Charo Ceballos
El domingo 20 de agosto fue un día grande para el deporte español, la Selección Española Femenina de Fútbol ganaba el mundial derrotando a la selección inglesa. Todo parecía ir sobre ruedas cuando el inoportuno comportamiento del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, empañó la merecida celebración de tal logro. A partir de ese momento la mayoría de los digitales se centraron en dos gestos desafortunados del presidente de la Federación; en uno de ellos se agarra la entrepierna, en el otro, estampa un beso en la boca a una de las jugadoras, Jennifer Hermoso, durante la entrega de medallas. Este último es el que ha suscitado encendidas polémicas y la mayor de las protestas.
Desde ese día, y pendiente de la asamblea general extraordinaria de la Federación de Fútbol que se celebrará hoy viernes 25 de agosto, han sido muchos los que han pedido la dimisión y/o cese del presidente. Ante estos hechos, numerosas personas no entienden que el beso que dio a Hermoso haya sido tan grave como para pedir su cabeza en bandeja de plata, tachan de exagerada y sin sentido esa petición y, además, lo comparan con comportamientos femeninos similares que no han suscitado la misma polémica; como ejemplo para ilustrar su argumento, rescatan el beso que le dio Anabel Alonso a Jordi Cruz durante el programa de televisión española Máster Chef; un hecho que, desde mi punto de vista, no es en absoluto comparable, veremos por qué.
Se necesita mucha pedagogía todavía en España, y yo diría que, en el mundo, para entender cuáles son las razones por la que a muchos de nosotros nos parece justificada esa dimisión, y sí, solo por un beso.
Porque no es solo un beso, es un beso que se da sin consentimiento a una mujer en un espacio público durante un evento sumamente importante, un evento que está siendo retransmitido por todos los medio de comunicación del mundo. En ese momento, si Jennifer Hermoso tuvo ganas de darle un empujón a Rubiales, se contuvo, seguramente por la misma razón por la que nos hemos contenido muchas de nosotras cuando nos ha pasado algo parecido, cuando han invadido nuestro espacio físico, cuando se han arrimado demasiado a nosotras, cuando nos han cogido por la cintura sin nuestro permiso, cuando hemos tenido que agarrar una mano que se deslizaba peligrosamente hacia nuestro trasero. Las mujeres que me estáis leyendo sabéis perfectamente de lo que estoy hablando. El cuerpo de las mujeres no está a disposición del primero que pasa por ahí, y la euforia no puede ser una atenuante de un comportamiento machista, porque es un comportamiento machista y reprobable.
A todo lo anterior se suman las posiciones en la jerarquía que ocupan uno y otra. Rubiales es el presidente de la Federación y Jennifer Hermoso es una jugadora de la selección española. Es evidente la posición de poder de este hombre frente a esta mujer. Otra razón más para que la jugadora se pensara muy mucho afearle la conducta a Rubiales durante la entrega de medallas.

Por último, comparar este hecho con comportamientos similares en mujeres no deja de ser sorprendente, porque si los hay, que no digo que no los haya, son anecdóticos y escasos. Esto se debe a que, tradicionalmente, a las mujeres nos han educado, precisamente, para evitar estas conductas, para no tomar la iniciativa en las relaciones sexuales, para dejarnos hacer y no ser las ejecutoras de los actos. Esto es fruto de la sociedad patriarcal en la que nos ha tocado socializarnos y que ha mediatizado nuestra vida y nuestras relaciones. Las cosas han cambiado bastante, pero no lo suficiente, porque todavía hay hombres y mujeres que justifican comportamientos tan lamentables y lo hacen en nombre de la alegría, de la euforia del momento, pues bien, la euforia cuando eres el representante de una institución como la RFEF se deja para lo privado y los besos se dejan para las novias, si es que las novias quieren ser besadas.
Foto de portada: RTVE
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