(A José Manuel Leal, compañero de andadura, para quien la misma no tiene límite de esfuerzos. Con toda mi consideración, agradecimiento y cariño)
ANTONIO L. RUBIO BERNAL
(Quo usque tándem abutere, Catilina/ Patentia nostra? (1)
Día de San Roberto Belarmino, llamado “martillo de los herejes”; y servidor, busca que te busca, sin encontrar que en la definición de “párrafo” se haga referencia a su extensión; con lo cual, oído lo oído, en usted no sólo tenemos una infausta alcaldesa sino también una intrépida lingüista. Pavor siento cada vez que se anuncia su intervención.
A juzgar por la página de Azagala –sí, porque para qué ojear la suya-, cuantos más plenos se celebran en Alburquerque más pareciese que se acortase su carrera política; y aunque se publique en ella que ha mentido sobre asuntos varios -subvenciones, picudo rojo, residuos, salarios, Contempopránea, piscina-, igual da en esa casa matriz, colapsada por su precario estado, sus plenos devienen auténticos sainetes.
Leído lo leído, a usted tanto la Ley de Régimen Local como su Reglamento se la refanfinflan –pareciese podemita-, pues, llevada por su ímpetu, ni deja comenzar a su adversario político “por ser muy larga” su intervención, ni le deja terminar por calificarla su bancada de “testamento”; y a juzgar por su precisión terminológica (“un ruego es un párrafo”, olvidando indicar el tamaño del folio) bien podría emprender la tarea de confeccionar un manual sobre cómo ejercer la oposición. Quién sabe…
Visto lo visto –sí, porque rulan videos-, su actitud en el pleno, con expresiones de “no abuse de mi generosidad” –cual rumba de Los Chichos-, o “no abuse de la palabra”, no muestra sino altanería; insolencia que va calando en sus ediles –efecto ejemplarizante-, que ya le piden, cuando le vienen mal dadas, que “levante la sesión”, aunque ello suponga hacer oídos sordos a un número considerable de alburquerqueños que tienen todo el derecho a pensar de diferente modo, olvidando ustedes que los tiempos del pensamiento único pasaron ya, ¿no creen?, y dando, sin querer, la razón a Ramiro cuando indicó “piensa y exprésate sin miedo están aún por llegar a Puerto”.
De todos los derroteros posibles ha elegido el peor, el del desprecio, vilipendiando al rival, y por consiguiente, a la democracia, con lo cual –como ya expresó el referido- demuestra no creer en sus valores: la responsabilidad, la honestidad, el pluralismo y –muy importante-, la tolerancia; comportamiento que deviene impropio en quien por partida doble nos representa –como diputada y como alcaldesa-, y que, imponiéndose el principio de “no dar puntá sin hilo”, de ello vive. Sólo que con un craso error: en lugar de emplear los plenos para lo que debieran servir, dar información fidedigna sobre las decisiones que aquí se toman, los aprovecha para dar una “pitá”-decimos aquí-; y así nos va, mientras los alrededores –San Vicente, La Codosera- funcionan acorde con los tiempos, nosotros ni al ralentí mantenemos ya la gran fiesta popular permanente del ¡Viva La Pepa!; por momentos se impone la cruda realidad: el sufrimiento y el desconsuelo ante la falta de trabajo –o salario, en ciertos casos-, consecuencia de una gestión a la deriva, en las antípodas de los difíciles tiempos que vendrán, en los que “la gente debe aprender nuevamente a trabajar en lugar de vivir a costa del Estado”(2).
Aunque a usted ni gracia alguna le haga, nos queda el consuelo de contar con una digna oposición de la que pareciese que usted, en los plenos, fuese su “martillo”, con Gutiérrez al frente, templado y responsable, exigiendo sus, que son nuestros, derechos. Y debiera saber que en política, a veces, quien no es respetado, e incluso apartado, con el tiempo deviene triunfador –ya ocurrió en Roma, pero también en la historia reciente de su partido-. Gran labor la suya –la de IPAL-, aireando las cloacas del consistorio, albañales que ponen de manifiesto su irresponsabilidad al frente de la gestión municipal; gerencia que, como usted misma comprobará, será juzgada tarde o temprano por los tribunales sin que valga alegar aquello de “¡yo no he sido, señoría!”, porque usted, ni aun siendo regidora, es quién para tapar la boca, quitar la palabra cuando corresponda, abusar del poder ocultando documentos e informes, levantar sesiones del pleno cuando en ganas le vengan, marcharse sin contestar a preguntas debidamente formuladas y no dar explicaciones al pueblo de aquello a lo que tiene todo el derecho y por Ley usted está obligada. Quién sabe, lo mismo no va sola. Ya es un consuelo.
Me reconforta no ser el único -cada día somos más- que piensa que su andadura municipal en breve tocará fin por su incapacidad de resolver los graves problemas existentes –razón por la que uno mi humilde voz a quienes piden su dimisión-, pues de nada ha servido que usted, alentada por su mentor y los suyos, en campaña prometiese el oro y el moro, si la realidad pone de manifiesto que lleva a cabo una política inútil, aderezada con mentiras y faltas de respeto no sólo al rival sino también a medios –como el que tú, amigo Leal, presides-, empresarios, asociaciones, etc., que hacen cada día más difícil emprender algo provechoso para esta noble villa que confió ciegamente en usted y a la que, tanto presentes como ausentes –entre los que me incluyo-, mucho queremos.
[1] ¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? Las Catilinarias. Marco T. Cicerón, político, jurista, filósofo, escritor y gran orador romano, 55 a. C.
(2) Como observará, preciado lector, respeto las referencias textuales bien acotadas por rendibú al autor. Cita también de Cicerón; para mí, un gran pensador.
[i] ¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? Las Catilinarias. Marco T. Cicerón, político, jurista, filósofo, escritor y gran orador romano, 55 a. C.
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