JUAN ÁNGEL SANTOS
“Hay muchas clases de monstruos en el mundo. Nunca sabes cuál te va a tocar.”
Después de conocer a los verdugos oficiales, los asalariados de la moral, resta por conocer a esos otros verdugos que encajan en la segunda definición que del término hace la RAE y, que viene a ser la que sigue: “Persona muy cruel o que castiga demasiado y sin piedad”. Una definición que abarca a una ingente cantidad de personajes malvados y retorcidos que dejaron testimonio de su crueldad y del daño causado a sus víctimas, buena parte de ellos recogidos por los anales del tiempo y, lamentablemente muchos otros, ausentes de la justicia e incógnitos para la historia.
Hay que decir de antemano que, la crueldad como la venganza o la traición, son conceptos interpretativos y sujetos a la parcialidad de los hombres y su tiempo, de manera que, lo que para algunos es cruel y vengativo, para otros es justicia y reparación, y lo que para unos es traición, para otros es lealtad. Así son propias del argot militar expresiones como “sin cuartel” o “toque a degüello”, expresiones utilizadas por las tropas españolas y que suponían no hacer prisioneros entre el enemigo, aunque se rindiera. En idéntica línea cabría colocar los bombarderos de Hiroshima y Nagasaki. Crueldad para unos, pero necesidad y contundencia para otros. “La verdadera bondad consiste en ser crueles, porque así, el enemigo, aterrorizado, se entrega más pronto y el mundo sufre menos.” escribe Vicente Blasco Ibáñez en una de sus novelas. Objetividad /Subjetividad un eterno duelo para la interpretación.
Sin embargo, desde la perspectiva de las víctimas, no hay lugar para la subjetividad. La crueldad entendida como inhumanidad, como el ánimo de provocar dolor de manera deliberada, el placer en el sufrimiento ajeno, la brutalidad sin complejos, esa crueldad no puede ser generosamente encubierta, naturalizada, ni justificada bajo la excusa del contexto o de la arbitrariedad.
Al ser tan numerosa y variada, casi interminable la lista de estos verdugos sin nómina o heraldos de la crueldad, aun reduciendo el relato a tres grupos para acotar su contenido: Asesinos, Genocidas y Maltratadores, sería preciso un artículo específico para tratar de manera más concisa a cada uno de ellos y no es este el caso.
En el primer grupo, el de los asesinos, nos encontramos con una diversidad que angustia. Desde que Caín mató a su hermano Abel por un asuntillo de ofrendas a Dios, el crimen se instaló en la humanidad como se instala en nuestra casa un animal de compañía. Emperadores como Nerón, que asesinó a dos de sus esposas, Popea y Octavia, a su madre Agripina, a sus maestros Burro y Séneca y a los apóstoles Pedro y Pablo. Reyes como Iván “el terrible”, un psicópata que empezó de niño arrojando perros y gatos desde una torre del Kremlin y terminó matando a su propio primogénito de un bastonazo. Reinas como María I de Inglaterra apodada “bloody Mary” (María “la sanguinaria”), especializada en quemar protestantes y entre cuyas víctimas se encontraría Lady Jane Grey, protagonista del magnífico cuadro de Paul Delaroche que Aureliano, utilizó, en esta misma revista, en su artículo titulado “El verdugo y la dama”. Nobles como Giles de Rais que, de mariscal de Francia y mano derecha de Juana de Arco, pasó a convertirse, probablemente, en el primer asesino en serie de la historia. Burgueses como el novelado y enigmático Jack “el destripador” o el catalán Ramón Mercader, niño rico, luego comunista y finalmente héroe de la Unión Soviética por su actividad en los servicios secretos rusos, y en cuyo currículum figura el asesinato de León Trotsky…multitud de gente corriente convertida en protagonistas de noticiarios y libros de bolsillo.
Dentro de este grupo de asesinos también podemos incluir a bandas armadas vinculadas a distintas fórmulas de terrorismo que, en nuestro país, han sido muchas desde los bandoleros andaluces y catalanes del siglo XVI hasta las numerosas bandas armadas de corte político surgidas en la segunda mitad del siglo XX y el terrorismo yihadista el siglo XXI, pasando por el pistolerismo anarquista que, como los bandoleros, tendrá sus focos principales de actividad en Cataluña y en Andalucía, en esta última bajo el signo de la misteriosa organización denominada “la Mano Negra”. Sin dejar de lado, por supuesto, el terrorismo de Estado o los asesinatos llevados a cabo por miembros de las fuerzas de seguridad del Estado.
En relación con este grupo y en el último siglo, quiero recordar tres fechas:
El 20 de enero de 1969, Enrique Ruano Casanova, joven estudiante de derecho perteneciente al FLP (Frente de Liberación Popular), torturado y asesinado por la policía de la temida Brigada Político Social, con 21 años. La manipulación informativa y la impunidad judicial harían que todo pareciera un suicidio. “Cuatro comunistas, detenidos. Uno se suicidó arrojándose desde un séptimo piso” sería el titular del diario ABC. Los autores materiales de los hechos serían felicitados por sus servicios, primero, y absueltos por falta de pruebas años después.
