

  Sin más conjeturas, nos centramos en la llegada de los árabes, posiblemente a comienzos de la segunda década del siglo VIII, con los beréberes, y más en concreto a partir de 1166 en cuyo año se tomó Alburquerque de los almohades por don Fernando II. A partir de entonces esta fortaleza y villa pasaron repetidamente de moros a cristianos, y viceversa, hasta su conquista definitiva en 1217 por don Fernando III el Santo, quien la cedió a su pariente don Alonso Tellez de Meneses, repoblándola con gente traída de Castilla y Portugal.

  A continuación la heredarían otros nobles, hasta llegar a doña Teresa, hija de don Juan Alfonso de Meneses, casada con don Alonso Sánchez, hijo ilegítimo de don Dinis, rey de Portugal, a quien se debe la reedificación del castillo y la construcción del recinto amurallado en la era de 1314 (alrededor de 1276), exceptuando ciertas defensas como el Recinto de los Portugueses, junto a la entrada del castillo y el Reducto frente a la Puerta de la Villa, construido por los lusitanos durante su permanencia en Alburquerque (1705-1716).

 En lo relativo a la toponimia no hay acuerdo respecto a la procedencia del nombre de Alburquerque. Hay autores que pretenden derivarlo del árabe “Abu-al-Qurq“, que significa “país de alcornoques“, y otros, de los vocablos latinos ‘alba‘ y ‘quercus‘, esto es, “encina blanca“.

  Por el contrario, sin ánimo de torcer la opinión de los estudiosos y sí de añadir otra hipótesis más, pienso que al hilo del nombre que toma el lugar donde se asienta el castillo, Puerto de Albacar, prefiero inclinarme por las palabras árabes ‘albacar‘ (segundo cinturón amurallado delante de la puerta del castillo, en cuyo interior se solía plantar y recoger el ganado vacuno, en caso de asedio) y ‘qurq‘ (alcornoque, como la especie más característica de la región, juntamente con la encina).

PORTADA: Fantasía histórica dibujada por Eugenio López. Celtíberos en Alburquerque en la atalaya del puerto de Albacar, donde luego se construyó el castillo.

Foto 2: Dolmen del Careo, en la Encomienda o Galana de Mayorga.

Foto 3: Restos de población en la finca El Macho.

Foto 4: Tumbas antropomórficas en Alburquerque.

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