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EL DEBATE: Reflexiones sobre el tiempo

AURELIANO SÁINZ

Una de las cuestiones que siempre ha inquietado al ser humano es el constante e imparable transcurrir del tiempo, por lo que ha buscado distintos modos de comprenderlo o de controlarlo. Pero, en esta época de pandemia, cada vez sentimos con mayor intensidad que nos encontramos atrapados en un tiempo del que deseamos salir lo más pronto posible, recordando aquel en el que nos movíamos cotidianamente sin las amenazas ni las restricciones que ahora forman parte de nuestras vidas y con la esperanza de entrar lo más pronto posible en una especie de normalidad ausente del coronavirus.

El vocablo tiempo tiene muchos modos de interpretación, por lo que podemos entenderlo como los cambios que se producen en la realidad física externa, en la mental y en la corporal. Para ello acudimos al recuerdo de hechos pasados o nos guiamos por instrumentos que hemos creado como son los relojes, aunque esto no deja de ser una invención humana, dado que la naturaleza no presenta unidades de medida.

Quizás el tiempo mental -individual o colectivo- sea el que más incide en nuestras emociones, por lo que para poder conciliarnos con el paso del tiempo, que nos acerca a la muerte, en la antigüedad se crearon deidades poderosas que ayudaran a los hombres a llevar a cabo ese control sobre el mundo y la naturaleza que, en realidad, no es posible ejercer. De ahí que, por ejemplo, en la antigua Grecia atribuyeran estos poderes al dios Crono o Cronos, y que trasladado al mundo latino fuera Saturno, dios también de la agricultura y las cosechas.

Aludiendo al paso del tiempo, el artista italiano Giovanni Romanelli (1610-1662) pintó un lienzo titulado Cronos y su hijo, en el que vemos a un dios envejecido y alado portando una guadaña, instrumento que se utilizaba en las recolecciones agrícolas. En su eterno vuelo, lleva a su hijo: un bebé que, cogido por una pierna, se nos muestra aterrorizado ante la velocidad en la que se mueve el dios-padre. Contemplamos la infancia y la vejez, como los dos extremos de la vida humana y de los que no es posible desprenderse, puesto que ellos configuran la realidad de toda la existencia.

Y dentro de esos dos extremos de la existencia humana solemos dividir el tiempo que se nos escapa en tres modalidades: pasado, presente y futuro.

En la experiencia personal, hablamos de memoria o de recuerdo para aludir a los hechos vividos, ya que, si nos detenemos a pensar, comprobamos que el presente inmediatamente se convierte en pasado, de modo que para vivir en el presente tenemos que olvidarnos del tiempo o imaginarlo como el periodo comprendido entre dos momentos distintos.

Pero hay otro modo de tiempo pasado que no lo hemos podido experimentar, dado que se aleja de nuestras vivencias. Es el que nos recuerda una disciplina llamada Historia, que nos trae al presente hechos acontecidos, necesarios de comprender, puesto que sin sus explicaciones no entenderíamos bien el presente y no haríamos previsiones con cierta lógica hacia el futuro si no nos apoyáramos en las experiencias que hemos acumulado con el paso del tiempo.

Otro modo distinto de entender el paso del tiempo es el que nos proporcionan los relatos míticos o religiosos y que se difunden en las distintas culturas, aunque no se basan en los estudios rigurosos del pasado, sino en las creencias que nacen de las emociones humanas.

No quisiera dejar de lado el hecho de que el arte también ha querido explicar y plasmar el sentimiento de la fugacidad temporal. En base a ello, acudo a un lienzo de Salvador Dalí, La persistencia de la memoria, que nos hace ver cómo los recuerdos, paso a paso, se van diluyendo de nuestra mente. De esta magnífica obra he extraído los cuatro fragmentos siguientes que me sirven de pausas de este artículo.

Aparte de las obras plásticas, podemos preguntarnos: ¿Qué nos dicen los distintos autores sobre la experiencia del tiempo, es decir, del pasado, del presente y del futuro?

Las respuestas son tan variadas como las ideas que se pueden deducir del carácter de cada uno de ellos. En el campo de la literatura podemos acudir a textos cuyos títulos ya nos anticipan el valor que se le da al tiempo por parte de sus creadores. Así, la genial obra del autor francés Marcel Proust En busca del tiempo perdido no deja de ser una mirada atenta y nostálgica sobre el tiempo que se fue y que se pretende recuperar. Otra como La caída en el tiempo, de Emil Cioran, filósofo francés de origen rumano, es una manifestación abierta del pesimismo que él desarrollaba a lo largo de sus obras.

Así pues, las ideas sobre el tiempo son tan variadas como el pensamiento y el carácter de quienes han escrito sobre él. Razón por la que me parece de interés realizar una selección de breves frases que nos muestren distintas reflexiones sobre la condición humana en su relación con el paso del tiempo.

Sobre el tiempo pasado, época que se nos ha ido de las manos, y que la recordamos con nostalgia o con pesadumbre, podrían ser:

No querer saber lo que ha ocurrido antes de nosotros es como seguir siendo niños” (Cicerón, político y escritor latino).

El pasado siempre está presente” (Maurice Maeterlinck, escritor belga).

Cuando decimos que el tiempo pasado fue mejor, condenamos el presente” (Francisco de Quevedo, escritor español).

Optimismo y pesimismo se mezclan cuando miramos hacia atrás, pues, ciertamente, la vida es una mezcla de gratos y tristes recuerdos. Es lo que encontramos también en la descripción del presente:

Imagina que cada día es el último que brilla para ti, y aceptarás agradecido el día que no esperabas vivir ya” (Horacio, poeta latino).

El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He aquí por qué se nos escapa el presente” (Gustave Flaubert, escritor francés).

Se me encoje el corazón al pensar cómo todo pasa sin apenas dejar huella” (Giacomo Leopardi, escritor italiano).

El futuro o el porvenir quizás sea el tiempo no conocido que, por un lado, nos inquieta, pero, por otro, en él proyectamos nuestros sueños y nuestras esperanzas:

Solo las figuras cargadas de pasado están ricas de porvenir” (Alfonso Reyes, escritor mejicano).

Me gustan más los ensueños del futuro que las historias del pasado” (Thomas Jefferson, político estadounidense).

Me gusta el futuro porque en él voy a pasar el resto de mi vida” (Charles F. Kettering, ingeniero estadounidense).

Aparte de la descripción como pasado, presente y porvenir, también podríamos hablar del tiempo como ritmo de la vida que llevamos en la actualidad, comparándolo con el que se desarrollaba en épocas pasadas, tema apasionante si uno se acerca a los libros de Historia.

Y es que la aceleración, la urgencia, la novedad y el ritmo demencial están presentes en una forma de existencia que hoy nos deshumaniza. Así, la obsesión continua por la novedad, sin la forma pausada que nace de la tradición, nos ha llevado a un terreno en el que el impacto de las nuevas tecnologías y el afán de consumo nos envuelven sin dejarnos tiempo para la reflexión. Pero esto sería otro tema sobre el que merecería la pena escribir y debatir.

 

 

 

 

 

 

 

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