ANTONIO L. RUBIO BERNAL
Un amigo el otro día me decía: “es el momento, desde el silencio, de analizar nuestras seguridades e inseguridades, alegrías y tristezas, logros y pretensiones…”. Y, otorgándole razón, me lo aplico a mi vida hoy, en el campo, sin vecinos salvo la naturaleza rica en arboleda frutal, con Carmen, mi esposa, y su padre con 91 años, a 15 kilómetros de Villanueva de la Serena.
En el apartado de seguridades cuento con vivienda confortable, agua, leña, un corral donde las gallinas ponen diariamente, algún que otro gallo gordo, y demás cosas materiales.
En el de la inseguridad, la de todos, el miedo a presentar síntomas; vendría el 112 o tendría que coger el coche e infringir la norma –como en cualquier casa, si uno cae los demás pringaos-, que la tiendecita –de una pequeña villa a un kilómetro- se quede sin mercancías y no pueda atender una vez a la semana, o nos falte sustento vital –en mi caso, medicación.
También viene a la mente la incertidumbre por si los tuyos estarán bien –una en Alemania, otro en Manacor-, si tus cuatro hermanas se encontrarán bien –jamás amé tanto el teléfono móvil- a pesar de edad y achaques o enfermedad.
En las alegrías cuento con el gran haber de la vida misma, un sol alumbrando en la mañana, penetrando en el comedor ofreciéndose voluntariamente; ver que los tres no presentamos síntomas y con ganas de vivir; que tus mastines, ignorantes de todo, se acercan a ti a darte cariño; que no te falten ganas de hacer cosas -por ejemplo, escribir para ti, preciado lector-, etc.
En el de las tristezas la balanza es desfavorable, recibir ayer la noticia del fallecimiento de un amigo, pensar en un sobrino al que me encuentro muy unido que vive solo en su piso en medio de Madrid, el terrorífico panorama que ofrece la televisión de determinadas zonas de España –pobre Cataluña-, la cual ya ni veo, me conformo con lo que mi esposa dice que dijo la radio.
En los logros, sentir que de momento estamos libres del tremendo mal, que, aunque escaseando, nada fundamental nos ha faltado, y las ganas de vivir intactas –en eso el abuelo es buen espejo cuando te dice “si piensas que tus males no tienen remedio, te vuelves loco”. Se nota que se crió durante la guerra civil después del 36.
Y por último, las pretensiones son muchas –soñar no cuesta dinero-. Que esta pesadilla acabe ya, cuanto antes; que las pérdidas de nuestros seres queridos sean las menos posibles, que Europa nos ayude y nuestros gobernantes sean capaces de gestionar dicha ayuda, que tengamos la oportunidad y sepamos aprovecharla, para mostrarle a la juventud y a las nuevas generaciones que lo necesario en este mundo no son las tonterías en las que se han educado, sino la capacidad de compromiso, la solidaridad con el otro, el respeto al extraño, al diferente, el amor al prójimo, amor que se traduce en mínimos detalles como “Quédate en casa”, por el bien de todos; ese es el compromiso que el momento te exige.
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