Por AURELIANO SÁINZ
Los datos son contundentes, y nos hablan de que en España el número de rupturas familiares es similar al de las democracias de nuestro entorno. Así, los informes aportados por el Consejo del Poder Judicial nos indican que en el año 2016 (fecha de la que he podido obtener información fidedigna) el número de ellas alcanzó la cifra de 119.889 y que, desde el comienzo del 2000 hasta el 31 de diciembre de 2016, se produjeron 2.068.063 disoluciones de parejas (1.621.394 divorcios y 446.669 separaciones).
Estas cifras las suelo comentar en clase cuando tratamos el análisis de los casos de separaciones familiares, cuestión planteada en la asignatura de Educación Artística al abordar la evolución del dibujo del escolar. Inevitablemente, algunos estudiantes de Magisterio o de Educación Social conocen por propia experiencia la crisis que se produjo en sus padres y que, en ciertos casos, condujo a la separación de ambos, por lo que al tratar esta cuestión, dependiendo de las situaciones personales, la pueden recordar como un hecho triste por el que tuvieron que atravesar.
He de indicar que cuando les propongo ir a los centros escolares con la intención de estudiar el dibujo de la familia que realizan los escolares, desde edades muy pequeñas hasta que finalizan Educación Primaria, inevitablemente analizarán dibujos de niños o de niñas que pasaron por esta circunstancia o que se encuentran inmersos en ella.
Puesto que ya son muchos años investigando en este tema, siempre descubro algunos de los cambios que se van produciendo en nuestra sociedad y que, de un modo u otro, quedan reflejados en las escenas que representan los escolares, aunque, lógicamente, ellos no son conscientes de estas transformaciones.
De ser un grave problema emocional difícil de asimilar en décadas anteriores, dado que consideraban sentirse solos ante un conflicto que no veían en sus compañeros de colegio, a percibir, en la actualidad, que su tristeza es similar a la de otros que pasan por una situación parecida, de algún modo les sirve de alivio al no verse tan aislados.
Y lo más sorprendente es que ahora encuentran nuevas formas de comunicar gráficamente la situación en la que actualmente viven, puesto que sienten que a los comienzos de la separación pertenecen a dos familias que tienen dos casas o dos espacios vivenciales distintos, aunque uno de ellos tenga más importancia que el otro.
Hemos de tener en cuenta que no todas las separaciones de los progenitores son tan dolorosas como aquellas en las que utilizan a sus hijos como medios de confrontación, de reproches, de chantajes, de informaciones soterradas, por lo que acaban siendo experiencias tan duras que llegan a ser verdaderos traumas para estos.
Por suerte, hay padres y madres con suficiente sensatez y sentido de amor hacia sus hijos que entienden que ellos no deben ser las víctimas de los conflictos y diferencias que les han conducido a la situación de ruptura del vínculo que los unía.
Pues bien, algunos de estos niños o niñas han encontrado una solución curiosa para plasmar en una lámina algo tan difícil como hacer ver que ellos siguen queriendo tanto a su padre como a su madre, a pesar de que estos viven en domicilios diferentes, al tiempo que pueden tener nuevas parejas, con o sin hijos.
¿Y cómo han resuelto expresar gráficamente en una lámina la situación que acabo de describir? Sorprendentemente a partir de ideas que han surgido en cada uno de ellos mismos, sin que tengan ninguna relación entre sí, puesto que son dibujos recogidos en los últimos años y en centros distintos. Esto nos lleva a pensar en la enorme capacidad de invención y de creatividad que tienen para explicar visualmente sus nuevas vidas.
La solución la han encontrado dividiendo en dos mitades la lámina con una línea vertical, de modo que, en el primero de los espacios resultantes, dibujan a uno de los progenitores y, en el segundo, al otro, al tiempo que ellos se representan en uno o en los dos espacios, por lo que podemos conocer cómo se relacionan con su padre y con su madre en la nueva situación.
Así, en el dibujo de la portada, que corresponde a un niño de 8 años, comprobamos que en el espacio de la izquierda se representa junto a su madre y a su actual novio, a la vez que incluye a su mascota en un día soleado. En el lado derecho, muestra a su padre, con su novia, y a su hermana, incorporando el perro de esta última, todo vigilado por una luna también de corte animista. El dibujo, vivo y colorista, nos indica que el carácter del niño es alegre y que ha asimilado aceptablemente bien esa separación de sus padres y que no da muestras de tristeza en su dibujo.
