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Urueña, una villa singular

Aureliano Sáinz

En el antiguo reino de Castilla, la existencia de castillos y fortalezas era un hecho de gran transcendencia para la supervivencia en una época en la que las confrontaciones formaban parte de la vida de sus habitantes. Razón por la que, en la actualidad, el territorio que configura la Comunidad de Castilla y León se encuentra poblado de estas fortificaciones medievales, ya que, en su mayoría, servía para la defensa de las poblaciones en las interminables guerras que enfrentaban a las distintas coronas de la Península.

Puesto que para nosotros este tema es de gran interés, en esta ocasión, quisiera trasladarme a esta Comunidad y pararme en Urueña, un pueblecito vallisoletano que merece ser visitado por la singularidad que presenta. Curiosamente, esa singularidad, en cierto modo, me genera algo de nostalgia, dado que como vemos en la fotografía que encabeza el artículo se trata de una pequeña villa de apenas 200 vecinos, pero que ha conservado no solo su castillo sino también las murallas que la rodeaban.

Por otro lado, creo que a nuestra mente siempre acude la imagen de Ávila cuando hablamos de una ciudad amurallada; pero, lo cierto, es que existen más poblaciones en la geografía española que han conservado las murallas, o una parte significativa de sus baluartes cuando ya apareció la artillería.

¿Qué hubiera acontecido en Alburquerque si se hubieran conservado sus murallas y la ampliación se hubiera llevado a cabo respetándolas? Es una interrogante que solo tiene respuesta en nuestra capacidad de imaginar o fantasear; en mi caso, tal como indico, lo hago con cierto halo de tristeza por el enorme error que supuso haber construido la ampliación de la villa con las viviendas adosadas a las murallas.

El caso de Urueña, tal como explicaré, se trató con respeto al pasado e imaginación de cara al presente y futuro de los vecinos. Es lo que ahora tenemos que desplegar en nuestro pueblo para que vuelva a tener la relevancia perdida y con la mirada puesta en su futuro.

Para acercarse a este bello pueblecito, lo mejor es pasar por Tordesillas, otra de las villas cargadas de historia del reino de Castilla. Una vez que nos encontramos cercanos al pueblo, podemos penetrar por la puerta principal, que se mantiene en buen estado.

Desde el punto de vista histórico, podemos entender que una villa de tan escasa población no pudo desempeñar un papel relevante en la Edad Media, época en la que se crearon las fortalezas y los castillos defensivos que ahora llenan nuestro país. Acudo, pues, al segundo volumen de Castillos de España, obra prologada por Edward Cooper, y leo lo siguiente:

“El castillo de Urueña se sitúa a un extremo del recinto amurallado, engarzado con este y separado del mismo por una gran torre troncocónica, recientemente reconstruida y por un antemural con un patio defensivo previo, desaparecido hoy en día… El interior ha perdido todas sus edificaciones y sirve en la actualidad de cementerio”.

Más adelante, refiriéndose a hechos históricos, se nos dice: “Perteneció al infantazgo de Valladolid que Alfonso VII de Castilla dio a su hermana Sancha. Al morir esta, en 1159, Fernando II de León ocupó todo el infantazgo, por lo que Urueña pasó al reino de León hasta que es reconquistado por los castellanos en 1181… Es muy probable que la impresionante fortificación de Urueña se hiciera en el momento de finalizar la tregua entre los dos reinos. Cuando se unifican ambos reinos, con Fernando III, decae el interés estratégico de la fortaleza”.

Además de la fortaleza medieval, cerca de la villa se encuentra una ermita románica del siglo XI en muy buen estado, pues, tal como he podido comprobar por la documentación del historiador británico Edward Cooper, la Comunidad de Castilla y León siempre ha mostrado un especial interés en la conservación de su Patrimonio histórico y cultural (no en vano, él realizó la ponencia introductoria en el Simposio Internacional que se desarrolló en 2005 en Valladolid con el título de Arquitectura fortificada: Conservación, restauración y usos de los castillos).

He hablado del interés arquitectónico que ofrece esta pequeña localidad; sin embargo, otro de sus elementos singulares fue su conversión en la primera Villa del Libro de España, siguiendo la línea marcada por otras villas del libro de Europa, como son los casos de Hay-on-way de Gales, Redu en Bélgica, Montolieu en Francia o Bredevoort en Holanda.

Esta imaginativa propuesta para viajeros y amantes de los libros se ha concretado en el centro e-LEA Miguel Delibes, espacio público en el corazón de la villa, de 1.296 m2, para la promoción del libro y la cultura, con una biblioteca, talleres, salas de exposiciones y un pequeño jardín.

Al centro público Miguel Delibes, habría que añadir ocho librerías privadas, que se especializan en temas muy diversos, como son la artesanía, el cine, la enografía, los libros antiguos, la arquitectura, la gastronomía, la música, etcétera.

Todo un despliegue de imaginación y proyecto de futuro que se ha seguido en otras pequeñas localidades con otras temáticas, caso del pueblo cacereño Romangordo, del que tiempo atrás hablé de él por sus murales o trampantojos, convirtiéndolo en un sitio de gran interés para los viajeros que penetran en el norte de Extremadura.

Cuando escribo esto, tengo también en mente aquellos pueblos portugueses próximos a la frontera, caso de Marvao o de Monsaraz, que han sido capaces de transformarse en localidades con un fuerte atractivo cultural y turístico.

Cierro, como no puede ser de otro modo, pensando en nuestro pueblo, en el futuro del castillo de Azagala, en el Centro de Interpretación del Medievo, en los grandes espacios que se crearon en los Baluartes y que a fecha de hoy están vacíos, en la recuperación de las Laderas… Todo un reto por delante para que seamos capaces, colectivamente, de potenciar el gran Patrimonio histórico y cultural que tenemos y que es necesario actualizarlo y transformarlo para consolidar la imagen positiva de Alburquerque.

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