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Los complejos infantiles

Por AURELIANO SÁINZ

Nos encontramos en una cultura marcada abiertamente por estereotipos, de modo que, desde edades muy tempranas, niños y niñas asimilan los modelos físicos que son los aceptables y los que son rechazables socialmente, por lo que aquellos que no responden a esos cánones que constantemente se muestran por distintos medios, sea por ejemplo la televisión o la publicidad, comienzan a sentirse acomplejados.

Como bien podemos deducir, el término acomplejado se deriva de complejo, no en el sentido de complicado o problemático de interpretar, sino en su significado psicológico, entendiendo que los escolares que lo padecen les hacen sentirse diferentes y de forma negativa al resto de sus compañeros, es decir, con franca minusvaloración propia, cuestión que marca perjudicialmente la incipiente formación del carácter de los más pequeños.

En un sentido amplio, podríamos apuntar que casi todo el mundo tendríamos ciertos complejos, carencias o valoraciones negativas que realizamos sobre nosotros mismos, basadas estas en aspectos de la propia imagen física que no nos gustan o de rasgos de la personalidad que aparecen en nuestras interrelaciones ante los demás, y que son el resultado de experiencias negativas que archivamos en nuestra memoria, sea de manera consciente o inconsciente.

Sin embargo, si pasamos del ámbito cotidiano en el que nos desenvolvemos y entramos en el de las ciencias humanas para indagar los orígenes del concepto de complejo, tendríamos que remitirnos a la psicología, ya que fue Sigmund Freud quien en su obra Introducción al psicoanálisis nos habla del mismo cuando propone el denominado complejo de Edipo, ligado, según el autor austríaco, a la incipiente sexualidad infantil y en el sentido de que el niño inconscientemente tiene como rival al padre al desear poseer a la madre.

Para entender el significado del complejo de Edipo, que ha sido siempre objeto de franca polémica, con fieles defensores y sus correspondientes detractores, habría que remontarse a la mitología de Tebas y a la obra de Sófocles, Edipo Rey, tragedia griega escrita en el año 430 antes de Cristo, en la que se narra la etapa central de la vida de Edipo que llegó a ser rey de Tebas, tras casarse con su madre, Yocasta, y haber matado previamente a su padre.

De todos modos, saliendo del campo del psicoanálisis, y dada la amplitud del término complejo para referirse al conjunto de las autovaloraciones negativas, he de apuntar que la mayor parte de los psicólogos y educadores prefieren referirse como síntoma o síndrome a cada problemática específica que pueden sufrir niños y niñas en sus nacientes personalidades.

En mi caso, y sobre este tema, como investigador del desarrollo emocional de los escolares a través de sus dibujos, quisiera manifestar que a lo largo del tiempo me he tropezado con representaciones en las que algunos expresaban, con distintos modos gráficos, los complejos que sufrían, siendo el de obesidad el que con mayor frecuencia aparecía.

El más frecuente de todos era el complejo de obesidad, que lo trataré en otro artículo de Azagala digital, puesto que un sentimiento generalizado de rechazo por su físico que niños y niñas sufren al sentirse distintos y desplazados por sus compañeros de clase.

Pero no es solo el complejo de obesidad el que afecta a escolares, existe también el complejo de inferioridad, que designa al conjunto de las ideas, sentimientos y conductas que afectan a los individuos que se valoran negativamente o se sienten incapaces de afrontar ciertas tareas que, en caso de normalidad, las podrían llevar a cabo.

Fue Alfred Adler, otro de los grandes nombres del psicoanálisis, el que abordó este tipo de complejo, no ligado a la sexualidad, y que estaría bastante extendido, afectando a alguna parte significativa de la población, puesto que suele formarse durante la infancia y que, si no se supera, afectará significativamente en edades superiores.

Es lo que sucede al autor del dibujo de la ilustración, un chico de 10 años, quien se siente anulado ante la presencia de tres personajes, puesto que se ha trazado en tamaño muy pequeño y ubicado en la parte superior de la lámina. En la inferior, aparecen su padre, su madre y su abuela, todos en primer plano, con enormes bocas, representando la gran carcajada que los tres emiten al mismo tiempo. Tan clara es la expresión, que el autor del trabajo ha trazado bien visible la lengua a cada uno de los personajes, como si se estuvieran riendo y mofándose de él.

Para que veamos cómo algunos de los complejos de inferioridad se forman en el seno de las familias, aparte del comentado, he seleccionado otros siete dibujos que comentaré brevemente.

