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La mirada del Ángel caído

Aureliano Sáinz

Recientemente acabamos de salir de unas elecciones municipales y autonómicas y, sin ninguna pausa, se han convocado otras generales en las que nos veremos inundados de mensajes de todo tipo. Y cuando digo mensajes no me refiero exclusivamente a las frases y eslóganes que los candidatos buscan intentando que sean las más ingeniosas posibles, sino que también se muestran a través de un lenguaje no verbal que tiene interés que vayamos conociendo, dado que en ese lenguaje se expresan muchas cosas que no se corresponden con las palabras que se dicen.

Quisiera apuntar que fue la estadounidense Flora Davis la que se hizo popular con su obra La comunicación no verbal, que vio la luz en nuestro país en el año 1983, es decir, hace exactamente cuarenta años (aunque el éxito de este trabajo dio como resultado el que se siga editando en la actualidad).

Trasladándonos al campo de los dibujos, tengo que apuntar que tempranamente, hacia los cuatro años, niños y niñas comienzan a dibujar la figura humana partiendo de la representación del rostro, dado que en él se concentra la mayoría de los órganos de los sentidos, con especial significación los ojos y la boca, ya que, tras el trazado de un círculo, les basta poner dentro un par de puntos y una rayita debajo de ellos para que hayan construido la cara. Con esta forma tan sencilla muestran el valor que tiene la mirada en las personas.

De este modo, en el dibujo de Carlos, un niño de 4 años, que acabamos de ver y que me entregó cuando se pidió en su clase que dibujaran a la familia, muestra la importancia que tienen los ojos que trazó con círculos, puntos en sus interiores y rayitas para representar las pestañas. No cabe duda de la intensidad de la mirada de los tres miembros, dentro de los cuales conviene apuntar que, curiosamente, comienza por su propia figura, como signo de autoestima.

El valor de la mirada, expresado a partir del dibujo de los ojos, lo irán plasmando los escolares a medida que crezcan, pues se hacen conscientes de que, por ejemplo, ser observado de manera detenida les resulta inquietante, tal como nos sucede también a los adultos. Es lo que acontece en el dibujo de Rosa, que veremos a continuación. Su autora, de 5 años, con uno más que su compañero de colegio ya elabora para los miembros de su familia unos ojos enormes, con grandes pupilas negras, como si la mirada fuera lo más significativo de cada figura, tanto para sus padres como para ella misma.

Todo esto que he apuntado, a fin de cuentas, quiere decir que la mirada, expresada a través de la gestualidad de los ojos, quizás sea la parte del cuerpo que mayor significación emocional presenta. De ahí que nazcan expresiones como “fulminar con los ojos”, “mirada de loco”, “derretir con la mirada”, “mirada hipnótica”, “mirada glacial”, etc.

Habría que añadir, aunque con otro significado, la expresión “mal de ojo”, muy utilizada en distintas culturas. Bien es cierto que esa frase encierra una fuerte carga supersticiosa, por lo que para que surta efecto ese “mal de ojo” es necesario creer que a través de las miradas se pueden trasladar enfermedades y desgracias hacia quienes estén dirigidas como maleficios.

Pero más allá del lenguaje verbal, los ojos y sus manifestaciones a través de las miradas tienen una capacidad expresiva con las que se nos informa de los sentimientos más recónditos de quien tenemos enfrente, lo contemplamos en algún cuadro, fotografía o, como actualmente sucede, en las diversas pantallas.

Si pasamos al campo de la pintura, una de las miradas más intensas que conozco es la que plasmó el pintor francés Alexandre Cabanel a finales del siglo XIX. Se trata la que lleva por título El Ángel caído, obra de la que selecciono la parte correspondientes al rostro del que solo se deja ver la parte que muestra los ojos y que la incluyo en la portada.

Todos conocemos el relato bíblico en el que Lucifer, un bello ángel, es desterrado al infierno por rebelarse contra la voluntad divina, por lo que con deseos de venganza, mientras caía hacia abajo, clamaba que era “mejor reinar en el Infierno que servir en el Cielo”. A partir de entonces se le empezó a llamar Satanás.

De este modo, en el rostro pintado por Cabanel se describen los sentimientos de dolor, rabia, frustración y deseos de revancha de quien ha perdido un puesto privilegiado para encontrarse en el suplicio del averno. Quizás sean los mismos sentimientos que embargan a algunos políticos cuando comprueban que han perdido su estatus de privilegio y tienen que volver a la dura y prosaica realidad de la que tanto abominan.

Pero no solo es la obra de Alexandre Canel la que ha plasmado la caída de Lucifer (también llamado Luzbel), dado que quien conozca bien Madrid habrá visto alguna vez la escultura en bronce de El Ángel caído, realizada por el escultor Ricardo Bellver, y que se encuentra en el Paseo del Retiro. ¡Triste fin, pues, de quienes se creían con un enorme poder y acaban desterrados a padecer y rumiar eternamente sus fracasos!

AURELIANO SÁINZ

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