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Afganistán: el régimen talibán y el apartheid de género

CHARO CEBALLOS

Los talibanes que instauraron un régimen opresivo y asfixiante, vulnerando los derechos fundamentales de las mujeres desde 1996 hasta 2001, tenían un objetivo declarado: “crear un ambiente seguro donde la castidad y la dignidad de las mujeres puedan ser sacrosantas una vez más”. Durante la vigencia de este régimen las mujeres fueron obligadas a dejar sus trabajos, tan solo se permitió que algunas doctoras pudieran seguir ejerciendo la medicina y esto, únicamente, para poder atender a otras mujeres, ya que los médicos lo tenían prohibido expresamente. Para los talibanes las mujeres somos una suerte de “malvadas jezabeles” que vamos provocando con nuestro rostro, nuestra voz y con el sonido de nuestros zapatos al pisar la calle; pero esto no era lo peor, que ya es bastante grave. Durante estos años las mujeres no podían salir a la calle sin la compañía de un “mahram” (pariente de sangre), si lo hacían corrían el riesgo de ser castigadas físicamente por los policías vigilantes de la moral. Tantos años de conflicto armado dejaron muchas viudas que no podían mantener sus hogares por las prohibiciones del régimen talibán. Ellos mismo animaban a la familia extensa para que se encargaran de mantener a las mujeres que no contaban con un varón protector en la casa, pero las consecuencias de tantos años de guerra habían mermado la posibilidad de ayudar a los parientes cercanos; sacar adelante a la familia nuclear ya era un triunfo, imposible hacerse cargo de las parientes viudas y su prole. Esta situación tan angustiosa para las mujeres afganas provocó que muchas de ellas acabaran suicidándose al ver tan limitadas sus posibilidades de ganarse la vida por culpa de las leyes de los fanáticos talibanes. Las demás vieron como sus derechos fundamentales eran aniquilados. No podían enseñar su cuerpo, tapadas desde la cabeza a los tobillos para no provocar con su rostro y cuerpo la débil voluntad de los hombres, de la misma forma no podían usar zapatos de tacón, maquillaje o esmalte de uñas.

Uno de los principales derechos cercenados fue, como no, la educación. Las niñas a partir de los ocho años no podían ir a la escuela. Algunas maestras separadas de su profesión siguieron enseñando a las niñas en escuelas clandestinas, a pesar de jugarse la vida. Sabemos que la educación es un pilar fundamental para la independencia, no solo económica sino también mental y espiritual. Para poder ser libres hay que ser también independientes y la educación es el camino para esa independencia. Todos los regímenes fundamentalistas que aplican el apartheid de género, como el régimen talibán, lo saben y es uno de los primeros derechos de las mujeres que se encargan de eliminar.  El apartheid fue un sistema que se instauró en Sudáfrica desde 1948 hasta 1992 que consistió en segregar la población negra de la blanca para limitar sus derechos y evitar que los blancos en minoría perdieran el poder, sin este sistema no habrían podido conservarlo. Pues bien, el término apartheid de género procede del apartheid racial sudafricano e implica también la segregación y la opresión para limitar los derechos, en este caso, de las mujeres. Según Phyllis Chesler, psicologa feminista, son “prácticas que condenan a las mujeres y niñas a una sub-existencia separada y sumisa, además de que convierten a los hombres y niños en los guardianes permanentes de la castidad de sus parientes femeninas”. En este sistema macabro los hombres también son víctimas de los fanáticos talibanes que los amenazan con toda suerte de castigos si no velan por el cumplimiento de las normas por parte de las mujeres. Se convierten en vigilantes y, por ende, en acusadores ante las autoridades de las mujeres que osan transgredir estas leyes abusivas e inconstitucionales.

Kabul ya está en manos de los talibanes y las mujeres afganas, que saben lo que es vivir bajo un régimen totalitario y fanático temen que sus hijas padezcan el mismo martirio. El art. 1 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer que se redactó en 1979, dice expresamente: “A los efectos de la presente Convención, la expresión “discriminación contra la mujer” denotará toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.”

Hace 25 años esta declaración de intenciones por parte de Naciones Unidas no sirvió de mucho y, lamentablemente, opino que estas palabras se quedarán también ahora en papel mojado si los organismos internacionales se quedan de brazos cruzados.

 

Enlaces de interés

http://physiciansforhumanrights.org/library/documents/reports/talibans-war-on-women.pdf

https://es.m.wikipedia.org/wiki/Aguja_Dorada

http://www.phyllis-chesler.com/984/phyllis-chesler-on-islamic-gender-apartheid

https://www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/CEDAW.aspx

 

 

 

 

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