Por AURELIANO SÁINZ
Nos encontramos cerca del 22 de diciembre, fecha muy popular en nuestro país dado que en ella se celebra el sorteo del afamado ‘Gordo de Navidad’, y ya llevamos un tiempo viendo los anuncios de la Lotería de Navidad, puesto que la publicidad se planifica con suficiente antelación para que sea todo un éxito. Esto es lo que se ha venido haciendo desde los años en los que aparecía ‘el Calvo’, que se mantuvo hasta el 2005, y que nos anunciaba la llegada de tan magno evento, muy inserto en la tradición de las familias españolas.
En esta ocasión, bajo el lema de “El sorteo que nos une”, Loterías y Apuestas del Estado ha lanzado cuatro anuncios, o spots publicitarios, que encargó a la agencia Contrapunto BBDO para estas Navidades de 2019. Por su lado, Jesús Huerta Almendro, presidente de Loterías y Apuestas del Estado, en la presentación de la campaña, entre otras cosas, comentó: “Con ellos queríamos pisar el suelo y que cada uno se viera reflejado en esas historias con lo que nos pasa por la calle”.
No tengo yo muy claro que “eso es lo que nos pasa en la calle” sea totalmente cierto, pues cuando salgo fuera de casa, aparte de caminantes, digamos, normales, también encuentro gente sin techo que se cobija con alguna manta y cartones en los suelos en las entradas de algunos bancos, a jóvenes de tez muy negra que, procedentes del África subsahariana y apostados en los semáforos, ofrecen pañuelos de papel o ambientadores, a hombres muy mayores que sentados en la entrada de los ‘mercadonas’ extienden sus manos con un pequeño canastillo para recibir algunas monedas…
En la calle, o en la vida cotidiana, suceden muchas más cosas de lo que se nos narra en esos cuatro cuentos navideños; por cierto, construidos muy en la línea emotiva de los relatos del escritor Charles Dickens. Aparte de que la agencia publicitaria Contrapunto BBDO los ha realizado no con la intención de entretener y moralizar, sino con la de persuadirnos o seducirnos a los receptores y lograr la máxima venta de décimos de la Lotería de Navidad.
Esto no lo debemos nunca olvidar cuando vemos anuncios de marcas o productos comerciales, ya que también se utilizan los sentimientos en las campañas publicitarias para potenciar la venta de aquello que se promociona.
Sé que más de uno que haya visto por televisión o por internet cualquiera de esos spots y se haya emocionado con ellos ahora pensará: “Ya está aquí este aguafiestas a ponerle pegas a unos anuncios en los que, en vez de insistir en el consumismo y potenciar el individualismo, se plantea el amor como fondo de unas pequeñas historias cotidianas que pueden ser reales”.
Lo siento, pero es que, al trabajar tanto con los mensajes publicitarios en el ámbito educativo, lógicamente, uno ya se conoce todo el entramado emocional de cómo se construyen para que penetren fácilmente en quienes los contemplan. Y nada mejor que acudir a ciertos sentimientos, muy propios de estas fechas, para que se ablanden los corazones con algunas escenas familiares.
No cuestiono que esos cuatro spots estén técnicamente bien realizados y que se busque la cotidianeidad para promocionar la archiconocida Lotería de Navidad en la que yo también participo comprando algunos décimos (y además compartiéndola con familiares y amigos). La cuestión es que se mueve en terrenos fáciles, en historias de las que ‘llegan a todos’, no molestando a nadie, buscando ‘ablandar los corazones’ de los espectadores.
Pero es que esta premeditada campaña que se anunció a bombo y platillo antes de que viera la luz pública, es decir, haciendo publicidad de la publicidad, transita por los caminos más convencionales, poco imaginativos y nada comprometidos con la dura realidad, para no incomodar lo más absoluto, al tiempo que entra en un campo rayano en la sensiblería.
Así, para que esas historias se interpreten como muy cercanas a la gente, cada una de ellas lleva un título, acompañado de los supuestos nombres de los protagonistas. El primero de ellos, titulado “Parte de la familia”, lo protagonizan Pilar que es exnuera de Félix; le sigue, “Más que un número” con Emilio y su hija Gloria; el tercero, con Ramón, el padre de familia, y José, el novio de la hija; se cierra con “Un soplo de esperanza” en el que aparecen Víctor, el celador de un hospital, y Carmen, que se encuentra muy enferma.
Pero antes de continuar veamos la primera de las historias, la que protagonizan Félix y Pilar, para que podamos valorarla.
Hemos podido comprobar que la historia se basa en que Félix y Pilar, exsuegro y exnuera, acaban abrazándose cuando el primero acude con un décimo a casa de Pilar como muestra de que la relación entre ellos continúa, a pesar de que ella y su hijo hayan roto sus relaciones.
La segunda historia, “Más que un número”, tiene el siguiente argumento: Emilio acude como recién jubilado al lugar en el que ha trabajado durante cuarenta años. Su hija, la nueva gerente, le da la sorpresa al indicarle que ha elegido para compartir el número que coincide con la fecha en la que se inauguró la empresa (haciendo cálculos, y partiendo de que estamos en 2019, sería el 01979; lo digo por si cae ‘el Gordo’ en este número).
La tercera es la de Ramón y José, de un humor tan convencional que solo convence a los muy mayores. En ella se muestra a Ramón, un padre de familia al que le cuesta aceptar a José, el reciente novio de su hija, y al que no tiene previsto regalar uno de los décimos que ha comprado para sus hijos. José, sin embargo, llega a la casa con una botella de vino y el regalo de un décimo. Entonces, Ramón, sorprendido, decide aceptarlo como uno más de la familia, incorporando su nombre al sobre en el que tenía escrito solo el de la hija.
Por último, “Un soplo de esperanza”, nos muestra a Víctor, un celador que decide compartir su décimo con Carmen, una paciente que no quiere comprar Lotería esta Navidad por no tener mucha esperanza en su recuperación. Como gesto de solidaridad y de ánimo, Víctor le muestra un décimo y le propone compartirlo, al tiempo que le dice: “Tú piensa solo en una cosa, ¿vale? En qué vas a hacer con el premio cuando salgas de aquí. Porque vas a salir de aquí, lo sabes”.
Las cuatro historias están filmadas en unos ambientes con aire de tristeza, en las que predominan tenues luces azuladas e impregnadas de una cierta melancolía, como corresponde al estado de ánimo de gente de mediana edad o mayores, que son los que suelen comprar los décimos, ya que, como bien saben los promotores de la campaña, los más jóvenes están alejados de esta tradición basada en la compra de décimos para compartirlos con la familia o los amigos.
Y es que, tal como decía al comienzo, basta leer los Cuentos de Navidad de Dickens para conocer las emociones que se despliegan en los días en que finaliza el año y que los experimentamos con una mezcla de esperanza de renovación y de cierta melancolía, sabiendo que esos días no volveremos a vivirlos nunca más.
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