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Trampantojos en Extremadura

AURELIANO SÁINZ

Me imagino que quienes no hayan oído nunca la palabra ‘trampantojo’, es posible que por su sonido la asocien con algunos de los exquisitos platos de la muy atractiva cocina extremeña. Sin embargo, si acudimos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, sobre trampantojo nos dice que es una “trampa o ilusión con que se engaña a uno haciéndole ver lo que no es”. A partir de esta definición, podríamos deducir que sería una palabra compuesta de “trampa” y de “ojo” o, lo que es lo mismo, un equívoco visual.

Si pasamos de esta definición general a la realidad concreta, de modo habitual nos referimos a las pinturas murales que se hacen en las paredes, especialmente en las medianeras de las casas y los edificios, con el fin de adornar y llamar la atención del espectador que pasa cerca de ellas.

A lo largo del tiempo he visto algunos trampantojos en nuestra tierra; pero en esta ocasión quisiera referirme a un hecho verdaderamente excepcional, no solo en Extremadura, sino también a nivel nacional e, incluso, me atrevería a decir que internacional.

Se trata del caso de Romangordo, un pequeño pueblo cacereño cercano a Trujillo y Navalmoral de la Mata, que en la actualidad es un auténtico museo al aire libre, ya que en las medianeras de gran parte de las casas y también en algunas puertas se pintaron murales o, mejor dicho, trampantojos que impresionan a quienes los contemplan.

Y lo primero que se le viene a la mente del visitante que acude a verlos, desviándose un poco de la ruta más concurrida para entrar en el pueblo, es a quién se le ocurrió esta singular idea; también, con quienes contaron para ejecutarlos y cuánto pudieron costar los más de cincuenta trabajos realizados en este rincón de Extremadura de apenas 300 habitantes.

Las respuestas nos las proporcionó en su momento Charo Cordero, quien fuera alcaldesa de Romangordo, entre 2003 y la fecha de su fallecimiento, a finales de 2020. De igual modo, ocupó el cargo de presidenta de la Diputación de Cáceres en los cinco últimos años de su vida. En su memoria se realizó el mural que se encuentra en la entrada del pueblo, ya que se la muestra representada dentro de una composición muy evocadora en la que aparece dando libertad a un pájaro de papel en el que pueden leerse las siguientes palabras: “Valientes, Iguales, Libres”, que son la síntesis de los valores que ella defendió para las mujeres a lo largo de su vida.

Según la promotora de esta magnífica iniciativa, todo comenzó con propuestas puntuales, pero, debido a la favorable aceptación que tuvo en el vecindario y la repercusión entre la gente que se acercaba a visitar el pueblo o sus entornos, se continuó con la experiencia, de modo que en el municipio acabaron pintándose escenas ligadas a temas y tradiciones locales.

Si uno contempla detenidamente los trampantojos comprueba la imaginación y la calidad de estos murales al aire libre, por lo que se entiende que no pudieron ser realizados por simples aficionados, sino que debió ser gente con una sólida preparación en el campo de la pintura. En efecto, sus principales creadores fueron, por entonces, estudiantes de Bellas Artes en Madrid, procedentes de las localidades cacereñas de Plasencia, Madrigalejo y Moraleja, y que en la actualidad forman el colectivo Muro Crítico.

El que los autores procedieran de localidades cercanas a Romangordo resultó ser un factor favorable para llevar adelante esta enorme tarea, no solo desde el punto de vista económico, puesto que los gastos se reducen por la proximidad, sino también por la afinidad con un trabajo con el que sentían una clara identificación. Por otro lado, según la alcaldesa, el gasto solo ascendió a veinte mil euros, provenientes de los fondos de ayuda que recibe el pueblo para pequeñas actuaciones municipales.

En la actualidad, el número de paredes y puertas pintadas, tal como he indicado, supera la cifra de cincuenta repartidas por la localidad, aunque paso a paso van aumentando, puesto que no es una historia acabada, sino una especie de relato visual que continua y que se nos muestra cuando la visitamos. Por otro lado, los temas que el colectivo Muro Crítico ha abordado, de acuerdo con la corporación municipal, están ligados a la memoria viva de los vecinos, de modo que en algunos casos son personas reales quienes se ven representadas, por lo que la identificación con esas imágenes podemos decir que es casi total.

Un aspecto esencial de los trampantojos, sea en ámbitos urbanos o rurales, es que las escenas que se plasman deben de estar claramente integradas en las características constructivas del edificio o la casa en los que se realizan. No tiene sentido pintar un mural en el que el tema, los colores, las texturas o los materiales supongan un claro contraste con el resto de la construcción.

Esto puede apreciarse en los dos que acabamos de ver. Así, en el primero se homenajea a la antigua escuela, de forma que una de ellas se muestra en la medianera de una casa, como si la escena fuera una ampliación de aquellas viejas fotografías reproducidas en tono sepia. Así, se ve sentado al viejo maestro delante de la pizarra, al igual que sus pupilos en los duros pupitres y en la ardua tarea de adquirir los primeros aprendizajes que les servirán como herramientas con las que caminar por la vida. En el segundo mural aparece una mujer toda sonriente, con un mandil blanco, portando en su cabeza y sosteniendo con ambas manos unos cubos de hojalata cargados de agua y ropa.

También se pintaron algunas puertas metálicas y de madera que sirven de entrada a las casas o los garajes. En las fotografías precedentes comprobamos que uno de los temas que más aparece en las puertas es el de objetos que forman, o han formado, parte de la vida cotidiana de las gentes del pueblo. Así, por ejemplo, podemos ver los utensilios que los médicos rurales portaban cuando hacían las visitas a las casas de los pacientes o la imagen de un antiguo coche ‘renault’ de color verde oliva, con la matrícula incluida, lo que nos hace pensar que es del propietario de esa cochera.

Entre las puertas de madera que sirven de entrada a casas había una verdaderamente sorprendente. Es aquella en la que, desde la distancia, vemos a una vaca que se asoma por encima del postigo, que se supone abierto. La sorpresa se produce cuando nos aproximamos y comprobamos que la vaca no es real sino que está pintada; entonces nos hacemos conscientes del engaño que provoca a la vista este sencillo pero magnífico trampantojo.

Cerramos este recorrido por los trampantojos de Romangordo con una escena emotiva, que amablemente nos proporcionó el Ayuntamiento de la localidad. En ella contemplamos a un grupo de alegres escolares con su maestro, que, orgullosos, posan delante de un mural que se ha pintado en una de las paredes del colegio. En él se muestra a un grupo de soldados británicos que enmarcan el lema “205 años de historia. XIII Ruta de los Ingleses”, hecho, que a buen seguro, forma parte de la memoria colectiva de las gentes del pueblo.

Por último me surge una pregunta: ¿Merece la pena hacer una visita desde Alburquerque a Romangordo para contemplar los murales de esta especie de museo al aire libre que ha logrado ser este pueblo extremeño? Por mi parte no hay ninguna duda.

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