Pulsa «Intro» para saltar al contenido

Titanes y Furias

Por AURELIANO SÁINZ

¿Ha intentado Ipal ‘Asaltar los cielos’ cuando se presentó por segunda vez a las elecciones municipales el pasado 26 de mayo? ¿Se sienten derrotados y condenados a soportar una pesada carga en la legislatura que se inicia, como castigo a su osadía de desafiar a las fuerzas (oscuras) que dominan en Alburquerque?

Es posible que algunos al leer la expresión ‘Asaltar los cielos’ hayan recordado que fue dicha por un líder político en el momento de auge de los movimientos sociales y, enaltecido, esperaba llegar al Gobierno enfrentándose a las otras fuerzas políticas, mucho más poderosas y afianzadas que la que él conducía.

Pronto, los medios de comunicación se hicieron eco de esta frase; pero, que yo recuerde, ninguna explicó su origen, ni tampoco quién la empleo por primera vez y en qué sentido. Pues bien, es lo que pretendo hacer en esta ocasión, una vez que los dos grandes sabios atenienses, Platón y Aristóteles, visitaron Alburquerque y, profundamente decepcionados, regresaron a los Palacios Pontificios del Vaticano.

Tengo que apuntar que fue Hölderlin, uno de los poetas más conocidos del romanticismo alemán, quien creó esta locución, apareciendo en algunos de sus poemas de carácter épico con el fin de ensalzar, alegóricamente, a grandes figuras históricas que admiraba. Para destacar sus valentías sin miedo, tomaba como referentes a los Titanes y las Furias, personajes de la mitología griega que se alzaron contra el poder tiránico de los dioses del Olimpo, y que al ser derrotados fueron condenados a eternos tomentos.

Esta frase pasó al campo político a partir de la carta que Karl Marx escribiera a su amigo el doctor Ludwig Kugelmann, en la que hacía referencia a los acontecimientos de la Comuna de París, el movimiento insurreccional que gobernó la capital francesa del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871. Sobre este “Asalto a los cielos” hay que indicar que la derrota de la Comuna se saldó con 30.000 muertos entre los insurrectos y la aprobación de una ley marcial que estuvo vigente en Francia durante cinco años.

Puesto que todas las culturas han elaborado relatos, mitos y leyendas ensalzando a los héroes o personajes de suma valentía que han sido modelos a imitar, me ha parecido oportuno evocar una figura de los Titanes, caso de Prometo, y otra de las Furias, la de Sísifo, para continuar con el debate de lo que acontece en Alburquerque, al tiempo que responder a un amable escribiente que aludió a ellos en el artículo Platón y Aristóteles visitan Alburquerque.

Previamente, quisiera apuntar que no soy un experto en la mitología greco-romana; sin embargo, cuando se anunció, en el año 2014, que se iba a realizar una exposición temática sobre la pintura de los Titanes y las Furias en el Museo del Prado, me desplacé a Madrid, leyendo toda la información necesaria para comprender no solo artísticamente las obras, sino también sus significados dentro de la mitología griega.

Paso, pues, a narrar brevemente el significado de estos dos personajes mitológicos a partir de algunos cuadros que se expusieron.

Como punto de partida, indicaré que, según la mitología griega, los Titanes formaban una poderosa raza de doce dioses que gobernaron durante la legendaria edad de oro. Estos dioses primigenios estaban relacionados con los elementos de la naturaleza: la tierra, el sol, la luna, los océanos, etc.; no obstante, y a pesar de su enorme fuerza y poder, fueron derrotados en la lucha que mantuvieron con los dioses que habitaban en el Olimpo, la montaña más alta de Grecia.

Una vez derrotados, la venganza de Zeus, padre de los otros dioses griegos, fue implacable: los arrojó y condenó a permanecer encarcelados en el Tártaro, la región del inframundo, territorio imaginario que más tarde sería retomado por el cristianismo como el Infierno.

La derrota de los Titanes fue plasmada e inmortalizada por distintos pintores del Renacimiento y del Barroco. Una de las versiones más espectaculares es la que llevó a cabo Cornelis van Haarlem por su exagerado dramatismo.

Este pintor holandés acabó su lienzo titulado “La caída de los Titanes” en 1588, cuando solo contaba con 26 años. La obra, como puede comprobarse, es una exhibición pictórica del dominio que tenía del desnudo masculino, ya que nos presenta en diferentes posiciones, no a doce, sino a una multitud de titanes que son arrojados del Olimpo, lugar que aparece como foco luminoso en la parte superior de la escena.

Tal como he apuntado, el nombre más conocido de los Titanes es el de Prometeo, ya que se le ha descrito de manera habitual como benefactor de la humanidad, puesto que desafió a Zeus engañándole para arrebatarle el fuego y entregárselo a los hombres.

Encolerizado por esta osadía, Zeus lo castigó encadenándolo a una roca para que un águila, el animal sagrado del dios del Olimpo, le devorara el hígado de día, aunque por la noche le volvía a crecer, de modo que esta condena eterna carecía de fin.

Sin embargo, como reconocimiento y homenaje a Prometeo, en Atenas se le dedicó un altar en la Academia que había creado el gran filósofo Platón. Desde este lugar, anualmente, partía una carrera de jóvenes atenienses que, desnudos y descalzos, con la antorcha encendida recorrían la ciudad, ganando la competición el primero que llegaba a la meta mostrando el fuego.

