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CONTEMPOPRÁNEA 2022. CRÓNICA SENTIMENTAL

CHARO CEBALLOS (*)

Como observadora participante de nueve ediciones de Contempopranea me gustaría escribir una crónica haciendo una comparativa entre lo vivido en la última edición en Olivenza, y el resto de las ediciones alburquerqueñas. Trataré de ser lo más objetiva posible, aunque no sé si lo voy a conseguir del todo, pues seguramente este escrito va a adolecer de un sesgo sentimental que va a pesar en mis apreciaciones. Pido disculpas por ello.

   Mi primer Contempopranea lo disfruté en 2012. En esa fecha el festival ya estaba consolidado y tenía un gran prestigio dentro del circuito de festivales. El ambiente que se respiraba era muy festivalero, muy popero y muy divertido; me enganchó desde el primer momento y a partir de entonces, excepto en la edición de Badajoz, no me he perdido ningún Contempopranea, el de Olivenza tampoco. Allí estuve, alojándome en el camping improvisado en el estadio de futbol, junto con Pablo Bozas y dos amigos nuestros, Lola y Pedro, viviendo el festival “desde abajo” (1).

  Las diferencias que he percibido con respecto a las ediciones alburquerqueñas han sido muchas, pero se pueden resumir en una: Olivenza no es Alburquerque, y no lo será nunca. Lo cual no indica que no haya sido una magnífica edición, el cartel era muy bueno, los conciertos de Viva Suecia y Lori Meyers fueron espectaculares. La puesta en escena de La Casa Azul no defraudó, como siempre, y los Ladilla Rusa pusieron en pie a todo el festival con sus canciones “electropoperas”.

   La ubicación de los escenarios estaba a 450 metros de la piscina municipal y del campo del fútbol, donde se improvisó el camping para los contempopraneos. Esta es una de las principales diferencias que observé, ya que, en Alburquerque, la distancia entre la zona de acampada y las Laderas es de 1,6 kilómetros, lo que implica que el sonido de los conciertos está atenuado por la separación física entre ambos recintos. En Olivenza, el sonido de los conciertos llegaba con una nitidez abrumadora, que impedía el descanso; cierto que sabíamos a lo que íbamos, y no era precisamente a descansar, pero si no querías aguantar hasta las luces del alba, la opción era hacer guardia en estado de vigilia dentro de la tienda de campaña y, las temperaturas no invitaban a estar dentro mucho tiempo. De manera que, para mitigar el calor, el día lo pasamos en la piscina, donde los DJs amenizaron las tardes del viernes y del sábado.

  El after también se instaló en la piscina, con lo cual la música sonó durante los dos días prácticamente sin descanso; solo unas horas hasta que el recinto se abría al público en general y vuelta a empezar, en un “contínuum” piscina-conciertos-after.

  Imagino que los habitantes de Olivenza también habrán notado este “non-stop” de música, lo que desconozco es cómo lo habrán gestionado.

  La fiesta de bienvenida se ubicó en la Plaza de Santa María, al pie de la Torre del Homenaje, sin duda una elección muy acertada, aunque echamos de menos la barra de La Ermita y la visita al Cómic y a La Marquesita para rematar la noche. Esta es otra de las diferencias que he apreciado, el ambiente de Contempopranea se respiraba en todo Alburquerque, en cualquier lugar y en cualquier momento de esos tres maravillosos días que ponían al pueblo en el centro del panorama musical español. En Olivenza no hemos respirado ese ambiente fuera de los recintos antes mencionados, las veces que salimos entre concierto y concierto para tomar algo por el pueblo, no tuvimos la sensación de estar en Contempopranea; quizá se deba a la novedad del evento.

  El recinto amurallado de los Baluartes de San Blas, donde se celebraron los conciertos, tiene suficiente capacidad para instalar dos escenarios, de forma que, la espera entre concierto y concierto, era mínima. En Alburquerque, las dimensiones de Las Laderas no permiten esta duplicidad, pero la espera era la excusa perfecta para darte una vuelta por el pueblo y seguir viviendo Contempopranea “extramuros”.

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  En el interior del recinto oliventino se instalaron las barras de bebida y comida, así como la zona VIP, situada a la derecha del escenario, en una suerte de promontorio desde el que se divisaba al resto de los asistentes. Que la estratificación social esté presente en los festivales de música es algo que no deja de sorprenderme. En Alburquerque, el único que podía mirarnos desde arriba era el Castillo de Luna. Y esa es la gran diferencia que antes mencionaba, no hay parangón entre ambos municipios. Las laderas del castillo no tienen rival, porque Contempopranea nació en esas laderas, creció al cuidado de todo un pueblo y de sus habitantes; descontextualizar Contempopranea de Alburquerque es quitarle su esencia al festival. Lo que vivimos en Olivenza fue un Contempopranea descontextualizado y, por tanto, distinto. Ni mejor ni peor, distinto. Miento si digo que no lo disfruté, y mucho; pero también miento si digo que no me gustaría que Contempopranea regresase a la casa que lo vio nacer y crecer, que volviese a Alburquerque, de donde nunca debió irse.

  Esa es otra diferencia importante, la fuerte apuesta del Ayuntamiento de Olivenza por Contempopranea visibiliza la torpeza del antiguo equipo de gobierno de Alburquerque, o deberíamos hablar de desidia, cuando no de conductas que rayan lo delictivo; de no tener ningún interés en cuidar el acontecimiento más importante del año en su pueblo, es más, de obligar a la organización del festival a buscar en otros lares el oxígeno que Contempopranea necesitaba para que no muriese definitivamente. Esa es la causa de que Contempopranea se haya ido. Por otro lado, entiendo que la organización vele por sus intereses, porque no nos engañemos, el festival tiene unas implicaciones económicas que deben tenerse en cuenta, hay mucho trabajo detrás y eso tiene que compensarse de alguna forma. Si hay mayor posibilidad de aforo, como en Olivenza, se podrán vender más entradas, y esto se traduce en más beneficio.

  En definitiva, no sé qué pasará en el futuro, pero lo que sí sé es lo que me gustaría que pasara, igual que a la gran mayoría de los habitantes de Alburquerque y de los contempopraneos visitantes, y ese deseo es su regreso. Larga vida al Contempopranea, pero en su casa.

(*)- Charo Ceballos es miembro del Consejo de Redacción de AZAGALA

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