Las Laderas llevan ya más de dos semanas cerradas al público, y no para evitar un posible peligro, como dicen quienes buscan cualquier excusa para defender las decisiones del ayuntamiento, porque desde hace 20 días, en el paseo no hay ni una sola obra, excepto en el tramo de camino final, en el sinsentido de muro que están construyendo allí. Por tanto, bastaba con poner la valla que han colocado a la entrada de las laderas en el lugar donde estaba el “poyo de los viejos” y así la gente podría pasear como cada día por aquel lugar, porque son los más mayores y los niños los más perjudicados, dado que si otras personas quieren entrar pueden hacerlo a través del castillo, por la torre Mocha, y luego bajar por los pinos hasta el paseo. Un buen rodeo, pero se podría acceder, aunque casi nadie lo hace.
Es evidente, como publicamos en AZAGALA desde el principio, que la decisión tomada por nuestro alcalde se debe a que no quiere que se vea el tremendo estropicio que ha causado en las Laderas, un hermoso paseo convertido en un lugar horrible. Presenta un aspecto desolador, sin sombra, con trozos de eucaliptos y ramajes enteros incluso en la ladera que da para la carretera y, para colmo, con uno de los centenarios bancos de piedra destrozado. Lo que no se ha conseguido en decenas y decenas de años, lo consiguió nuestro alcalde en un solo día: arrasar con uno de los preciosos, e históricos, bancos de granito.
Allí, insistimos, ya no hay obra alguna: ni está sembrando los madroños prometidos; ni están instalando el inmenso graderío de madera y forja; ni están poniendo ningún tipo de adoquinado tras el fracaso de aquel que, según dijo Vadillo, convertiría las Laderas en el mejor paseo de España. Y hubo gente que le creyó, porque el problema ya no es nuestro alcalde, es la gente que le sigue apoyando y que le siguen creyendo pese a tantas y tantas mentiras.
No sabemos qué pasará al final con el paseo, salvo que cerca de las elecciones meterá a un montón de trabajadores para hacer no sabemos qué. Porque lo único cierto, en estos tiempos de sequía, es que en Alburquerque tiene que llover, a cántaros…
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