¡Al ocalito! ¡Al ocalito!, se gritaba hasta hace unos años en el campo de fútbol para amenazar al árbitro que el público entendía que perjudicaba al Alburquerque. Los aficionados se referían al enorme árbol que existía al lado de donde está hoy la caseta del estadio municipal.
Había antes personas, y aún las hay, que llaman “obispas” a las avispas. De hecho, hay una anécdota curiosa que le ocurrió a un conocido apicultor en Alburquerque, al que una persona preguntó en los primeros años del negocio: “¿Qué tal llevas lo de las obispas?”. Y eso que, como es sabido, los apicultores trabajan con abejas no con avispas.
“Voy a obrar”, se comentaba en referencia a que iba a cagar, o hacer de vientre, por decirlo de forma más “fina”, o como escribe Eugenio López en la definición de obrar: “exonerar el vientre”. Por cierto, “hacer el oficio” también era cagar.
Ostin era una palabra muy utilizada entre los niños para expresar sorpresa, alegría o incluso miedo. A veces se decía “¡ostin gana!”, e incluso “¡ostin ganana!”.
Ombrigo por ombligo, ¿onde vas? en lugar de ¿a dónde vas?, ¡órdina!, interjección que indica sorpresa, y voy a orear la ropa, para referirse a ponerla al aire, son algunas de las palabras que empiezan por la letra “o” y que incluimos en una nueva entrega del trabajo de Eugenio López Cano sobre El habla alburquerqueña, que el lector puede encontrar desde el principio en la sección CULTURA de esta edición digital de Azagala.
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Portada: Alburquerqueños, con sus bicicletas, en el castillo de Azagala.
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