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Abonad con Nitrato de Chile

“El problema, para mí, es cómo ahora explico a mis alumnos amantes de la música indie el traslado de Alburquerque a Olivenza sin dejar mal la imagen del pueblo…”. 

AURELIANO SÁINZ

Como todos sabemos, en uno de los rincones la Plaza de España, por encima de la entrada a Radio Comarca de Alburquerque (RCA), se encuentra un antiguo anuncio realizado a base de azulejos en el que vemos la silueta negra de un jinete montado sobre un caballo, al tiempo que en la parte superior aparece una frase que a los de mi generación se nos quedó muy grabada en la mente: “Abonad con Nitrato de Chile”.

Fijaos que la frase está en imperativo y en plural, casi como si fuera un mandato del Gobierno que se la hacía a los agricultores de entonces y que tenían, sí o sí, que obedecer. Y es que por aquellos años la publicidad era así de contundente, sin las sutilezas y los recovecos que con el paso de los años fue adquiriendo.

Sobre este tema, es decir, sobre la publicidad he escrito libros y numerosos artículos, analizándola, estudiando sus modalidades, criticándola cuando era necesario y alabándola cuando estaba bien planteada y no acudía a los frecuentes tópicos machistas o discriminatorios que aparecían entonces y aparecen aún.

Algunos podéis pensar que la publicidad es algo de tiempos recientes o, como mucho, que realmente surge en el siglo pasado. Sin embargo, no es así, pues ya en la antigua Roma existían los alba y los libelli que eran tablas expuestas al público en las que se anunciaban tanto avisos oficiales como informaciones de tipo comercial.

Pero no vamos aquí a hacer un repaso de algo que tiene una larga historia. Basta con que echemos una mirada a aquellos anuncios y marcas comerciales que han dejado una cierta huella en nuestra memoria. Como habéis podido comprobar, comienzo por algo de Alburquerque y cierro el escrito con un tema que ha estado profundamente ligado  nuestro pueblo, como ha sido el festival de Contempopránea.

Aunque parezca mentira, yo de pequeño llegué a conocer la campaña de chocolates Matías López en la que aparecía, en la izquierda del cartel, una pareja extremadamente delgada (hoy diríamos que anoréxica) que estaba así ya que no tomaban chocolate de esta marca. En el lado derecho, contrastando, se veía otra con similar vestimenta, aunque tremendamente obesa porque sí lo degustaba.

Este anuncio ahora nos puede parecer un cómic de humor o de ficción; sin embargo, hemos de tener en cuenta que en los años en los que se realizó, es decir, después de la Guerra Civil, había algunos sectores de la población que pasaban verdadera hambre, por lo que entonces estar gordo era signo de salud. No olvidemos a Lolita Sevilla cantando en el pasacalle de la película “¡Bienvenido Míster Marshall!”, junto a los inolvidables Pepe Isbert y Manolo Morán, aquello de “Americanos, vienen a España gordos y sanos…”, y hagamos memoria para recordar a los niños de entonces zampándonos la leche en polvo, la mantequilla y el queso que relamiéndonos tomábamos en las escuelas a cambio de que los americanos instalaran bases militares en nuestro país.

Tengamos en cuenta, por otro lado, que en las décadas de los cincuenta y sesenta la radio se había convertido el medio de comunicación por excelencia, por lo que no era de extrañar que los productos que se anunciaban en los carteles y en las revistas se difundieran también a través de las ondas, y, a ser posible, acompañándose de una cancioncilla que terminábamos por aprenderla, con lo cual la marca encontraba un resquicio en nuestro cerebro del que no era posible desalojarla.

Claro ejemplo era aquella canción de Cola-Cao que comenzaba de este modo: “Yo soy aquel negrito del África tropical que cultivando cantaba la canción del Cola-Cao…” Estoy seguro que quienes la escucharon no se habrán olvidado de ella, aunque hayan pasados décadas sin volverla a oír.

