EUGENIO LÓPEZ CANO
Es una fiesta mítica que se pierde en el tiempo, y de la que por tanto se desconoce su origen. Se sabe, por ejemplo, que por medio del fuego las sociedades agrícolas y rurales ofrecían culto al sol. Además de ello, el fuego poseía suficiente poder mágico como para servir de purificación a personas y animales.
Tal ha sido su trascendencia que podemos decir que los fuegos de San Juan se celebran en todo el mundo europeo. Hoy, sin embargo, ha perdido su antiguo significado para dar lugar a otro de carácter meramente lúdico.
En Alburquerque se celebra, aunque en menor medida, el día 24 de junio, coincidiendo con su onomástica. Como dato curioso, la creencia popular de que la luna de San Juan “mataba a un moro y a una mora“.
Los pocos datos que expongo se extienden a lo largo de la década 1945-1955.
Las hogueras se hacían delante de la fachada principal de aquellas casas bajo cuyo techo viviera alguien con el nombre de Juan. En el caso de que existieran varios con el mismo nombre, se hacían tantas hogueras como personas hubiera.
Al contrario que en otros pueblos que guardan para la ocasión muebles y trastos viejos, en Alburquerque la pira se hacía con leña, y se prendía cuando cada vecino lo estimaba oportuno, sin que hubiera una hora determinada para hacerlo. Normalmente se esperaba a la caída de la tarde, y solía durar un par de horas aproximadamente.
PORTADA. No hay mejor lugar en el mundo que la calle para palpar la vida. Ella ha sido testigo inevitable de nuestros primeros pasos, de nuestros primeros juegos, de nuestros primeros trajes… En ella se amaba, se cantaba, se sufría… La calle era entonces desde luego, más que ahora, la verdadera universidad de la vida (Don Gabriel Izquierdo López. Año: alrededor de 1925. Cedida por don Julián Cano Izquierdo)
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