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El miedo (y sus secuelas en Alburquerque)

Por AURELIANO SÁINZ

¿Hasta qué punto el miedo es un factor psicológico que influye de manera relevante en el comportamiento de la gente? ¿Hay sectores de la población que, por ejemplo, a la hora de votar se ven influenciados por él? ¿La ignorancia es un claro condicionante del miedo? ¿Despotismo y miedo están intrínsecamente unidos como las caras de una moneda? ¿Tiene especial importancia el miedo en Alburquerque, de modo que hasta que no desaparezca no es posible que veamos a un pueblo libre de las ataduras que condicionan su libertad y desarrollo?

Las preguntas que nos podemos hacer sobre el miedo como sentimiento negativo que acompaña al ser humano son numerosas, ya que los rostros del miedo son tan diversos que los autores que lo han estudiado lo han tenido que hacer desde alguna perspectiva, por lo que resulta muy complicado en un breve artículo explicar con cierta consistencia los interrogantes anteriores.

No obstante, puesto que estoy dirigiendo una tesis doctoral sobre los sentimientos humanos, y cómo se expresan a través de los dibujos de los escolares de centros educativos de España y Portugal, estableciendo similitudes y diferencias, puedo adelantar algunas consideraciones acerca del sentimiento negativo que ahora tratamos.

Para ir a los orígenes, debemos considerar que cuando nacemos portamos dos sentimientos positivos básicos: el placer y la alegría, al que habría que añadir el sentimiento de apego, tal como sostiene el psicólogo inglés John Bowlby, que resulta ser el vínculo emocional que une al bebé con sus padres o tutores. En sentido contrario, se nace con otros dos negativos: el dolor y el miedo.

A medida que crecemos irán incorporándose otros, según las edades, hasta formar el sistema complejo de emociones que tenemos los adultos. Así, ligados a los sentimientos positivos se formarán el amor, la felicidad, la empatía, la compasión, la amistad, la autoestima, la confianza, etc. Y con los negativos aparecerán la tristeza, la ira, el rencor, los celos, la envidia, la vergüenza, la frustración, el resentimiento, el deseo de venganza, la hipocresía, etc.

Algunas de estas emociones negativas están estrechamente conectadas a ciertas modalidades del miedo, por lo que podemos pensar que, efectivamente, es uno de los componentes básicos del ser humano. Esto nos lleva a considerar que todos sabemos lo que es el miedo, porque hay momentos que lo hemos sentido, incluso con intensidad, a lo largo de nuestra vida.

Al ser un sentimiento desagradable que en casos acentuados conduce a la angustia y, en situaciones extremas, a la depresión, queremos vivir sin él. Sin embargo, esto no es posible ni deseable, ya que pertenece al sistema defensivo y de supervivencia de todas las especies animales, y los seres humanos, como animales racionales que somos, no sobreviviríamos sin el temor que nos alerta del peligro.

Pero una cosa es entender que el miedo forma parte de nuestra condición y otra caminar por la vida estando dominados por este sentimiento, situación en la que se encuentran, por ejemplo, los denominados hipocondríacos, con estados obsesivos acerca de la salud.

Y lo peor de todo es que cuando el miedo llega a formar parte del carácter se configuran individuos temerosos e, incluso, cobardes, por lo que acaban siendo sumisos ante quien detenta cierto poder derivado del cargo que ejerce, incluso en las formas de poder irracional, que se expresa de manera autoritaria o despótica, aunque estos modos se disimulan buscándose diferentes excusas, siendo la peor de todas aquella que acaba justificando a quien ejerce el poder de manera autoritaria o despótica, como ha ocurrido en Alburquerque durante largo tiempo.

Por otro lado, y puesto que en los artículos que escribo para Azagala digital habitualmente incluyo obras pictóricas relacionadas con el tema tratado, creo, que dentro de la pintura, la imagen que mejor representa el miedo, incluso como expresión de auténtico pánico, es El grito del artista noruego Edvard Munch. Obra universalmente conocida que fue realizada en cinco versiones por el propio pintor en el año 1893.

Como podemos observar, la escena de El grito la protagoniza un personaje de rostro cadavérico, que, caminando sobre un puente y bajo un amenazante cielo de un rojo intenso, de pronto se ve asaltado por un ataque de pánico, sin que se precise qué es lo que le provoca ese estado de angustia en el que se encuentra. Miedo total. Miedo a la vida, miedo a la gente, miedo a la naturaleza a la que siente como una fuerza amenazante.

Quizás, este tipo de miedo se produzca en individuos que viven en sociedades desarrolladas. Sociedades que han encontrado soluciones a muchos de los problemas que las generaciones precedentes padecían; sin embargo, han aparecido otros como el aislamiento, la soledad, la inseguridad, el paro o el rechazo de los demás, factores que pueden ser utilizados como medios de dominación por quienes pretenden permanecer en el poder o ascender dentro de una institución o una empresa.

Una cuestión importante a tener en cuenta es que los miedos se interiorizan, formando parte del carácter. No es de extrañar que actualmente nos encontremos con gente en un estado permanente de alerta, temiendo que pasará en esta o aquella situación si toma una decisión que vaya en contra de quien supone que puede perjudicarle.

