ANTONIO L. RUBIO BERNAL
Puerto de Albahacar, primavera 2021
¡Hola, Rosita! Heme aquí con pluma en mano y papel sobre la mesa camilla con intención de confesar desvelos; pero no creas, también me invaden dudas sobre qué pinto dale que te pego sin lograr mínima cota literaria por el uso de un vocabulario pobre y unos traspiés manifiestos, razón por la que me conformo con entretener y, si acaso, persuadir a los más osados, aunque me colme pensar que sea mi linaje quien presuma de mis alegatos mostrando mi obra, “Puerto de Albahacar” titulada, a profesores, amistades, familiares… expresando: “fruto del cerebro de Ramiro, mi bisabuelo”. Lágrimas derramo sólo con pensarlo.
Razón tendré que dar a quienes, cargados de ella, piensan que difícil será que esto, lo de la COVID, mejore por las conductas incoherentes y comprometidas que todos observamos en el día a día, y no digamos ya si deparemos en findes y festivos. ¡Qué afán de juntarse sin respetar las medidas de seguridad para correr riesgo de contagio!
Ya en abril, y sin aguas mil; la primavera, en cuatro días, ha volao. ¡Ay, aquellas Ferias de Mayo que hasta a La Dehesa me acercaba a alcahuetear el ganao! Quizá no sepas que, de siempre, hubo aquí buenos ganaderos tanto de porcino, ovino como de vacuno, se apellidasen Maya, Pasalodos, Gordillo, Sánchez-Moro, Gamero, Izquierdo, Linares o Rubio… personas respetables que con tino sabían lo que se traían entre manos. Para tu archivo: hubo un tratante, de mote “Tronera”, de nombre Vicente, oriundo de San Vicente, padre de nuestro mentor, cuya esposa, la Seña Luisa, “La Bernala” (te hablé de ella en una ocasión), le enseñó la poquita instrucción que poseyó. Él, a lomos de su caballo, salía al campo a comprar ganado; la entrega se hacía en el cebadero, junto a la Plaza de Toros; y era ella quien pagaba en su casa, ante la falta de oficio de él en el manejo de las “perras”. Así se defendieron y sacaron adelante la friolera de ocho hijos. Era la época del tándem Ciriaco y Angelita, Casino La Concordia, ¡aquellas perdices de campo, las ranas de las charcas, las criadillas del Tarro, y los espárragos de Los Picorros!; y viniesen tus padres a Puerto. ¡Aquel hombre tan chulesco, vistiendo traje, pañuelo de seda al cuello o algún otro con forma de triángulo asomando en el bolsillo superior de su chaqueta, camisa conjuntada, bien planchá, bellos sombreros Panamá, acompañado de tan elegante dama portuguesa que deviniese ser tu madre! Me la recuerdas.
Al día de hoy se me vienen a la cabeza ensoñaciones como, emulando a “Gabo” en Cien años de soledad, “Puerto no es sino una villa repleta, en su centro, de casas antiguas, abandonadas unas, amenazando ruina otras, por su dejadez, donde todo es tan reciente que lo cotidiano se nos escapa por novedoso y para entenderlo hay que recurrir a hablar entre los vecinos”. Y siendo tú pequeña, hubo aquí un alcalde, de nombre Juan y de apellido Viera, que practicó una política similar a la actual: ¡bienvenido al señorío del desbarajuste! ¿Y qué ocurrió? Pues como ocurrirá ahora, que vendría otro a arreglar el desaguisao; de ahí que, desde el dolor más profundo, proclame, cual profeta, que Puerto, dada la cantidad de borregos que moramos, preocupados sólo de zampar y callar, necesita más pastores que la trashumancia. Y qué tenemos; viajes a Fiscalía. A veces, incluso, pienso que tuviésemos derecho a tener otro pueblo, más corriente, donde se hubiese podido vivir sin tener que agradecer, donde proyectar y ejecutar nunca hubiese sido motivo de débito; por no aburrirte, olvidando chiguanas al gerifalte de turno. Es por ello que confío menos en el futuro que gato escaldao y, como dijese Landero, “vivo el presente de modo provisional”, sintiendo que la llamada de mi difunta amada, desde el más allá, sin cesar fuese: “¡Ramiro, cariño, vente pronto que te espero!” Y eso me da grima, pues aunque no sea ella quien me hable, es su voz, y yo pensando: ¡cuánto me gustaría reencontrarme contigo, mujer de mis sueños! Menos mal que me queda la memoria y recuerdo lo placentero, cuando todo mi afán era lograr la “mérula” de quien ya fuese mi novia; no vosotros ahora que nadáis en el mar del sexo, habláis de él como si fuese el pan de cada día y, sin respeto ni reparo, lo usáis y si no hay tilín, a hacer puñeta, pasó a la historia.
