Por AURELIANO SÁINZ
En alguna ocasión me viene a la cabeza el final de la inmortal obra de Miguel de Cervantes que todos conocemos, aunque solo sea de oídas. Y es que don Quijote cuando se acercaba a sus días terminales recobró la lucidez, por lo que en el último capítulo titulado ‘De cómo don Quijote cayó malo y del testamento que hizo y su muerte’ leemos las siguientes palabras:
“Señores -dijo don Quijote-, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño. Yo fui loco y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha y soy ahora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno. Pueda con vuestras mercedes mi arrepentimiento y mi verdad volverme a la estimación que de mí se tenía, y prosiga adelante el señor escribano”.
¿Y a cuento de qué traigo estas sensatas palabras de quien a las puertas del final de su vida reconoce que sus andanzas como caballero que deseaba enmendar los entuertos que veía a su alrededor, aquellos por los cuales confundía los molinos de vientos con gigantes, y buscaba desfacer todos los agravios que él encontraba en su camino?
La verdad es que cuando, al cabo de los años, escucho decir por parte de quienes promovieron la hospedería en el Castillo de Luna que todavía es un proyecto pendiente de cumplirse, se me viene a la mente la figura de quien enloqueció leyendo libros de caballería, pero que, en su caso, recobró la lucidez y reconoció que sus andanzas habían sido únicamente producto de su propia mente, por lo que tuvo unos instantes en los que desea que volviera la estimación que se le tenía cuando estaba cuerdo.
Pero aquí, en Alburquerque, parece que algunos siguen enfrentándose a ‘molinos de viento’, cuando la propia Junta de Extremadura dio el carpetazo final a un proyecto absolutamente disparatado que había sido apoyado por la corporación anterior, y que se cerró cuando entró a gobernar otra fuerza política que entendió que las tres alegaciones que presentamos la Asociación para la Defensa del Patrimonio estaban cargadas de razón, dado que el proyecto contravenía muchas de las normativas que protegen los Bienes de Interés Cultural, como sucede con nuestro Castillo de Luna que es Bien Cultural desde hace casi un siglo.
Pero la sabiduría que desprende la obra de Cervantes no se acaba con el momento de claridad que tiene Alonso Quijano el Bueno, sino que, como todos sabemos, en su historia de locura le acompañaba su fiel escudero Sancho Panza, quien, por un lado, intentaba que entrara en razones, pero, por otro, como buen pragmático que tiene puesto los pies en el suelo sabía también buscar su provecho en muchas de las situaciones.
Es por ello, que en capítulo al que he aludido, cuando don Quijote se encuentra en sus últimos momentos, podemos leer el siguiente párrafo:
“Cerró con esto el testamento y, tomándole un desmayo, se tendió de largo a largo en la cama. Alborotáronse todos y acudieron a su remedio, y en tres días que vivió de este, donde hizo el testamento, se desmayaba muy a menudo. Andaba la casa alborotada, pero, con todo, comía la sobrina, brindaba el ama y se regocijaba Sancho Panza, que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto”.
Leyendo estos párrafos pareciera que la vida, en ocasiones, se asemeja al ‘eterno retorno’ del que nos hablaba Nietzsche, por el paralelismo que hay entre don Quijote y su escudero y lo que acontece en Alburquerque, puesto que ya muerto políticamente el antiguo primer edil, ahora su fiel escudera no tiene problemas en heredar ‘el proyecto de la hospedería’, tal como manifiesta en su discurso de fin de año.
Y es que la locura, o cierta falta de cordura, todavía no ha desaparecido de algunos personajes que rigen los destinos de Alburquerque, dado que de nada les sirve las Normas de Edificación, de Urbanismo, de Protección de los Bienes Culturales, etc., ya que piensan que una vez que han sido elegidos no son representantes que están al servicio del pueblo; sino que es el propio pueblo y sus bienes patrimoniales los que están al servicio de ellos.
¡Ah!, y no se me olvida que en caso de confirmarse la compra del Castillo de Azagala (que por cierto es propiedad privada), nos encontraríamos ante una de las grandes noticias para los alburquerqueños que amamos nuestro Patrimonio.
Como aclaración a quienes no se enteran, en el caso de que los nuevos propietarios quisieran destinarlo a hospedería, sería necesario realizar un proyecto de restauración y nuevos fines, firmado por un arquitecto y que habría que presentarlo a la Delegación de Patrimonio y al Colegio de Arquitectos, para que este organismo profesional e independiente comprobara que se cumplen todas las normativas.
Y es que, a pesar de algunas deficiencias que presentan ciertos organismos, ya no nos encontramos en un país en el que tenga que prevalecer la idea del “yo me lo guiso y yo me lo como”, tal como ha regido largo tiempo en un bello rincón de Extremadura.
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Nota: La ilustración de este escrito se corresponde con el fotomontaje que realizamos en Adepa y que acompañaba al recurso que presentamos a la segunda versión del proyecto de la hospedería, ya que se presentaron tres versiones distintas.
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Foto 2: Túnel de acceso al castillo que ha quedado rodeado de hormigón desvirtuando así su origen histórico.
Foto 3: Obras de vaciado de los baluartes donde acabo construyéndose un centro de interpretación de la Edad Media y los Castillos, y que el ex alcalde se ha negado a abrir.
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