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Recordando a Pink Floyd

Por AURELIANO SÁINZ

Si hay un grupo imprescindible y del que es necesario hablar ese es de Pink Floyd, banda británica que se forma en la mitad de la década de los sesenta, es decir en 1965, con Syd Barrett (voz y guitarra), Roger Waters (bajo) Nick Mason (batería) y Richard Wright (teclados).

El nombre lo adoptan tomando como referencia el de los bluesmen Pink Anderson y Floyd Council dada la admiración que sentían por ellos. Por la influencia de Syd Barret, inicialmente su música está ligada con el blues y la psicodelia; de todos modos, la adicción de este último a las drogas da lugar a que sus compañeros consideren que no debe continuar con ellos, por lo que en 1968 es sustituido por David Gilmour, incorporándose como el cuarto miembro permanente del grupo.

A partir de entonces, serán Roger Waters y David Gilmour los líderes indiscutibles de una banda que asombró a todo el mundo por un sonido que empezó a llamarse inicialmente rock sinfónico y también rock progresivo.

Antes de continuar con el relato sobre Pink Floyd, quisiera decir que puesto que soy profesor de educación artística y de imagen desde hace tiempo he ido publicando los estudios que he realizado de las grandes portadas de discos, especialmente cuando aparecían en el formato de vinilo. De este modo, al abordar la música en esta sección me centraré de modo especial en algo que no suele hacerse en nuestro país como es explicar quiénes fueron sus creadores y los diseños que tuvieron las portadas.

Por otro lado, y puesto que ha sido muy interesante la participación y aportación de los lectores y lectoras en los comentarios, se puede hablar de aquellas canciones que a uno le guste, aunque no tenga una relación directa con el tema abordado. Esto lo hemos comprobado en el artículo anterior (‘Hace 50 años’), en el que incluso se llegó a hablar de flamenco y de La Niña de los Peines.

También indico que seré breve en las explicaciones que daré de los discos y sus portadas, para no abrumar con datos que no tienen sentido en un medio digital.

Y volviendo al grupo Pink Floyd, de su discografía he seleccionado siete álbumes que van desde 1969 hasta 2014, un recorrido de 45 años, lo que nos da una visión de la longevidad y capacidad creativa del grupo.

Comienzo por Ummagumma, el doble elepé que el grupo británico lanzara en 1969, una vez que Syd Barret había abandonado la banda.

La portada fue diseñada por Storm Thorgerson y Aubrey Powell, creadores de la agencia de diseño denominada Hipgnosis, a partir de distintas fotografías que habían tomado del cuarteto. Ambos diseñadores se basaron en los espacios repetitivos que visualmente se alejaban para crear una sensación de espacio profundo.

Cuando, allá por el año setenta, escuché en la radio el disco Atom Heart Mother de Pink Floyd me quedé fascinado. Era la primera vez que oía a la banda británica, y su brillantez me impresionó tanto que muy pronto fui a adquirirlo. Bien es cierto que, posteriormente, el grupo sacaría otras obras maestras, pero yo no puedo olvidar esa primera cita con un grupo que ha dejado una impronta tan grande en el mundo del rock.

La portada, aunque parezca una provocación, se convirtió en un referente que aún puede contemplarse en algunos sitios. Creada por Hipgnosis (que era la contracción de Hipnosis y Gnosis, dos términos de origen griego) nos muestra una vaca que pasta en el campo y que, tomada con un gran angular, gira la cabeza para mirar al espectador.

En 1973 llegaría el gran impacto musical de Pink Floyd con Dark Side of the Moon (El lado oscuro de la Luna). El disco fue el resultado de una gran experimentación de efectos sonoros y con canciones que abordaban la temática del individuo abocado a la locura por las presiones de la sociedad. Si hubiera que seleccionar un tema, indudablemente, habría que citar Money, cuyos sonidos de tragaperras dan lugar a que rápidamente se le identifique.