Como estamos comprobando, por entonces los carteles se realizaban pintados. Faltaban algunos años para que la fotografía a color se impusiera como medio publicitario.

Desde nuestra mirada actual, eran campañas muy conservadoras, puesto que marcaban claramente las diferencias de los géneros masculino y femenino en sus mensajes publicitarios. Así, se nos mostraba a la mujer como la protagonista indiscutible de todos los productos destinados al hogar. Es más, como podemos ver en el cartel del detergente Persil, aparece una niña lavando a mano en un barreño… Todavía la lavadora no había entrado en la mayoría de los hogares españoles; pero ellas, desde la más tierna edad, ya sabían que su destino era la colada del hogar.

Han transcurrido muchos años desde que esas campañas fueran las que poblaban nuestro país. Como dato curioso quisiera apuntar que algunos productos han sabido reactualizar su imagen con el paso del tiempo. Es el caso, por ejemplo, de detergente Norit, que abandonó los carteles de féminas alegres tendiendo o promocionando el cuidado de la ropa, para centrarse en el dibujo de su corderito como contundente signo de identidad de la marca.

Sé que en la actualidad hay gente que menosprecia la publicidad, indicando que es una especie de lavado de cerebro que emplean los publicistas en sus campañas para que adquiramos lo que se anuncia. Por mi parte, tal como he apuntado, entender la publicidad así es un error, pues cuando necesitamos comprar algo queremos estar informados de las cualidades y del precio del producto que vamos a adquirir.

No toda publicidad es nefasta. Hay, incluso, imágenes publicitarias tan potentes que se han salvado del olvido. Es el caso del toro de Osborne que, cuando se aprobó la retirada de las vallas publicitarias del campo y la prohibición de anunciarse en los márgenes de las carreteras, se excluyó a este magnífico diseño de Manuel Prieto. Eso sí, el toro tenía que aparecer todo en negro, para que no se le identificara con una empresa concreta.

En esta línea, la asociación conservacionista extremeña Adenex recientemente envió un escrito a la Consejería de Cultura para que, igualmente, adoptara la protección de los murales publicitarios realizados con azulejos del abono agrícola Nitrato de Chile y que se encuentran dispersos por muchos pueblos de Extremadura.

Y ahora volvamos de nuevo a Alburquerque para que seamos conscientes de la importancia que tiene un buen diseño gráfico. Para ello, tomo como ejemplo dos de los numerosos carteles que realizó Javier Aramburu para Contempopránea.

El primero, y que acabamos de ver, corresponde a la séptima convocatoria de este magnífico festival de la música indie española, celebrado bajo los auspicios de su patrocinador, Agustín Fuentes, en el año 2002 en Alburquerque. Técnicamente, se encuentra realizado con tintas planas y dibujos esquemáticos. Sin embargo, está cargado de imaginación y creatividad, de modo que las dos piernas de la chica connotan alegría y disfrute, al tiempo que se promociona a La Habitación Roja, Fangoria, Sidonie, Astrud… grupos que han dejado una clara huella en el panorama musical de nuestro país.

Este segundo cartel que muestro es uno de los que promocionarán la edición de Contempopránea en el 2022, a celebrar en Olivenza. Entre ambos carteles se da la friolera de veinte años de separación.

En todos estos años su diseñador había logrado afianzar la imagen del festival, de modo que esos dos rostros, chico y chica, con sus auriculares puestos y su conexión por los corazones, al tiempo que se miran de reojo, nos remiten a unos personajes ya muy conocidos. Un auténtico acierto gráfico, pues Aramburu ha creado un contundente signo de identidad del festival.

Antes de cerrar estas líneas, quisiera felicitar a Agustín Fuentes por su tenacidad para dar continuidad a Contempopránea en medio de tantas adversidades. El problema, para mí, es cómo ahora explico a mis alumnos amantes de la música indie el traslado de Alburquerque a Olivenza sin dejar mal la imagen del pueblo… Difícil papeleta.

 

 

 

 

 

 

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