Por otro lado, los medios de comunicación nos informan diariamente de guerras, muertes, accidentes, violencias, atentados, como si fueran el ingrediente con el que tenemos que almorzar todos los días. Esto da lugar a que se llegue a tener miedo al propio miedo.

No quiero con lo expresado indicar que haya que ocultar aquellos hechos que la población debe conocer para estar prevenida o para que se adopten soluciones, pues en ciertos sujetos, caso de ocultamiento de estos problemas, les conduce a padecer síntomas angustiosos, al sentirse amenazados sin saber el porqué. Este sentimiento suele aparecer en forma de terrores nocturnos, tal como lo expresó el pintor suizo Johann Heinrich Füssli en su obra La pesadilla, pintada en 1781.

La obra de este pintor, encuadrada dentro del movimiento romántico, nos muestra a una mujer joven y muy bella, vestida totalmente de blanco, yaciente sobre un lecho y profundamente dormida. Sobre su cuerpo aparece un íncubo, es decir, un demonio que, según arcaicas creencias populares, mantiene relaciones con las mujeres. Tras unas cortinas asoma la cabeza de una especie de yegua negra con inquietantes ojos blancos.

¿Expresaba en este cuadro el pintor suizo el miedo de la mujer a ser violada o poseída por seres tan repulsivos? ¿Los silencios de aquella época acerca de las violaciones que se producían generaban angustia en la población femenina? ¿Esta obra es una anticipación de los miedos que actualmente sabemos puede padecer la mujer ante los posibles acosos por el mero hecho de su condición femenina?

Y ahora, acercándonos a la pregunta sobre el posible miedo en Alburquerque, me quedaría con lo que nos indica José Antonio Marina en su obra Anatomía del miedo:

“Un sujeto experimenta miedo cuando la presencia de un peligro (real o imaginario) le provoca un sentimiento desagradable (…) y pone en práctica de alguno de los cuatro programas de afrontamiento: huida, lucha, inmovilidad, sumisión”.

Me parece de gran interés esta explicación, puesto que apunta a cuatro respuestas que podemos dar y que las compartimos con las demás especies animales. Así, por ejemplo, un animal como la gacela echa a correr ante el aviso de un peligro; el toro, por el contrario, embiste; otros, como el avestruz, se inmovilizan escondiendo la cabeza creyendo ahuyentar el peligro; finalmente, los lobos realizan gestos de sumisión ante el macho dominante.

Estas distintas respuestas de huida, lucha, inmovilidad o sumisión aparecen ante el peligro físico que las distintas especies animales atisban en su entorno. Sin embargo, el ser humano posee una psicología mucho más compleja que la de los animales, de modo que gran parte de nuestros miedos son de tipo psicológico. Así, podemos padecer angustia, ansiedad, sentimiento de culpa, falta de autoestima, depresión, etc., que no pueden sentir otras especies y que son resultados de nuestra condición humana y social.

A pesar de nuestra complejidad, creo que es de gran interés acudir a las cuatro respuestas fundamentales que se dan ante la percepción del miedo, ya que, como vemos, hay dos antagónicas: por un lado, lucha y rebeldía y, en sentido contrario, sumisión y acatamiento, que dependerán del valor, el coraje y la personalidad de cada cual.

Esto lo hemos visto en Alburquerque, cuando un personaje ha ejercido su cargo con el deseo de permanecer en el mismo de manera continuada, utilizando los instrumentos habituales para infundir temor y doblegar a quienes no se sometían a sus directrices.

Tal como expuse en un trabajo anterior, esto no es exclusivo de nuestro pueblo, pero lo más sorprendente es que quien lo ejercía carecía de formación y de cualidades para mantenerse en el cargo. Acudió a los mecanismos que describió Maquiavelo en su obra El príncipe para mantenerse durante más de casi cinco lustros: coacción, difamación, presión a las familias, uso de la necesidad de trabajo, ocultamientos, uso de los medios para atacar y dividir a un pueblo, de modo que había que hacer visible quiénes estaban de su lado y quiénes, supuestamente, en contra de él.

Pero el miedo no es eterno y, aunque un régimen despótico unipersonal se haya construido durante tantos años, hay gente que no se ha sometido, que no se ha humillado, de modo que, a pesar de lo duro que es hallarse en estas condiciones en una comunidad no muy numerosa, ellos han sido los que con su coraje han sembrado las semillas de la libertad y de la concordia que, tarde o temprano, alumbran un amanecer en medio de la oscuridad en la que se ha vivido.

***

Para cerrar, y como ejemplo de ese ambiente oscuro que se ha padecido en Alburquerque, sirve la tercera ilustración que corresponde al dibujante polaco Zdzislaw Beksiński. En la escena, vemos el panteón de un personaje del que se muestra una máscara mortuoria, rodeada de ciertos signos de un antiguo poder. Sobre la tumba, en un entorno pedregoso, áspero y solitario, sobrevuela una multitud de aves negras, las que estuvo alimentando durante su tiempo. Sin embargo, el personaje todavía quiere mantenerse, quiere perpetuarse, desea sobrevivir a costa del dolor y el sufrimiento de muchas familias. Esperemos que sea por poco tiempo y este horror se extinga de una vez para siempre.

 

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