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Lo que piensa(n) la(s) mujer(es)

Charo Ceballos Silva

La construcción social de lo que significa ser hombre y ser mujer es la que ha condicionado la vida de las mujeres en todas las culturas y sociedades, dado que no hay ninguna cultura en la que la norma sea igual e idéntica para ambos sexos, es decir, todas las culturas deciden que unas cosas son femeninas y otras masculinas. Por tanto, lo que significa ser hombre y ser mujer es distinto en las distintas culturas; lo público y lo privado es distinto en las distintas culturas, no es una cuestión de biología, sino de construcción cultural, de asignar patrones de conductas a hombres y a mujeres basadas en las funciones biológicas de cada uno.

La lucha feminista desde el principio trató de romper los obstáculos que nos impedían ser ciudadanas de primer orden; consiguieron el derecho al voto y a la educación, fundamentales para poder llegar a tener el resto. Posteriormente, quisieron romper con los roles de género que nos impedían poder alcanzar la igualdad total. Porque ser mujer no es maquillarse y ponerse tacones, ni es ser amable y acoger en su seno amoroso a toda la parentela; ser mujer no es tener hipotecado tu tiempo desde que naces para entregárselo a los demás. No, eso no es ser mujer, eso es lo que desde la heteronormatividad nos han hecho creer desde siempre para justificar la ausencia del “varón protector” del ámbito doméstico, y asegurarse así tener a las mujeres alejadas de su coto privado, el ámbito público. Por este motivo me cuesta tanto aplaudir la “Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI[1]” (“ley trans”), porque considero que, lejos de acabar con los estereotipos de género, los acrecienta y los multiplica, dando por sentado que ser mujer o ser hombre es un sentimiento o una identidad.

Si te identificas con un rol tendrás que asumir que ese papel es el que tienes que desempeñar en la sociedad y volveremos al principio, volveremos a una dicotomía que el feminismo ha tratado y trata de romper.  Por otro lado, llevo semanas leyendo y escuchando noticias que hablan de nosotras como si no estuviéramos presentes, que utilizan todo un argumentario manido y obsoleto para hacernos suponer que nuestras “cosas de mujeres” (entiéndase la ironía) preocupan a los políticos (los dimes y diretes entre los socios de gobierno son realmente lamentables y vergonzosos).  La gran mayoría de las mujeres hemos superado cuestiones como el aborto, que entendemos como un derecho y punto. Las diatribas morales o éticas derivadas del hecho en sí son subjetivas y, por tanto, personales. Hacer ahora de esto una guerra entre partidos políticos es para sonrojarse. Con respecto a la “Ley de garantía de la libertad sexual” (“solo sí, es si”), es evidente que tiene fallas por las que se están rebajando condenas y poniendo a violadores en la calle, esto es un hecho y, si de verdad al Gobierno y a sus socios les preocuparan las mujeres, ya habrían arreglado este despropósito, en lugar de mandarse mensajitos a través de los medias para enmendarse la plana mutuamente. La cruda realidad es que no les preocupan las mujeres, les preocupan los votos.


[1] http://www.es.revistaazagala.org/2021/02/11/la-polemica-trans/

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