La tragedia del defensor de los humanos fue plasmada por Rubens en su lienzo “Prometeo encadenado” (del que presento un fragmento en la portada y la obra en tamaño pequeño al final del artículo). En este cuadro se muestra a un águila devorando el hígado de este Titán, como castigo por enfrentarse al cruel y vengativo Zeus.

A pesar de que los Titanes, engendrados por Gea (la Tierra) y Urano (el Cielo), fueron derrotados y castigados brutalmente, no se les podía dar muerte por su condición de dioses primigenios; sin embargo, las Furias que se atrevieron también a desafiar a los dioses del Olimpo tuvieron un castigo mucho más terrible.

En la mitología griega, las Furias eran cuatro moradores del Hades, o reino de los muertos, lugar que estaba por encima del Tártaro. Sus protagonistas y los suplicios que arrostraron fueron los siguientes: Sísifo, que fue condenado a portar una enorme piedra por haber delatado las infidelidades de Zeus; Ticio, castigado a que su hígado fuera devorado por un buitre por intentar seducir a una amante de Zeus; Tántalo, por revelar los secretos de los alimentos que había en la mesa al que fue invitado por Zeus; e Ixión, a dar vueltas sin fin en una rueda por querer seducir a Hera.

Según nos dice Pilar González en su obra Mitología e iconografía en el Museo del Prado, “Zeus es protagonista de numerosas aventuras, siendo la más conocida la que se refiere al rapto de Egina, la hija de Asopo. Al pasar Zeus por Corinto en compañía de la joven, fue visto por Sísifo que se lo comunicó a Asopo, dios del río y padre de la joven”. Esta denuncia fue una auténtica osadía, pues delatar a los poderosos conlleva enormes riesgos.

A Zeus llegó la denuncia de Sísifo, al que fulminó arrojándolo al Tártaro, condenándole a que eternamente cargara con una roca hasta la cumbre de una montaña. Una vez arriba, la roca volvía a caer y, de nuevo, Sísifo tenía que llevarla en sus espaldas a la cumbre por toda la eternidad.

El mito de Prometeo acabó siendo inmortalizado dentro de la pintura por Rubens y el de Sísifo por Tiziano. La primera de las obras puede contemplarse en el Philadelfia Museum of Art y la segunda en el Museo del Prado.

Y ahora volvamos al principio para debatir sobre la situación actual y el futuro de nuestro pueblo, comenzando por un interrogante: ¿Pretendía Ipal asaltar el cielo de Alburquerque cuando se presentó por segunda vez a las elecciones municipales?

Lógicamente, serían sus miembros los que tendrían que dar la respuesta a esta pregunta; pero, es de suponer, que sus ambiciones eran más modestas: poder cambiar el rumbo del pueblo dentro de la Corporación municipal, y, aunque le faltaron pocos votos para lograr un quinto concejal, lo cierto es que esperaban un resultado superior. Esto necesariamente genera desencanto, puesto que se han dado cuenta que el   trabajo es más largo y duro del que suponían.

Hemos de tener en cuenta que desmontar un régimen que se ha creado durante más de dos décadas no es tan fácil de lograr, ni siquiera siendo ‘titanes’ o ‘furias’.

Sin embargo, hay dos aspectos de optimismo a considerar. Uno: que el pilar fundamental del régimen ahora se encuentra fuera del Consistorio, a pesar de que la nueva alcaldesa ha manifestado que desea continuar con su proyecto (¿qué proyecto? ¿El de, por ejemplo, acumular más deuda con ese invento de asesor portavoz?). Y aunque el exalcalde se agarre al sillón, con la misma ansia que un niño se agarra al juguete y coge un berrinche si se lo quitan, debe saber que los cargos en las instituciones son por un tiempo determinado y que uno tiene que volver a su estado anterior, sin hacer trucos de magia para que se le sigan pagando del erario público.

Dos: que hay un número alto de alburquerqueños que, de un modo u otro, respaldan y desean un cambio para ver nuevos horizontes, por lo que conviene acumular fuerzas con el fin de ir demoliendo el sistema clientelista construido, cuestión que no solo debe ser responsabilidad de la candidatura de Ipal, sino de todos aquellos que no soportan más la falta de libertad en el pueblo. Y esto se consigue aunando actuaciones de manera individual y colectiva.

Así, por ejemplo, la ejemplar actitud de Víctor Píriz, que condujo a que la Junta Electoral se pronunciara claramente en contra del intento de presentar como candidato a alguien sentenciado por Justicia, supuso un paso importante en ese abrir un nuevo horizonte de transparencia.

Además, Azagala, como página digital de información actual, se está convirtiendo en un foro de participación libre y abierta, con buenos e interesantes debates, cuestión que no se disponía tiempo atrás. La libertad de información y de opinión es algo que detestan los regímenes oscurantistas. Esto nos lleva a pensar en la necesidad de ir conociendo lo que se ha ocultado, tergiversado o camuflado a lo largo de estos últimos años, pues seguro que nos llevaríamos grandes sorpresas.

Para cerrar (provisionalmente), quisiera agradecer de nuevo a Juan Ángel Santos, puesto que sus citas acerca de Prometeo y Sísifo me guiaron a aquellos días en que acudí a Madrid a contemplarlos en unos magníficos lienzos. Por otro lado, le aconsejo que deje la cicuta para otro momento y no intente seguir los pasos de Sócrates, que de bueno que era acabó obedeciendo, sin rechistar, la sentencia de beberse una copa de ese veneno, tal como le habían impuesto “las fuerzas vivas” de Atenas. No creo que sea el mejor camino.

 

 

 

 

 

 

Impactos: 2