El 13 de julio de 1997 fallecía Miguel Ángel Blanco Garrido, concejal del PP en el ayuntamiento vizcaíno de Ermua, Tres días antes, había sido secuestrado por tres pistoleros pertenecientes a la banda terrorista ETA: Javier García Gaztelu “Txapote”, Irantzu Gallastegui “Amaia”, José Luis Geresta “Oker”, con la colaboración de Ibon Muñoa, compañero de Miguel Ángel y “chivato” de la banda. La agonía de aquellos días y la vileza del crimen desataron en España, pero, sobre todo, en Euskadi, una respuesta unánime y un sentimiento de repulsa que resonará hasta la desarticulación total de ETA en 2018. “Txapote” y “Amaia”, pareja sentimental, cumplen condena en la prisión de Huelva, tienen dios hijos en común concebidos en la cárcel y, a día de hoy, no han mostrado el más mínimo arrepentimiento.
El 11 de marzo de 2004, una fecha demasiado próxima para olvidar. Ese día, jueves, a primera hora de la mañana, cuando Madrid iniciaba una jornada rutinaria y sus habitantes bostezaban camino de sus trabajos o de sus estudios, aturdidos y hastiados por las noticias y eslóganes de una campaña electoral que terminaba, una serie de explosiones en la red de cercanías nos despertaban con una de las peores tragedias de nuestra historia reciente. El terrorismo yihadista, el fundamentalismo islámico de Al Qaeda, respondía con estos atentados a la excesiva exposición española en la guerra de Irak, dejando 192 víctimas mortales y más de 2000 heridos. A diferencia del espíritu de unidad surgido tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, lo que vino tras estos atentados fue un ejemplo de desvergüenza, manipulación informativa e interés espurio en el que partidos políticos y prensa, no supieron estar a la altura de la tragedia.
El segundo grupo, sería el de los genocidas y en él también podrían incluirse las masacres colectivas y los exterminios, es decir, los asesinatos en masa. Aquí podríamos iniciar el camino y terminarlo en un mismo punto que nos llevaría hasta Israel, partiendo de la masacre de Jericó, 1500 años a.C. y llegando hasta la ocupación de territorios y a los crímenes perpetrados por parte del Estado de Israel contra la población palestina.
A cualquier lector se le vendrán de inmediato a la mente nombres como Mao Zedong, Adolf Hitler o Josef Stalin, no en vano los tres suman 118 millones de víctimas, todas en un período de poco más de 50 años. Pero hay otros personajes y otros genocidios menos conocidos y, no por ello, menos despiadados.
Si alguien visita Bruselas es más que posible que pase junto a la estatua de Leopoldo II, rey de los belgas y responsable de uno de los procesos de colonización más duros y atroces de la historia contemporánea en el que murieron, según algunas estimaciones,10 millones de personas. Escritores como Mark Twain o Arthur Conan Doyle se convertirían en activistas contra este genocidio, el primero con su “Soliloquio del rey Leopoldo” y el segundo con “El crimen del Congo”, sin embargo, sus denuncias y esfuerzos no se verían recompensados, y Leopoldo II, moriría inmensamente rico, sin apenas ser molestado por una comisión de investigación parlamentaria. “No soy una abeja, sino una luciérnaga” dirá Mark Twain con absoluta impotencia.
Finalmente, el tercer grupo, es más variopinto, y entre los maltratadores hay que incluir a pederastas, violadores, acosadores, y todo tipo de crueldad que se ejerce por maltrato, abuso o posición dominante ya sea en el trabajo (mobbing), en la escuela (bullying), en las redes (cyberbullying)… o se ejerza contra mujeres, niños o animales. De este último me quedo con la triste y agradecida mirada de un perro en una penosa situación de abandono que fue notica hace unos días en nuestra localidad, del grupo, me quedo con el silencio en el que han vivido y sufrido las víctimas de la pederastia encubierta en el seno de la Iglesia católica. “Como Jesús utilizaré el bastón contra los sacerdotes pederastas” ha dicho el papa Francisco, Dios le oiga.
Que el tenor Plácido Domingo haya pretendido minimizar sus acusaciones de supuestas “conductas inapropiadas” bajo la normalidad del cortejo o el piropo en un tiempo pasado, puede resultar para las víctimas, insultante y repulsivo. Una vez reconocida su responsabilidad, pedido perdón a las afectadas y repudiado profesionalmente en Estados Unidos, es aplaudido en Europa y, por supuesto, en España, donde algunos lo consideran víctima y no verdugo. Es un primer paso, así se blanquean culpas como si de encalar una fachada se tratara. ¡Cuántos se irán de este mundo sin, ni siquiera, ser juzgados por el tribunal de su propia conciencia!
Bajo la recomendación de pasar página, nos hemos acostumbrado a normalizar, relativizar e incluso, familiarizar, la crueldad, por eso, a veces, ya no nos espanta. De aquellas manos blancas, del espíritu de Ermua y aquellas manifestaciones por el crimen de Miguel Ángel Blanco, no quedan ni cenizas. Del 11 M, si acaso, tenues ecos en cada aniversario para revivir la confrontación, incluso, entre las propias asociaciones de víctimas. De Enrique Ruano… ¿quién se acuerda de Enrique Ruano?
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