ANTONIO L. RUBIO BERNAL
Hoy, Domingo de Pentecostés, traigo a mi página un chascarrillo que en boca de nuestros mayores se resumiría, en su versión bien sonante, como “¡Manda narices!”. El domingo próximo toparemos con el último pleno que en boca de los más jóvenes ¡Mandó…! –lo que a la mente le venga-.
El hecho en sí carece de importancia -¿quién de nosotros no ha estacionado alguna vez en lugar prohibido?-; lo que sí la tiene es quien lo ha hecho de manera reiterada, pues, al hilo de las noticias aparecidas en Azagala digital, desde que dejó de ser aquello que en su día fue, viene aparcando en lugar prohibido y reservado a la policía local y los servicios municipales, no a exalcalde alguno.
Fruto de su insistencia -saltarse la norma a la torera-, miembros de la Benemérita se vieron obligados a recordarle la prohibición que curiosamente él en su día estableció colocando la señal, con lo cual doble motivo de acatamiento: como ciudadano –al igual que todo chichirimundi- y como autoridad en su día, autor de la prohibición. Pues ni aún por esa ha evitado la reincidencia, ya que había sido denunciado en su día por la policía local, cuerpo al parecer, dadas las desavenencias, no muy de su agrado.
Al ex le recordaría -porque a mí me ocurre también con más frecuencia de la debida-, que cuando la tozudez y la porfía se adueñan de nosotros, algunas cosas nos cuestan trabajo, incluso acatar una simple norma -como el caso que nos ocupa-, pues tanto la denuncia primera como la llamada de atención posterior debieran haberle ayudado a recapacitar y entender que hace ahora un año que dejó el cargo para el que fue elegido, y que al día de hoy no es lo que otrora fue. Luego, no tiene sentido que obre como tal, ya que se ha convertido en uno más de los muchos ciudadanos de a pie que habitan por estos lares.
Y seré yo quien le pregunte, preciado lector, ¿no está de acuerdo conmigo en que cuando esto ocurre, es decir, cuando se goza de privilegios sin tener porqué, siempre hay algún responsable que otorga tales prerrogativas? Es la razón por la que a estas alturas de mi escrito me dirijo al tándem político municipal formado por la actual y el ex, alcaldes ambos. Lo que con semejante comportamiento se infringe no es sólo una simple prohibición sino que se quebranta el principio de igualdad ante la norma, que viene desde el movimiento constitucionalista del siglo XVIII, fue principal reivindicación de los revolucionarios liberales y hoy es divisa del Estado surgido de la Revolución Francesa, por aquello de “Libertad, IGUALDAD, Fraternidad”. Sería la Constitución Republicana del 31, en su art. 2, la que proclamase la igualdad ante la ley de todos los españoles. La actual, Constitución del 78, en su art. 14, gracias a D. Camilo, senador por aquellos entonces, proclama que “los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de… circunstancia personal”, que desconozco si pudiera ser su estrecha amistad con la alcaldesa o el hecho de haber sido -se lo recuerdo por última vez- lo que ya no es.
Sería Ramiro quien a estas alturas de la exposición dijese: “¡Escuchen por sus orejas, la igualdad entre los alburquerqueños conlleva que ninguno de nosotros goce de dispensa alguna! –en el Medievo sí las hubo, pero me niego a creer que ustedes, en homenaje a la “carta puebla”, quisieran remontarse tan lejos-; y ha sido nuestro Alto Tribunal -al Constitucional, me refiero- quien se ha encargado de aclarar algo fundamental que o bien ustedes no quieren entender o con su proceder se niegan a acatar: por el principio de igualdad queda prohibida “toda diferencia de trato que carezca de una justificación objetiva y razonable”. Objetivo sí es que en el pueblo no hay dios quien aparque, y razonable sería que usted, el ex, siempre pudiese ir con prisas. Pues ni lo uno ni lo otro justificarían comportamiento tan bochornoso y ofensivo. Y lo que más me indigna de su proceder –que perdonaría a cualquier campero que ante la imposibilidad de aparcar y las prisas por gestionar lo hiciese- es que precisamente lo haga quien en su día estableció la norma de prohibido aparcar allí, pues nada es más horrendo que prohibir a los demás lo que a uno le está permitido.
Como podrá comprobar poco me ha importado si sufrió o no arrebato de soberbia al verse amonestado, o si discutió o no con los agentes; lo que me solivianta es que usted curiosamente sea la mano derecha de la actual mandamás y gracias a ello muestre la conducta de nuestro presidente, Pedro Sánchez, quien se considera en sus atribuciones por encima de la Ley, o del populista Iglesias a quien las Leyes de nuestro Estado de Derecho sencillamente se le resisten.
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Portada: Vadillo, cuando aún era alcalde, posando con el coche eléctrico que la Diputación entregó a cada municipio de la provincia.
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