Y ya puestos, y dado que tú tanto me hablas de lo personal, también yo lo haré: yo fui uno más de los de mi época que estuvo enamorado de la vida; sin embargo ahora, cuando el tiempo del regocijo pasó, sólo me queda el gozo de poder ver prolongada mi estirpe en la persona de mi bisnieto, al que no sé cuánto gozaré por mi edad y por sus circunstancias.
Debo dejarte, la mesa está puesta; antes quisiera enviarte un saludo y un muak de esos tuyos a mi Rosita, la Portuguesa.
Monsaraz, primavera 2021
Hola, Sr. Ramiro, por lo leído sigue usted atento a todo, hasta de sus posibles futuros lectores y el de su obra. Respecto a la COVID, Portugal arroja ahora cifras más bajas después de toda la tragedia vivida, pero no como para bajar la guardia. La Adega de Borba, el Lagar da Serra da Ossa e A Taverna comienzan a levantar vuelo. Le agradezco de corazón que me relate curiosidades, soy tan amante de ellas, y me recuerde la época de mi tierna infancia, junto a mis padres por las Ferias de Mayo. Él sigue vistiendo igual, pincho de más, a pena é que não é a mãe que o corteja.
Sr. Ramiro, hoy se ha tirado al barro contando incluso “intimidades”, que si su lucha por la “mérula” (singular nombre, jamás lo había escuchado referido al órgano genital femenino), que si voces del más allá… Le comprendo, hay momentos que destilan esperanza, otros, sin embargo, inquietud; los unos para ansiadas ilusiones, los otros para apetecidos olvidos. Eu também sonhei, e repeti as palabras de Ruth para meu amado: “No me pidas que te deje ni que te dé la espalda, iré donde tú vayas, me quedaré donde estés, tu gente será la mía, tu Dios mi Dios, y nada excepto la muerte podrá separarnos”. Y ve a qué puerto llegó, a que una gran amiga del alma gozó de él, así que me refugio (los recuerdos, ya más borrosos), al son de The Cure o Los Planetas, en mí misma, sin nadie a mi alrededor, salvo Filipa, dispuesto no ya a escucharme sino a comprenderme. ¡Es tan difícil negociar el amor!; y cuando muere, queda secuelas, profundas heridas que no sanan fácilmente, más fondas según la edad. Y si brota el sufrimiento, eu me refugio em meus sonhos daqueles dias nublados em meu amado solsticio de inverno, mirando tras la ventana, entre mis manos el viejo tazón repleto de café portugués traído de Brasil, en los que el castillo se daba por ubicado en lo más alto, dominando un cuco barrio gótico-judío, con callejuelas donde perderse, casitas con dinteles ojivales, señal de nuestro legado hebreo, y luces sólo aptas para guiar pasos cortos.
No me pregunte cómo pero llegó a oídos de papá (imagino que por las amistades que conserva aún en la Villa) lo de nuestras cartas. Fue curioso, como cada jueves, a las nueve de la mañana, con su bica en mano, me llama para conocer la marcha de todo y antes de comenzar me soltó: “ei garota, o que você está fazendo contando nossas vidas para a cidade de Albuquerque“. Mi respuesta fue inmediata: “eu uso minha liberdade, como você de seu comportamento; bem, você tem feito muito que não tem sido do meu agrado e eu nunca abri minha boca”. No soy yo hija del todo descastada, aunque desde bien joven me tocase vivir mi vida, con momentos no del gusto de una, pero que sea precisamente él quien me llame con mis treinta y tantos al orden, pues como que no.
