La alcaldesa, Marisa Murillo, ha entrado esta mañana por la puerta principal del ayuntamiento, donde está Juan Pedro en huelga de hambre, y ni se ha dignado mirarle ni darle los buenos días. Hasta ahora, Murillo entraba por la puerta trasera, la que da para la plazuela, pero hoy, como provocando al funcionario y a su esposa que se encontraba allí con él, ha pasado a su lado sin prestarle la más mínima atención.
Murillo, que solo en el mes de diciembre se embolsó más de 6.000 euros de sueldo, incluyendo la paga extraordinaria. Ella gana 2.780 euros al mes, más 400 euros por asistencia a plenos y 200 por comisiones. La Diputación, donde ya la conocen bien y muchos de sus compañeros de partido no la quieren, la ha dejado fuera de la junta de gobierno y ella casi no aparece ya por allí. Es evidente que esta será su última legislatura como diputada provincial.
La alcaldesa de Alburquerque, que no tiene cargas familiares, tiene a trabajadores que tienen hijos hasta con cuatro meses de salarios impagados, mientras ni se digna a nombrarles en su mensaje navideño, ni les tranquiliza de cara al futuro. Y encima pasa por delante de Juan Pedro y ni le mira, como si la situación no fuera con ella.
Por su parte, el mandamás, el gerifalte, el culpable principal de esta situación, el ex alcalde, el sindicalista, el “progresista”, ni aparece, ni habla del estado en que se encuentran los trabajadores y sus familiares por su gestión temeraria, en la que se han fundido decenas de millones de euros sin que hayan explicado dónde.
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Portada: Murillo y Vadillo, en la noche en que ganaron las elecciones en 2019.
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