Pasamos ahora al dibujo de una niña, de 7 años, que ha aceptado relativamente bien la separación de sus progenitores. Al pedir el dibujo en la clase, comprobamos que, en primer lugar, se representa encima y en el espacio que corresponde a su padre, ya que, en la separación, este volvió a su hogar materno. Aparece también su abuela y su hermano pequeño. De todos modos, ella se separa algo de los otros tres miembros, lo que es indicio de distanciamiento emocional, hecho que se refuerza con el trazado de los brazos que los tienen pegados al cuerpo, reflejo, además, de la poca comunicación afectiva.
Si nos fijamos en el lado derecho (espacio que corresponde simbólicamente a la casa materna de la niña), vemos que su madre es la que se encuentra en medio de ella y su hermano. Vuelve a trazar los brazos cruzados al cuerpo. De nuevo, la niña siente que no hay una comunicación afectiva fuerte entre su madre y ella; sin embargo, comprobamos que su hermano sí los presenta extendido, posiblemente, por la proximidad que tiene con su mascota, un perro al que llaman Conan.
Resulta curioso, tal como he comprobado en otros temas investigados, que sean las mascotas las receptoras de los afectos infantiles en los casos en los que los pequeños sienten emocionalmente que han sido “traicionados” por sus padres, puesto que a sus edades no acaban de comprender las razones por las que ellos han tenido que separarse.
Volvemos de nuevo al dibujo de un niño, también de 7 años. Otra vez se ha acudido al recurso de dividir la lámina en dos mitades para explicar que ahora su vida se desarrolla en dos ámbitos distintos: el que pertenece a su padre y el de su madre.
Puesto que el niño es diestro (como todos los casos que he seleccionado para este trabajo), tras la división por la línea vertical, comienza a dibujar la primera escena por el lado izquierdo. En la misma, aparece junto a su padre y a su hermano jugando al golf, que es el medio de entretenimiento que tienen con su padre.
Si observamos, su padre aparece con los brazos cruzados sobre el pecho, como expresión del poco afecto que les manifiesta tanto a él como a su hermano pequeño. Comprobamos, por otro lado, que el tiempo que está con su padre es de juegos, hecho muy frecuente cuando la custodia recae sobre la mujer, y los padres tienen el tiempo de visitas quincenal con sus hijos.
Una vez analizado el lado izquierdo de la lámina, pasamos al derecho, que es el que utiliza el niño para expresar el espacio compartido con su madre. Observamos que se dibuja cogido de su mano, al tiempo que saluda, lo que es manifestación del afecto y la seguridad encuentra en la figura materna. Su hermano, también aparece en una situación similar a la precedente, es decir, algo distanciados de él y de sus padres, como si el autor del dibujo no prestara atención a lo que le acontece a su hermano menor.
Pareciera que este cuarto trabajo corresponde a un niño de menor edad que los anteriores por el tamaño de las figuras que ha trazado; sin embargo, se encuentra en tercer curso de Educación Primaria, uno más avanzado que los precedentes.
La solución gráfica que encuentra para plasmar la separación de sus padres vuelve a ser un tanto parecida: en el lado izquierdo se representa jugando al fútbol con su madre y su hermano, al tiempo que un gran pájaro vuela sobre ellos; en el lado derecho, otro pájaro similar sobrevuela al grupo formado por sus dos primos, él, su hermano y, algo más separado, su padre, que ha acudido a la ayuda de sus sobrinos para que sus hijos puedan disfrutar del tiempo que pasan con él.
A pesar de que son soluciones que han encontrado recientemente los escolares, poseo un amplio número de dibujos de niños y niñas que ellos mismos han creado para expresar la separación de sus padres, de forma que no rechazan a ninguno de ellos. Es una solución distinta a la que encuentro en otros casos en los que sus autores que acuden a la no representación del padre o de la madre dentro de la escena, siendo más frecuente los referidos a la figura paterna. (Estos casos los veremos más adelante en Azagala digital.)
Quiero cerrar, pues, con este trabajo, con el fin de no extenderme con otros ejemplos. Se trata de una niña de 7 años, que no tiene hermanos, por lo que en la representación de las dos escenas aparece ella misma: con su madre, en el lado izquierdo, y con su padre, en el lado derecho.
En ambos casos, recibe el cuidado y las atenciones de cada uno de sus progenitores, tal como expresa en las dos escenas que ha creado. En la primera, junto a su madre, que trazada de perfil le entrega un regalo en forma de paquete; en la segunda, correspondiente al lado derecho, camina tranquila cogida de la mano de su padre. Es, pues, un caso en el que la pequeña no manifiesta distanciamiento emocional de ambos, sino que se siente bien atendida por cada uno de ellos.
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