Si le soy sincera, llevo varios días destronaita, como se dice ahí. Recibí una carta de su nieto (¡Si se enterase su nuera!), muy educada e impropia de él por la humildad empleada, donde me solicitaba consejos para afrontar lo inmediato, convertirse en padre, y, ¡no se lo pierda!, saber si podría darle otra oportunidad con garantías, y de ser así, que pidiese por mi boca aquello que debiese hacer él para volverme a tener. Alucinante, ¿verdad? Dudé entre tirarla a la estufa, aún encendida, o guardarla en mi bolso para descojonarme de cuando en vez, pero opté por lo primero, pues pareciese una piedra que volase hacia mi cabeza y me trepanase los sesos; y mientras recordaba mi juramento: “quiero sobre todas las cosas verme libre de él”, mi mente me dictaba: “le echas mucho de menos; no te acostumbras a vivir sin él; no seas boba, no pierdas el paraíso”. A ver si cree que no es gorda, ya concienciada de que con la responsabilidad todos los devaneos, locuras y sinsentidos irían desapareciendo de mi mente y miré con qué me encuentro, e sem saber se é bom ou ruim, y auto otorgándome razones: por ser la vida una sola, se convierte en una aventura irrepetible. Incluso, con mi papá ya fuera de Vilaviçosa, tengo como sentimientos de orfandad, como cuando vivía de adolescente sola ahí; carezco de proyecto que no sea empresarial o estudiantil, y ese vacío me hace recordar aún más la ausencia de amor en mi vida, aquel julijuli que me entraba llegado el día, la hora, el instante. Tal es así que desde el brote de celos infundados de Joao, por acompañar a Mateo a recibir los pombos correio, cada vez que estoy frente a él me pongo nerviosa sólo con pensar que me pueda imaginar desnuda, y esa alucinación mía está deteriorando nuestra relación de amistad para mí, de conquista para él, ya sin quedar ni siquiera para hablar de cualquier trabajo de la Facultad. Dios mío, si no soy más que una chica morena, ni muy alta ni delgada, pelo largo matizado con mechas, grandes ojos marrones, abierta a conocer gente nueva, con espíritu aventurero, capacidad de sacrificio, y por qué estas cosas tienen que ocurrirme precisamente a mí.
Hoy, como USO la semana pasada, damos fiesta a nuestros devaneos sobre Puerto. En la lucha emprendida no caben fiestas, bastantes hubo conociendo los que ahora no cobran que la política de la que se beneficiaban tendría poco recorrido. O se está en ella o se abandona, no sólo presumir que ya van cinco meses sin cobrar y cruzarse de brazos mientras otros salen en Tele 4. Dese cuenta, pienso que no volverán a cobrar más de esta corporación, máxime barajando la Junta la disolución municipal de la Villa. En fin, ellos allá, si la papandoria peligra, serán ellos quienes deban buscarse la vida, pero los compromisos sindicales deben ser ilusionantes, eficientes y continuos, si se quiere llegar a buen puerto.
Debo dejarle. Estoy en la oficina manoseando una foto que encontré el otro día en un bolso ya retirado del uso. ¡Es tan guapo y atractivo su nieto! Y pensar que tal hombre fue mi chico. Se la hizo en Toledo, junto a El Alcázar, y tanto me gustó que la imprimí. Muchos muak, Sr. Ramiro, y no deje de escribirme, por favor. Justo ahora usted es uno de mis pilares. Jamás le olvido. Supe por el grupo que le habían vacunado y como si nada, hecho un toro. A quién va a salir su nieto. Cuánto me alegro. Muak, muak. Vamos, hoy no se quejará, de su Rosita de siempre, La Portuguesa.
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