(A Daniel Santos, Jesús Jalcón y Serafín Sáez, amigos de la infancia e inolvidables de por vida. Seréis vosotros quienes accionéis hoy mi devanadera. Con todo mi cariño y amistad sincera).
ANTONIO L. RUBIO BERNAL
Domingo, 23 de agosto, día de Santa Rosa de Lima -quien mostrase su fe a través de sacrificios-, deseo, estimado lector, que me acepte en su mesa camilla, velador de bar o mesa de terraza, y compartamos zumo, tostadas o café a la hora del desayuno.
A ti, Daniel, desde aquel mediodía en Azuaga, en la que me hablaste de tu vida laboral, de tus hijos y nietos, no te he vuelto a encontrar. Retengo aún tu enorme afición al perdigón, que me llevó a recordar cuando tu padre, al que te pareces un montón, nos dejaba aquel bien parecido galgo negro que nos acompañaba siempre en nuestras salidas a “pájaros”. ¡Qué felices fuimos!
A ti Jesús, afortunadamente, te veo con mayor frecuencia, aunque últimamente es sólo en sepelios – ¡ojalá fuese en “furriolas”!-, los que aprovecho y te entrego, si lo hay, algún nuevo libro – pendiente tenemos el de mi hermano Emilio-. ¿Recuerdas aquellas películas de “Bonanza” en el comedor de tu casa con tu madre siempre dispuesta a darnos un buen dulce con un vasito de Fanta? Entretanto, sentado en su sillón, tu padre. ¡Lo que les tocó aguantarnos!
Y a ti, “Serapio”, aunque lejos, te veo de cuando en vez – ¡dichosita Covid, hasta en esto nos está jodiendo!-, pero afortunadamente hablamos por teléfono casi a diario. Si pudiese elegir me conformaría sólo con que no cambiases nunca de tu adorable forma de ser: fresca, apegada, atenta, afectuosa y, lo esencial, con una enorme dosis de anti-olvido.
Y en compañía de ellos aprendí, siendo bien joven, que pensamiento, lectura y escritura mantienen un gran vínculo perdurable en el tiempo; más, cuando por la edad uno es consciente – tras muchas lecturas del filósofo referenciado en el título- de que, como ser humano, soy realidad biológica, no sólo inteligencia apta para reflexionar; que siento pasiones y deseos; que lo mismo me armo de valor que me humilla la cobardía; que abrigo compasión y alegrías; que sufro apetitos y frustraciones… todo ello me lleva a gozar de un trocito de mi corazón dedicado sólo y exclusivamente a mi querido pueblo /Abu-al-Qurq/ y a sus gentes, tanto las de antes como las de ahora – amigos del presente y esa gran familia adoptiva llamada “Azagala”-. Sociabilidad y lenguaje, únicos recursos para poder estar próximos.
Enorme alegría me han causado tus escritos, Aparicio – así le llamo en nuestras frecuentes conversaciones telefónicas-, titulados “A mi manera” y “A mi barrio querido”. Veo que te tomaste en serio mi encomienda a que escribieras sin miedo. En lo importante, de lo dicho y lo callado, coincidimos; por ejemplo, en agradecer a nuestras madres todo aquello de bueno para la vida que con tanto cariño nos enseñaron; en ser conscientes y responsables con la época que nos ha tocado vivir; en nuestra condición de extremeños de pura cepa – ¡porque semos asina!-; y – lo olvidaste, ¡eh!-, en nuestro compromiso personal con la “villa”. Cómo no, tus saludos fueron dados con júbilo, y muy bien acogidos, por cierto, tanto por uno – Ramiro-, como por otra – Rosita, la portuguesa-. De última hora, ésta, voluntariamente, se ha ofrecido a comentar los “corridos informativos” de nuestra regente. ¿Te parece bien?
Y a ti, Marcelo, pedirte que no seas osado pensando “quizás no me recuerde”. Lo hago perfectamente. A propósito, no hay motivos para la admiración; sigo siendo el mismo traste, amante de los animales como cuando era un niño, amigo de mis amigos… y de aquello que tú aún puedas recordar. Déjalo todo en el maravilloso baúl del cariño sincero y desenfadado que brotó en nuestra infancia, y del que continuamos estando – por lo que leo, tú también- muy orgullosos. Imagino que los referidos arriba te sonarán.
Como alburquerqueño ausente, tres han sido los interrogantes que siempre han surgido en mi mente: ¿Qué puedo saber de mi pueblo? Hoy, más que nunca, con “La Proterva” al frente, mucho, sin olvidar a personas que tanto me han enseñado, desde D. Lino Duarte hasta mi amigo Eugenio López; ¿Qué debo hacer por mi pueblo? Todo aquello que mi compromiso, libremente contraído, me exija. Y, ¿Qué puedo esperar de mi pueblo? Sin ser ambicioso, lo que de recibo sea y su gente me quiera dar – hasta el momento, cariño permanente a raudales por parte de muchos-. Y todo ello me ayuda a desterrar el olvido de lo que fue mi cuna, convencido de que la indiferencia no me ayudaría para nada en mi vida; incluso pienso que devendría traición a los míos.
Plena satisfacción siento sabiendo que colectivos en Alburquerque, como Sambrona, manifiestan en su edición de Micro-Residencias que “no renunciamos a encontrarnos, a pensar, a debatir y a activar, a pesar de todos los inconvenientes… donde la cultura no deje de hacernos personas críticas y con libertad de pensamiento”. Por experiencia personal – ojalá me equivoque- temo que semejantes deseos se encuentran en las antípodas del sentir del cabildo. ¿O acaso piensa usted que, con su alcaldesa al frente, profesa lo dicho cuando, por ejemplo, ella hace uso de su desaforada e incorrecta violencia verbal? Visto lo visto, deduzco que nuestros representantes municipales aún no se han enterado – o pasan de hacerlo-, de que la libertad de expresión deviene pilar esencial para la democracia a la que representan; y que, como en su día dijese Ramiro, “en un mundo medianamente tolerante, lo que se expresa o escribe con corrección y de manera educada, ni hiere ni ofende”; de ahí que yo, al igual que la razón no pretende sino explicar la realidad que nos envuelve, no cese en mis reflexiones de buscar razones que revelen aquello que este (des)gobierno local funestamente nos ofrece.
La ocasión la pintan calva para concienciarse de una vez. El verano más atípico, imposible; no hay ni canción de moda. Hasta a los “influencers” se recurre. “Que nadie se confunda; las cosas no van bien” – F.S., epidemiólogo socialista-, sin que este gobierno legisle de una vez por todas contra la puñetera COVID-19. Pero usted no me lee para recordarle lo que está harto de oír. Sea prudente, por favor; meter la pata ahora sería lo último. Lea para viajar en el tiempo, lea para aprender de la experiencia de otros, lea para no vivir prisionero del presente, lea para imaginar otros mundos y por qué no, otro futuro. Feliz domingo.
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Foto 1: Antonio Rubio, de niño, con su hermana Paquita.
Foto 2: Bonanza, serie de televisión.
Foto 3: Microresidencias Artísticas.
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