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¿SE PUEDE? HASTA EL CORRAL (Sexta entrega)

By RAMIRO

Querido nieto. A tu edad deberías no pecar de ignorante y estar al corriente de que desde que crucé el umbral de esta casa jamás me he entrometido -¡Dios me libre!- en asuntos de vuestra familia, lo cual no quita que te recuerde que cuando tu padre era colegial yo lo veía más afanado que a ti, que cuando no estás de concierto andas preparando el morral. ¡Qué veranito! ¡Más divertío que tu bisabuelo! A propósito, pareciese como si mis vituperios contra la gestión municipal tuviesen eco en Puerto de Albahacar. Todo sea por revelar aquello que mis ojos y oídos ven y oyen. Y lo que menos quisiera es que tú te aburrieses porque te recuerde los ofrecimientos electorales cuatrienales de siempre. Vienen a ser como aquella canción “…Uy, uy, uy, mi gato hace uy, uy, uy, uy, uy, uy, mi gato hace ay, ay, ay, ay, uy, uy, uy, mi gato hace uy, uy, uy, uy, uy, uy, mi gato hace ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay…”, de Rosario Flores. Al contrario que en ella, no siempre está todo dicho; ya ves, en la última ocasión me faltó mencionar la pétrea hospedería -proyecto providencial junto con las plantas solares-, el más fingido designio desde el medievo, donde iremos juntos, tú y yo cogiditos del brazo para no perdernos entre la marabunta allí presente, a tomar café a escote, porque almorzar será lujoso, y nos obsequiarán con rosquillas caseras, buñuelos de viento y bollos de Pascua. A propósito, no terminé de contarte cómo finalizó aquel acto inaugural: “¡Enhorabuena por el sueldecito caído del ala!, satisfechos con tener tu asesoramiento. Personal eventual a cargo del erario público –aquí ya seco- dimanante de los bolsillos de los contribuyentes para así proseguir una ilusoria gestión al amparo del socialismo del terruño”. Y todos a la vez gritaron: “¡Bien, coño, bien! ¡Fetén! ¡Sí, Señor, así se habla! ¡Verdades como puños!” Y uno más altanero se limitó a expresar un escueto “¡Bravo!” ¡Ay, ay, el canto de la perdiz, y el perfume de la sierra; el canto de la perdiz, el ganao en la sementera, es lo que me gusta a mí, al llegar la primavera! Grande, José Domínguez Muñoz, de Aznalcóllar, Sevilla. El Cabrero, por fandangos. Y nunca lo olvides: los cantos de la perdiz son como el habla de los políticos, no es lo mismo un cuchicheo, desafiante, por parte de la oposición, que un titeo o cañamoneo proveniente del equipo de gobierno; un regoño, para callar a los contrincantes, proveniente de gerifalte al mando, que unos piñones, secos y sonoros como los besos, cuando se le da la razón al rival para que arrincone el tema. ¡Qué pena hacerse viejo y olvidar las enseñanzas de tu bisabuelo! ¡Qué bien  canturreaba en las juergas!, sobre todo cuando veníamos a las ferias de mayo y se hartaba de vino de pitarra. Entonces era cuando ¡he ahí el hombre!, y se arrancaba a pecho descubierto, con aquel matojo pelos siempre aflorando por entre la apertura de la camisa en todo momento con tres botones desabrochados, incluso en invierno. Varón corpulento por naturaleza, recio por el sufrimiento, duro por el trabajo, y curtido porque no le quedó más remedio, hasta que pasó lo que pasó. Desde entonces para mí pareciese que la vida fuese triste de por siempre, por eso me infantilizo, para ser más libre. Ni cavilar quiero sobre si Puerto de Albahacar sigue despoblándose cada día más; si en mi época se fueron en expediciones, y ahora marchan privadamente. ¡Dónde están aquellos colaboradores y columnistas de la revista Azagala!  Incluso el otro día, hasta el hijo del vecino, amenazando marcharse también, llegó a espetarle que aquí lo único que le cabía esperar era pudrirse aguardando los beneficios del progreso. Tanto sufrimiento de almas comprometidas otrora para que cuando los demás medianamente marchan, nosotros andemos con rencillas del pasado y si salimos en la prensa es para echarnos las manos a la cabeza. Si esto es gobierno, yo soy rapabarbas. Aquí mucho platicar del cambio, de su necesidad, del día que acontezca, pero llegados los votos, tururú que te vi, más de lo mismo y a callar, que el pueblo es sabio. Celebro que seamos de izquierda, yo mis porqués tengo, pero no este socialismo desnortado basado en el descomunal gasto como banderola, el endeudamiento por el despilfarro, el enchufismo como rito y, lo más triste, la desmembración social entre vecinos como secuela. Así, entre el miedo, por no llamarlo pánico, y lo bien recibida que son las prebendas, tenemos régimen para largo, por muchos cadáveres políticos nativos que puedan existir bajo sus siglas, al menos mientras dure la teta colectiva. Y que no falte la lealtad y gratitud, algo muy propio de los puertoalbahaqueños, desde el Thank you (1969) de Led Zeppelin, al Gracias (1994) de No me pises que llevo chanclas… Gracias, al médico por curarme esta gripe extraordinaria… Gracias, a Rusia por haber traido rica ensaladilla… Gracias…. Por todo ello, mejor tornar al pasado morando la región de mis recuerdos, cuando en el campo no teníamos luz eléctrica y nos alumbrábamos con un candil situado junto a aquella hermosa chimenea, donde sólo se quemaba leña de encina que tanto calor nos dio y tantas matanzas curó, buenos torreznos y migas de pan duro para desayunar, pucheros para almorzar y leche con dulces y miel para cenar, mientras tu bisabuelo, pensando en la República, miraba por el postigo y nos decía: ¡Hace frío! ¡Está helando!

 

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