Por AURELIANO SÁINZ
Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan) es un lema que se está extendiendo no solo por el país más poderoso del planeta, sino también por otros muchos en los que hay gente que se encuentra indignada por las imágenes de la grabación y, posterior difusión, de la terrible muerte sufrida por el ciudadano de raza negra George Floyd en Minneapolis a manos de un policía blanco.
Y es que, a pesar de que la población negra estadounidense lleva siglos en este país, el racismo que sufre, y que un indeseable presidente como es Donald Trump lo fomenta, o al menos no hace nada por combatirlo, pervive como una lacra.
No voy a extenderme sobre esta cuestión, dado que desde hace años, como miembro de Amnistía Internacional, venimos denunciando el racismo al ser uno de los atentados más habituales a los Derechos Humanos. También de modo personal, ya en el año 1993, publiqué el libro Signos y cultura de la violencia, en el que exponía las formas de violencia que se dan en las sociedades contemporáneas. Así, en uno de los capítulos hablaba, por entonces, de la muerte sufrida por el joven negro Rodney King. De ese capítulo extraigo un par de párrafos:
“En el mes de mayo de 1992, por las cadenas de televisión norteamericanas aparecen las imágenes de un vídeo doméstico tomadas por un aficionado y que serán el revulsivo de una de las grandes explosiones de tipo racial más fuertes de las últimas décadas. El vídeo muestra el apaleamiento que cuatro policías blancos descargan sobre un hombre de raza negra, Rodney King, tras ser detenido conduciendo un coche…”
“La posterior sentencia absolutoria por parte del Tribunal que juzgó a los policías desató una ola de violencia como respuesta a lo que un sector de la población estadounidense, la población negra, consideraba una humillación y una manifestación clara de racismo”.
Casi tres décadas después se repite la indignación al ver la brutalidad de una parte de la policía, mayoritariamente blanca, y cómo actúa contra la población negra, con la que descargan los odios que el racismo genera.
Ese odio lleva implícito un sentimiento de xenofobia, como si los negros de ese país no fueran también estadounidenses. Bien es cierto que sus antepasados fueron llevados como esclavos desde África. Y ese estigma no ha desaparecido, a pesar de que es imposible entender la formación y el desarrollo de Estados Unidos sin el trabajo de la población negra. De igual modo, la identidad de la nación está construida con sus aportaciones, sea en el ámbito deportivo o en el cultural: cine, literatura, arte y, especialmente, en la música.
¿Qué son el góspel, el blues, el jazz, el soul, el R&B, el hip-hop, etc., sino ramificaciones de las músicas tradicionales que, como medio de supervivencia, los esclavos negros llevaron consigo a las plantaciones en las que usaban los sonidos procedentes de la tierra de la que fueron arrancados?
Por mi parte, también quisiera manifestar mi indignación ante las expresiones racistas, al tiempo que rendir un pequeño homenaje a la música negra estadounidense con una selección de ocho cantantes a los que considero imprescindibles, dentro de los numerosos nombres que podrían aparecer. Y los citaré seleccionando algunos de sus discos más conocidos.
La mayoría de la música negra americana se basa en el blues, cuyo significado es el de melancolía o tristeza. Su origen se remonta a las comunidades afroamericanas del sur de los Estados Unidos, a partir de las canciones de trabajo y de los espirituales que se cantaban en los templos de población negra. Los pioneros de este estilo musical habría que situarlos a comienzos del siglo pasado, aunque con el paso del tiempo, se comenzó a utilizar la guitarra eléctrica en vez de la acústica. Ne me queda más remedio que citar a uno de los más famosos bluesmen: B. B. King, al que tuve la suerte de conocer cuando contaba con ochenta años en una memorable actuación en la plaza de toros de Córdoba.