No solamente fue un magnífico disco, sino que también la portada responde a un excelente diseño conceptual, en el sentido de que se intenta, con los mínimos elementos gráficos, reflejar metafóricamente el contenido de las canciones. Así, sobre un fondo negro, vemos un rayo de luz blanco horizontal que atraviesa un prisma triangular, por lo que acaba descomponiéndose en los colores primarios y secundarios, tal como acontece con la formación de los arcoíris. Otra portada que se convirtió en un icono mundial.

Dos años después, en 1975, aparecería Wish you were here (Querría que estuvieras aquí), el octavo álbum de estudio de Pink Floyd. Allí se encontraban temas inolvidables, como el que da título al álbum o Shine On You Crazy Diamond, que se presenta al principio y al final del disco.

La banda encargó de nuevo a Hypgnosis el diseño de la portada. En el estudio imaginaron el encuentro de dos hombres de negocios, uno de los cuales aparece devorado por las llamas, al tiempo que el otro, indiferente a lo que está ocurriendo, le saluda dándole la mano. Es, en gran medida, lo que acontece en el mundo de los negocios: saludos, apariencias y falsas sonrisas. Para poder llevar adelante la idea, acudieron a dos especialistas del cine habituales de las grandes producciones. Así, el hombre en llamas es el actor Ronnie Rondell, al que pagaron 500 dólares de entonces por su trabajo. Quien le daba la mano, Danny Rodgers, que recibió exactamente la mitad.

Sin lugar a duda, podemos decir que los 70 fue la década de Pink Floyd: así, Animals, apareció en 1977. Magnífico disco, aunque no alcanzó la brillantez de los citados.

La imagen de la portada de este disco es bastante surrealista, ya que aparece un cerdo flotando entre dos de las chimeneas de la estación eléctrica Battersea Power Station. La razón de utilizar a un cerdo hinchable se debe a que la canción ‘Pigs on the wind’ abría y cerraba el disco. Lo anecdótico fue que debido al fuerte viento que hacía aquel día se rompió el cable que sujetaba al cerdo por lo que quedó volando por el cielo de Londres. A partir de entonces, Algie (que era el nombre que le habían puesto) formó parte importante de la escenografía de los conciertos de Pink Floyd.

Damos un gran salto temporal para ubicarnos en 1994, año de la aparición de The División Bell, que sería el penúltimo disco de Pink Floyd.

A pesar de alcanzar el número uno en Estados Unidos y en el Reino Unido y vendido doce millones de copias, recibió duras críticas por parte del propio Rogers Waters, que se había marchado de la banda en 1985, diciendo que el disco era una “basura”. Lo cierto es que la vacua pomposidad que Pink Floyd mostraba en sus últimas producciones musicales estaba muy alejada de la imaginación y belleza de sus primeros discos.

De todos modos, la creatividad de Storm Thorgerson continuaba viva. En el caso de The División Bell nos muestra dos grandes rostros de tipo escultóricos enfrentados el uno al otro y manteniendo una clara simetría y aludiendo a la ausencia de Syd Barret y de Rogers Waters. Ambos rostros se encuentran en un campo que deja ver, al fondo y entre las bocas, una abadía medieval.

En el año 2014 apareció el último disco de estudio de Pink Floyd: The Endless River (El río sin fin). Disco superficial en el que se repetían algunos de los temas ya creados y en el que no aparecían ni el teclista Richard Wright ni Roger Waters.

La portada no fue realizada por el gran creador Storm Thorgerson, que había fallecido en 2013; en esta ocasión, se le encargó al artista egipcio Ahmed Emad. En el montaje fotográfico vemos a un hombre con camisa abierta que se encuentra atravesando en una barca un mar de nubes camino hacia el sol.

Triste final de una banda magnífica cuyo declive comienza cuando Roger Waters se marcha por diferencias políticas con el resto de la banda (Roger Waters era un gran defensor de la causa Palestina) y el resto continúa repitiendo fórmulas ya experimentadas con anterioridad.

 

 

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