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Y Messi subió a los cielos

Aureliano Sáinz

Todo el mundo sabe que ya se acabó el Mundial de Catar (dichosa manía de poner Qatar en inglés). Todo el mundo sabe que la copa se la llevó la selección argentina. Todo el mundo ha visto la pasión desatada en la avenida ‘9 de Julio’ de Buenos Aires. Todo el mundo ha escuchado que a Messi se le entronizado como “el mejor jugador de la historia del fútbol” (saltándose a la torera a Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé, magnífico jugador y gran persona).

Algunos se enteraron de que Catar es un Estado teocrático, que se rige por leyes islámicas, en el que muchos de los derechos humanos los ignoran, a pesar de que este país, cuya enorme riqueza proviene del petróleo, tiene ciudades futuristas en las que murieron 6.500 trabajadores inmigrantes durante las obras de la construcción de los estadios y que vivían en régimen de semiesclavitud.

Algunos continúan creyendo que los jugadores de su equipo “sienten sus colores”, tal como ellos mismos los sienten, sin que se hayan hecho todavía conscientes de que el espectáculo global en el que se ha convertido este deporte se rige por los criterios crematísticos del mercado.

En fin, todavía algunos siguen con una pasión incondicional a las estrellas del balompié, como si fueran héroes o santos que han venido de las alturas para salvarnos de un mundo caótico, violento, con terribles catástrofes y desigualdades, por lo que se les venera e, incluso, se les hacen plegarias para los saquen de unas vidas cargadas de problemas.

No soy, por tanto, el primero en decir que el fútbol es una auténtica religión en Argentina. Esto ya nos lo llevan diciendo sin parar los medios de comunicación, dado que, por ejemplo, a Diego Armando Maradona puede vérsele en estampas de esos pequeños altares que algunas familias crean en sus domicilios.

Y, en el fondo, no es muy disparatado decir que el fútbol globalizado, en el que ahora nos movemos, se ha convertido en una auténtica religión, pues, tal como nos apuntaba el psicólogo Erich Fromm, existen las distintas confesiones religiosas socialmente reconocidas a las que se puede estar adscritos, pero que, en el fondo, los sentimientos o las pasiones más profundas serían lo que de verdad mueve a los individuos.

Así pues, Messi ya está junto a Maradona en el corazón de muchos argentinos que veneran a ambos como esos héroes-santos a los nombran con total respeto, les alzan plegarias, al tiempo que sienten que les dan sentido a sus vidas en este mundo agitado y lleno de incertidumbres.

Pero la “subida de Messi a los cielos” ya estaba profetizada hace años por la publicidad (otra de las fuentes que generan grandes sumas de dinero a estos héroes y a los equipos a los que pertenecen).

Por si alguien tuviera alguna duda de lo que indico, muestro la imagen profética de una marca de ropa juvenil en la que aparece el antiguo jugador del Barcelona y ahora del PSG francés. Ahí le vemos con la cara todavía aniñada, sin la barba ni los tatuajes que posteriormente empezaría a lucir.

Con el fin de convencernos de este milagro, a la marca MESSIAS-STILE se le ocurrió que podría oscurecer la ‘S’ y el guion del nombre para que los lectores pudieran ver de modo destacado y con las letras en amarillo el término MESIAS, como si el jugador fuera un profeta que baja del cielo (o sube hacia él) para ofrecernos una buena nueva a todos los mortales.

Además, para que no quede duda de la bondad de este nuevo líder, en el centro de su camiseta porta el mensaje “In love we trust” (“Creemos en el amor”), por lo que no le falta el mensaje de paz y bondad que años atrás nos traía.

Y es que parece ser que en este mundo tan prosaico, tan frío, tan cargado de malas noticias, tan duro a veces de soportar, y ante la pérdida de otras convicciones, viene bien que todos creamos que el astro argentino tiene algo de mágico, de sobrenatural, por lo que si le seguimos incondicionalmente nos hará felices a todos los sufridos terrícolas (al menos durante el tiempo en el que lo veamos jugando en los campos de fútbol y embelesándonos con sus increíbles jugadas).

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