Otro de los estilos de la música negra es el jazz. Sería muy extensa la lista de músicos a nombrar, pero en este caso quisiera traer al trompetista Miles Davis, quien, en el año 1959 publicó uno de los álbumes más relevantes de la historia del jazz. “En el momento en el que se grabó, Kind of Blue fue una revolución por sí mismo. Volviéndole la espalda a las progresiones de acordes tradicionales, Miles Davis utilizó escalas modales como punto de partida para la composición y la improvisación”, nos dicen en el número especial de la revista Rolling Stone dedicado a los 500 mejores álbumes de la historia.
Cuando se habla del soul es inevitable citar a la gran Aretha Franklin. Como suele ser habitual en los cantantes negros, comenzó con los espirituales de la parroquia de su comunidad. Pasados los años, ficha como cantante de soul en Atlantic Records, donde despliega todas sus energías por las músicas que la apasionaban: el góspel y el rhythm & blues. De esa conjunción nace su espléndido tercer disco con el título de Aretha: Lady Soul, en el que se encuentra su inolvidable Chains of Fools. En resumen: diez magníficas canciones que la coronaban dentro del soul y de cuyo trono nunca se bajaría.
Otro de los grandes es Marvin Gaye, a pesar de que tuvo muchas dificultades para publicar What’s Going On, su gran obra maestra, en el sello Motown, ya que Berry Gordy, fundador del sello, no estaba precisamente encantado de que en el disco se hablara de derechos humanos y del medio ambiente allá por los años setenta. Pero Gaye prometió no volver a grabar en la Motown a no ser que What’s Going On se editara en single. Resultado: un gran éxito que forzó a que poco después el álbum se editara completo. A pesar de su corta vida, ya que falleció a los 44 años, su obra musical es inolvidable.
¿Podemos incluir a Michael Jackson en una lista de música negra? Ya sabemos todos su trayectoria, su tormentosa vida y su deseo de cambiar de color de piel que acabó en un verdadero desastre. Pero no lo podemos dejar fuera, especialmente cuando se trata, por ejemplo, de Thriller que fue durante mucho tiempo el disco más vendido de la música popular, con la mareante cifra de 33 millones de copias. Creo que poco se puede añadir a todo lo que se ha dicho de esta joya que se ayudó de un magnifico videoclip para escalar a una fama inusitada.
Ya ha cumplido 70 años el gran Stevie Wonder, uno de los más conocidos cantantes negros. Ciego de nacimiento, su éxito es tan abrumador que a lo largo de su vida musical ha vendido más de 100 millones de discos. Pero no solo ha sido su trayectoria como cantautor, sino también como activista social en pro de los Derechos Humanos, y lógicamente, en contra del racismo, tal como le fue reconocido por las Naciones Unidas, cuando se dijo que “el activismo de Stevie Wonder ha ejercido una influencia fundamental en acontecimientos ocurridos en los Estados Unidos y en el mundo”.
Quisiera cerrar este recorrido con dos cantantes negras: Tina Turner y Tracy Chapman. Y uno puede preguntarse: ¿Hay alguien que no conozca a Tina Turner, aunque solamente fuera por aguerrida figura en los escenarios? Aunque parezca mentira, Tina Turner ya ha cumplido los ochenta años, dado que nació el 26 de noviembre de 1939. Su trayectoria como cantante, compositora, bailarina y actriz ha sido impecable. De todos modos, yo siempre la recordaré con el tema River Deep-Mountain High (Río profundo-Alta montaña) que grabó con quien fuera su marido cuando formaban el dúo Ike & Tina Turner. Me trae la nostalgia de mis años de estudiante en la Universidad de Sevilla.
He hablado de los distintos estilos de la música negra estadounidense. A esta pregunta habría que añadir que también hay algunos artistas que han entrado en el denominado folk, aunque, ciertamente, son pocos. Entre ellos se encuentra Tracy Chapman, gran cantautora, con una inclinación por las letras de tipo social. De ella, destacaría su primer álbum de 1988 que lleva su propio nombre. Ahí, por ejemplo, se encuentra Talkin´ ´bout a revolution, que bien podría escucharse en estos días en los que una parte de la población estadounidense se rebela contra el racismo que, de algún modo, protege Donald Trump.
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