A Antonio Aparicio, referente alburquerqueño actual de la valentía plasmada en la expresión escrita, libre de miedos al qué dirán y a sus posibles consecuencias.
Gratificado por tu franco sentir y tus atinados comentarios. De corazón.
ANTONIO L. RUBIO BERNAL
-Domingo, 16 de agosto; celebramos San Roque –de pequeños añadíamos “con el palitroque”-, patrón de los peregrinos y de los contagiados por epidemias – ¿no me digas?, ¡qué actual!-, sin que nuestro cataclismo económico haya sido objeto de repudio o desaprobación por parte de ningún representante del (des)gobierno local. Y no faltará quien denueste a mi persona alegando la reiteración de contenido; deviene como las lentejas: “quien quiere las come y quien no, las deja”.
Pudiera ser que pudiese que también mis escritos, por osados pero no descorteses, molestasen; pues ¡oye, que pique billete a quien el oído le retumbe!; nada ni nadie les obliga a perseverar entre mis leedores –supongo que a algunos el apego a la poltrona o a sus haberes derivados les hace persistir en la lectura-. Servidora, “Rosita, la portuguesa” –así me llaman, por mi estirpe-, de permanecer muti, nada de nada – ¡humillante sería, mientras aquí todo se desmorona!-, en pro de dorar la píldora a quien no es santo de mi devoción. Papas me da la persona antedicha. Y como dijese mi maestro, D. Francisco de Quevedo y Villegas -para los próximos, “Franquevi”-: “No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, o ya la frente, silencio avises, o amenaces miedo”. Nunca lo olvide, siempre hay un Aquiles que, agazapado, espera en la sombra.
De manual. Dos planos: el personal y el institucional. Del primero, revelo mi parecer: por tener desgracias hasta contamos con una cierta corta visión de los convecinos, no percibiendo que consumir, comprar o invertir aquí deviene única fórmula de hacer sostenible nuestras vidas en este medio. No me pregunte a mí el porqué; pregúnteles a ellos. Reivindico el comercio local; aunque nuestro consumo no cambie el pueblo, a buen seguro posibilitará que podamos continuar viviendo en él. Y no va por donde la canción de Def con Dos: “¡interesa que consumas más de lo que necesitas para que siempre les debas y sean otros los que trincan!”. En absoluto. Me relaja cantar. Prosigo: su gasto, y el mío, ayudan a nuestros comerciantes y hacen que podamos sentirnos cómodos, solidarios, no sólo con ellos sino también con todo nuestro municipio. Debiera escribirse una tonadilla con letra de esta guisa: “Eh, tú; sí, tú, que lees o paseas; tenderos, bares y mecánicos luchan por tu aldea; porque tú y yo queremos seguir viviendo en ella. Eh, tú; sí, tú, ni te rías ni te hagas el longuis; no son gansadas ni sandeces, es por ti, por tu hábitat, tu futuro y tu gente…”. Lo reconozco, no nací para poetisa, sí para el álgebra. El comercio no sólo tiene que apoquinar impuestos, también debe ser receptor de derechos, como el de recibir nuestro respaldo. ¿No nos hemos enterado aún de lo esencial? Diría el “ínclito” –así alguno le llama-, “señor Ramiro”: “¡Ay, puertoalbahaqueños, bien duros sois de mollera!”. Con cada euro que gastemos aquí, aspiraremos a la supervivencia de todos. Nada cuesta ejercitar el boca a boca para compartir la experiencia de gastar los peculios en este feudo. Después del parón de la Covid, sector que más está sufriendo esta pajolera crisis.
El institucional, risa me causa. Les pregunto, ¿qué se puede esperar de este “paraíso del desgobierno”, “edén del infortunio” y “lodazal de la desventura”? Si sólo fuese comercio y hostelería los asfixiados y sin estímulos, concluiríamos: en parte se debe al comportamiento del total de los vecinos. Pero no, el aprieto es total; la desdicha empuña el cetro. Éstos porque dependen directamente del potencial económico del vecindario y del sector turístico –los primeros sin cobrar y los segundos sin venir-; pero, ¿qué opina – lector tenaz si hasta aquí ha llegado-, del sector agrario y ganadero? Seré breve: a todos se les niega, sin cortedad, el espaldarazo de nuestro cabildo. Se estila: al revés que a los demás vecinos de la zona. Lo que otros apoyan con campañas y recursos, aquí se deja en mano de AECA (Asociación de Empresarios y Comerciantes de Alburquerque) para que sea la portadora del pendón de la esperanza. ¡Manda narices!, dejando a su libre albedrío imaginarse cualquier otra parte de la anatomía humana. Encima no soy yo de las que exijan: ¡mejóremelo! No; sólo les pido que me los iguale. ¿Por qué aquí no? Y a la postre, a nuestros representantes se les hace cuesta arriba aceptar que económicamente no hay otro eje por donde hacer girar la rueda: comercio local, pequeño comercio, único medio eficaz para impulsar nuestro desarrollo; motor impar para distribuir nuestra escasa o copiosa riqueza. ¡Mire qué coña!, siempre igual. Como para exigirles compromiso con la transformación digital, partiendo de las necesidades de la clientela y diseñando soluciones para cubrirlas. Motivo más de enojo para mi cuerpo serrano, acostumbrado al olvido, la incoherencia, la estupidez y la desdicha de quienes debiesen velar por la salvaguardia de todos, día sí y otro también. Atinado estuvo A. Einstein al opinar que “el mundo es un lugar peligroso, no a causa de los que hacen el mal sino por aquellos que no hacen nada para evitarlo”. Apelo a la conciencia de cada cual.
¿De la Covid? Alguno trata de saber más que cualquier epidemiólogo. Me río yo. El tic tac para la segunda ola sigue su curso sin que aquí nadie mueva baza. Somos el país europeo que peor ha gestionado la pandemia, y pareciese que optásemos a repetir éxito en segunda vuelta. La incoherencia sigue reinando. Por favor, cuídate, extrema precauciones, da ejemplo. Entre todos podemos hacer mucho. Feliz domingo.
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