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Sale un especial de AZAGALA sobre el estado de alarma en Alburquerque

Acaba de ver la luz el número 113 de la revista AZAGALA en el que hablamos principalmente de cómo hemos vivido el confinamiento y estamos viviendo la desescalada los alburquerqueños. Así, entre otras muchas cosas, contamos quién pudo ser la persona residente en Alburquerque que tuvo el coronavirus cuando aún no se conocía el Covid-19; los actos más curiosos para combatir el aburrimiento y animar al vecindario, los perjuicios a los autónomos locales, sector a sector; cómo ha afectado a nuestros campos… Entrevistamos a la alburquerqueña a la que le dijeron que era positivo sin hacerle la prueba y estuvo en aislamiento sin poder ver a su familia y publicamos un reportaje de otra vecina que “rodeada por el virus, le miró a los ojos y le plantó cara”. También hablamos del ritual de los aplausos de cada tarde o de los momentos que quedarán en la historia de Alburquerque.

La gran curiosidad de este número, la coincidencia “perfecta”, aparece en el artículo de Julián Cano acerca de una epidemia que se cebó con Alburquerque, allá por 1897. Atroz el relato de las consecuencias que tuvo para los vecinos de nuestra villa.

En las Cartas a AZAGALA, podrán leer una hermosa que le dedica Esmeralda Valle a su padre, Santi, que nos dejó aún en la flor de la vida, cuando le quedaban muchas palabras que decir y muchos momentos que vivir con su familia, como dice con dolor pero también con la rabia de su pérdida, esta buena hija que firma la carta.

Otra carta es de José Manuel Viles hacia sus padres alburquerqueños, porque ambos se marcharon durante el cruel mes de marzo, así como la de Agustín Fuentes –precioso escrito- hacia su querido tío, Agustín Piñero. Como no podía ser de otra forma, Agustín, auténtico gurú musical, escribe de su entrañable tío con el sonido de una canción de fondo: “Le llamaban Charly, la encontré en la calle tendida y lloró de hambre…”. (Por cierto, quienes aparecen en la foto antigua con Agustín Piñero son sus dos sobrinos: el autor de la carta y su hermano).

El reportaje especial lo dedicamos a Pepe Leal, mítico músico y padre del presidente del Colectivo Cultural Tres Castillos. Un gran hijo para un gran padre…

Termina la sección de cartas con tres muy interesantes: una de Amparo Teomiro en la que dice que la Semana de Pasión de este año ha sido la más auténtica de su historia; otra de Antonio Aparicio, un alburquerqueño valiente pero sobre todo muy sensible y preocupado por la situación que vive Alburquerque; y finalmente Esteban Santos dedica un homenaje, muy bonito, a su amigo Giles, con recuerdos de la infancia de ambos.

Luis González Soto escribe con su pluma ágil y envidiable del maestro Pola y cuenta cosas inéditas sobre la vida de aquel legendario director de la Banda de Música, en sus años dorados.

Para releer una y otra vez está el artículo, enorme, de Víctor Píriz, en el que traza uno de los relatos más certeros que hemos leído jamás sobre la agonía del vadillismo.

Vicente Martín, siempre con la nostalgia a flor de piel, escribe sobre los “Malos tiempos” que vivimos, mientras Mariano Armijo, en otro de sus artículos para enmarcar, dice que “nuestro particular príncipe destronado optó por empobrecer a sus vecinos, hacer un pueblo a su medida, de ciudadanos libres sin serlo, callados y sometidos…”. Impresionante su análisis… “La pobreza como medio”, su título.

Y luego llega Elías Cortés, y echa la vista atrás, y con su sabia pluma, nos llena de gozo con una narración sobre su Bachillerato en Alburquerque, y recuerda a sus profesores, a sus compañeros, a las chicas estudiantes que “nos daban sopas con hondas a la hora de clavar los codos, mientras nosotros cazábamos moscas y musarañas…”.

Una codoserana, Esperanza Pírez, nos regala un hermoso poema a la “Primavera confinada”, mientras Antonio Rubio relata el tiempo de confinamiento a través de sus “Reflexiones dominicales”. Palabras precisas en estos tiempos, pero también agudas e incómodas. Genial el menor de los “Tronera”, que nos recuerda, cómo no porque siempre caminan y cabalgan juntos, a su hermano Emilio.

Juan Díaz sigue con los carros antiguos y nos desvela una anécdota curiosa. Teo Collado rebusca en un “pasado mejor” y Eugenio continúa relatando su visión de la guerra civil y de los “juegos y canciones en la villa de Alburquerque”.

Nuestro fichaje de lujo, Juan Ángel Santos, se atreve a relacionar un episodio de la historia con un destino diferente para Alburquerque: “en toda época florecen los héroes, valientes salidos de la tierra, de entre el pueblo que no claudica…”, mientras Fernández-Tejeda sigue con la historia del castillo de Luna. Por su parte, Pablo Bozas, continúa con la historia del rock en Alburquerque desde los 80, una recopilación necesaria y para conservar siempre.

Homenajeamos a Quini Márquez por su faceta creativa y el talento que demostró en vida, tanto en el aspecto teatral como en la narrativa y, en general, dedicamos una página a quienes se fueron durante la pandemia.

Terminamos con la noticia también triste del cierre de El Tablao, un pub que fue un “bombazo” y explicamos los motivos de ese gran éxito, mientras Francisco Luis Gutiérrez nos refresca al final con su sección de “El rostro del mes”, Eva Pérez López.

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Fotografias. Vistas parciales de páginas interiores de este número de AZAGALA

 

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