EUGENIO LÓPEZ CANO
Los pueblos, en especial aquellos que como en Alburquerque la vida se centraba, y nunca mejor dicho por su condición de plaza fuerte, de puertas hacia adentro, las distracciones, en su concepto más amplio, han debido de suponer una liberación a su rutina diaria. Su abanico era, y lo sigue siendo aunque en menor medida, amplio y diverso. Desde las costumbres más antiguas aprendidas muchas de ellas por las corrientes que nos llegaban de otros lugares, hasta los juegos y entretenimientos que se fueron incrustando en la cotidianidad, existen un sin fin de distracciones que han ido sustituyendo a la supuesta monotonía que se respiraba en cada esquina de cada calle.
Así a lo largo de la Edad Media, nos imaginamos, al igual que en otros pueblos, momentos de recreo tales como torneos, romances aprendidos al vuelo a través de vendedores, juegos de cartas y dados, bailes, etc… Pienso que si en la Corte de Castilla en el siglo XV la vida transcurría entre “justas, danzas, bordaduras y caprichosas invenciones“, en Alburquerque, aunque lejos de cualquier parecido se nos permite hacer uso de la imaginación, llegaremos a la conclusión de que el pueblo al menos sería testigo en parte de estos entretenimientos llevados a cabo por la variopinta gente que conformaba la tropa que guarnecía esta “plaza de armas“, tales como los torneos en sus distintas variantes, las carreras de caballo y demás ejercicios de doma, lidias de toros, ejercicios militares…, bien distinto de las distracciones de las mujeres de aquella dilatada época, más propicia a las calamidades que no a la tranquilidad que más o menos se respiraba en Castilla, lejos de las fronteras, pero no por ello cercano a las noticias que por distintos conductos llegaban a nuestra Villa, como nuevos bailes y romances, telas y bordaduras, y demás pasatiempos que les permitiera alejarse de los problemas, siempre permanentes en sus vidas.
Datos más concretos nos lo ofrece el quinto volumen del Synodicum hispanum, cuya obra se ocupa de los sínodos celebrados por las diócesis de Badajoz, Coria y Plasencia entre los siglos XIII y XVI, donde se recoge la vida ordinaria de la gente, en cuyas páginas nos cuenta en este caso las prohibiciones de la Iglesia para celebrar en sus templos “representaciones de los misterios de la Navidad e de la Passion” por decirse en dichos textos “cantares torpes e feos“, no permitiéndose igualmente en ellos “bayles ni danças” así como jugar en las “yglesias ni en los portales ni en los cimiterios dellas dados ni naypes ni al tejo ni ballesta ni pelota ni otros juegos“.
Del mismo modo, en otro de los sínodos o asambleas que la Iglesia convocaba para mejorar la vida cristiana y social de la gente, celebrado en 1675, nos refiere de nuevo las quejas por el comportamiento de los alburquerqueños esta vez por las celebraciones de la Cruz de Mayo -tradición que se prolongaría hasta mediado el siglo pasado- y las fiestas de San Juan Bautista y San Pedro, en cuyas noches “se hacen en las calles de esta villa altares y con esta ocasion ay grandes concurssos de hombres y mugeres y se hacen vailes y otros regosijos profanos“.
Muchos pintores a lo largo de la historia, como el caso de Goya con sus Caprichos, atraídos por las costumbres típicas de la época, se han visto inclinados a transmitirnos los divertimientos a través de sus lienzos, algunos plasmados con exacta realidad. Así, gracias a estos artistas del pincel conocemos muchas de las distracciones con las que se entretenían como la gallinita ciega, juegos de cuerda, columpio…. A éstas se les unirían otras como la caza, las cartas, los dados, los toros, los juegos de cintas a caballo, carreras, domas…, para los hombres, además de los tradicionales juegos de las prendas, el corre-corre-que-te pillo, las canciones, el baile, la costura y el bordado…, para las mujeres, amén de otros comunes como el gusto por las fiestas y otras distracciones populares, destacando el trato con las personas, ya fuera en La Plaza, o en las tabernas, o en los centros de trabajo, para los hombres, o las tertulias en la fuente, o mientras cosían o bordaban, para las mujeres, y para el común de vecinos la puerta de la calle en verano, o junto al brasero, a cuyo calor se transmitían los trabalenguas, cuentos, acertijos…, recogidos de la tradición oral.
Los niños, al igual que los mayores, y lo mismo que nosotros, con distintas variaciones, pasarían el tiempo con las canicas, el aro, los bolos, las cocinitas, los trapos y muñecas…, en fin, toda la gama de distracciones que se puede intuir de la imaginación de un niño dispuesto a rebelarse contra el aburrimiento.
PORTADA: Imagen de Andalucia Digital para ilustrar una obra de Aureliano Sáinz sobre los juegos infantiles.
FOTO 2: Imagen del primer Festival Medieval de Alburquerque. Año 1994. Cedida por el diario Hoy.
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