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“Alburquerque, Alburquerque”, un romance musicado

Aureliano Sáinz

Cada vez que visito Alburquerque me llevo la cámara de fotografías, pues continuamente encuentro motivos para dejar constancia de las bellas imágenes que puedo registrar. No es necesario que diga que la espléndida estampa de nuestro grandioso castillo siempre nos ofrece motivos para registrar los múltiples rostros que nos ofrece.

Es lo que hice la última vez que acudí al pueblo con el fin de llevar los libros que había acordado para la Biblioteca Municipal. Así, al atardecer, cuando el sol declinaba y el frío empezaba a apretar, caminé por los campos en el lado sur de la fortaleza, mientras unas nubes negras se elevaban hacia el cielo, lo que era indicio de que podría llover por la noche.

Mientras contemplaba su majestuosa imagen, en la que las murallas se desplegaban hacia poniente, vino a mi memoria uno de los romances que se cantaba, tiempo atrás, en la representación de El Águila Blanca, ya que no hace mucho lo escuché en dos grabaciones distintas que me emocionaron al saber que en países tan dispares como Estados Unidos o Polonia se escuchaban los sonidos y la letra de un romance titulado “Alburquerque, Alburquerque”. Recordemos ahora lo que en él se dice:

Alburquerque, Alburquerque,

bien mereces ser honrado,

en ti están los tres infantes 

hijos del rey don Fernando.

Desterrélos de mis reinos, 

desterrélos por un año;

Alburquerque era muy fuerte, 

con él se me habían alzado.

¡Oh don Álvaro de Luna, 

cuán mal que me habías burlado!

dijísteme que Alburquerque

estaba puesto en un llano,

véole yo cavas hondas 

y de torres bien cercado;

dentro mucha artillería, 

gente de pie y de caballo,

y en aquella torre mocha 

tres pendones han alzado:

el uno por don Enrique, 

otro por don Juan, su hermano,

el otro era por don Pedro, 

infante desheredado.

Álcese luego el real 

que excusado era tomarlo.

Seguro que algunos de los que ahora me leen lo recuerdan, tal como pude constatar al preguntárselo a amigos. De todos modos, conviene ir profundizando en las raíces de Alburquerque. Así pues, en esta ocasión, nos vamos a adentrar en este romance que habla de nuestro pueblo en relación con el Condestable de Castilla don Álvaro de Luna y los Infantes de Aragón, ya que en el mismo se alude al cerco que se produjo en la villa en el año 1430.

De entrada, quisiera indicar que son diversos los libros que han recogido el romancero de nuestro país. Ahí, por ejemplo, están el de Diego Catalán con su Catálogo General del Romancero y los de Luis Santullano o de Francisco González Prieto ambos con Romancero español. Incluso, el gran erudito Ramón Menéndez Pidal dio luz al que tenía por título El romancero español.

Sin embargo, yo me voy a centrar en el de Antonio Pérez Gómez, Romancero de don Álvaro de Luna, en el que recoge todos los romances que pudo localizar publicados entre 1540 y 1800. En total son 56 que hablan de la vida y la tragedia de quien fuera valido del rey Juan II de Castilla. Para que veamos la importancia de quien fuera conde de Alburquerque, solo los romances referidos a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, superan en número a los que describen los avatares de Álvaro de Luna.

En su trabajo, Pérez Gómez distingue los romances tradicionales, de transmisión oral, que considera que finalizan alrededor de la muerte de don Pedro El Cruel y los posteriores, que surgieron como poemas escritos. Los primeros funcionaban como narraciones de acontecimientos cercanos temporalmente; mientras que los segundos se referían a hechos de tiempos pasados, a los que se aludía con intención moralizante. Además, muchos de estos fueron musicados, por lo que podían ser cantados en palacios y castillos señoriales.

Tal como he apuntado, este romance también había sido musicado, por lo que se encuentra recogido en el Cancionero Musical de Palacio, con el número 10, dentro de los 461 de la música renacentista española, y con el título de “Alburquerque, Alburquerque”. Debo apuntar que, según los datos obtenidos, solo están manuscritos musicalmente los cuatro primeros versos, por lo que los siguientes han sido reconstruidos a partir de ellos.

Dado que tiene gran interés saber quiénes lo han grabado, y que se encuentre al alcance de los desean seguir las huellas de don Álvaro de Luna, quisiera indicar que el grupo estadounidense Los Angeles Guitar Quartet, en 2015, grabó el disco titulado New Renaissance (Nuevo Renacimiento), dedicado a la música del Renacimiento española. En él incluyeron “Alburquerque, Alburquerque”, tema que dura tres minutos, tocado con cuatro guitarras clásicas, y que podemos escucharlo en este bello álbum.

Quedaba por conocer si este romance había sido grabado de forma cantada. Pues bien, hay que acudir a Polonia para encontrar el grupo La Morra, dirigido por el laudista Michal Gondko, para oírlo en un álbum reciente que lleva el título de Luz del Alva (la segunda palabra está con ‘v’, puesto que así se escribía en la Edad Media).

Lo que más nos llama la atención es cómo el vocalista pronuncia con una fuerte ‘ere’ el nombre de nuestro pueblo; aunque creo que esto tiene poca importancia, sabiendo que han tenido que ser grupos de música antigua de fuera de nuestras fronteras los que nos proporcionen, musicado y cantado, el romance de “Alburquerque, Alburquerque”.

Sin embargo, resulta un tanto sorprendente que este romance referido a nuestro querido pueblo haya sido grabado por grupos muy alejados de nuestra propia geografía.

Para cerrar esta breve incursión en una parte de nuestra historia, quisiera indicar que dentro de este artículo aparecen las portadas de los grupos a los que he hecho referencia (aunque del primero he utilizado otra anterior, dado que la de New Renaissance tenía muy poca definición).

Una vez que el artículo esté publicado en Azagala digital, subiré ambos temas para que los podamos escuchar directamente.

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