Una de las formas gráficas de minusvaloración es la realización de las figuras en tamaño muy pequeño. Es lo que le sucede al autor del trabajo anterior, un niño de seis años que se encontraba en el primer curso de Primaria. Como podemos apreciar, aparecen los miembros de su familia en tamaño mínimo, dejando un gran vacío en la lámina. Por otro lado, no se representa, como expresión de la inseguridad y timidez que le envuelve, y que la manifiesta en la clase por el poco contacto que tiene con sus compañeros.

Si avanzamos un par de cursos, nos encontramos con el dibujo de M., un chico de 8 años y de tercer curso. Al entregarnos su trabajo, le pregunté por qué no se había dibujado, dado que había espacio suficiente en el lado derecho. El autor no respondió a la pregunta; aunque entiendo que no lo quería hacer por el rechazo que siente hacia sí mismo debido a los gustos un tanto femeninos que mostraba y que eran objeto de ciertas burlas por parte de sus compañeros. Esta tendencia se aprecia en el detallismo con el que dibuja a su madre, que, a mi modo de ver, es más habitual en los dibujos de las niñas.

Algo similar a lo descrito anteriormente es lo que le ocurre a este chico, también de 8 años, que se siente rechazado dentro de su propia familia, tal como me indicó la profesora de su clase. En cierto sentido, lo manifiesta en el dibujo realizado, ya que se ven a sus padres, así como su hermano y hermana mayores, todos juntos, que le están mirando y riéndose, al tiempo que él se encuentra solo y empequeñecido, jugando con su pelota. No se traza su boca, como señal de silencio, de aguantar todo lo que siente dentro de su propia familia.

Resulta llamativo que todos los dibujos en los que se expresaba el complejo de inferioridad se debían a niños y que solo en el caso de esta niña lo tenía anotado, ya que me lo había indicado la profesora de la clase. Así, la autora, una niña de 9 años, tenía un complejo de inferioridad muy acentuado, tanto que sus padres la habían llevada al psicólogo con el que realizaba ejercicios de autoestima. Lo cierto es que la escena que ha plasmado no responde a esos sentimientos descritos, puesto que se expresa de forma alegre y colorista, al tiempo que se representa entre sus padres, como señal de protección y se hace acompañar de sus abuelos, lo que es indicio de que en la familia están muy pendientes de ella.

La presencia abrumadora de algunos padres da lugar a que el hijo o la hija pueda sentirse muy anulado. Es lo que le ocurre a A., un chico de 10 años que se encontraba en quinto curso de Primaria cuando realizó este dibujo. Como podemos apreciar, inicialmente, traza a su padre, grande, fuerte, con presencia casi cargante. Una vez realizada la figura paterna, pasa a la de la madre que muestra unas características similares a las del padre. Finalmente, no se dibuja en el espacio de la derecha que debía ocupar, como expresión de la falta de autoestima que posee y que se manifestaba en el colegio por la timidez y la inseguridad que el chico mostraba.

En ocasiones, una anomalía física puede convertirse en un auténtico complejo que obsesiona a quien lo tiene, dado que puede ser objeto de burla por sus compañeros. Esto lo podemos comprobar en el dibujo anterior, de un niño de 8 años que nos entregó este trabajo de la familia. ¿Y dónde se encontraba la razón de su complejo de inferioridad? Si nos fijamos en el rostro, encontramos que se muestra irritado, con los ojos triangulares y las pupilas en la parte de abajo. El niño padecía estrabismo y el que aludieran a él como el “bizco” le atormentaba, lo que daba lugar a ese carácter malhumorado que había adquirido.

Para cerrar este repaso por el complejo de inferioridad, muestro un dibujo que bien podría ser objeto de estudio psicoanalítico, dado que la escena que me entregó el autor, un chico de 12 años, de sexto de Primaria, responde a una singularidad bastante infrecuente. Y es que en la escena aparece solo su padre portando un carrito de bebé, en el que se encuentra él (suponemos como si fuera también un bebé), mientras que su padre, con un globo de cómic, piensa en sí mismo, como si se recordara cuando era un niño de corta edad y que iba cogido de la mano su madre (la abuela del autor), al tiempo que también en el pensamiento aparece su hermana mayor (la tía del dibujante).

Tengo que apuntar que cuando recogí este trabajo no me dio tiempo a charlar con el autor del mismo, lo que da lugar a que me falten algunos datos para dar una interpretación más completa. De todos modos, creo que sufre una especie de complejo relacionado con la figura paterna, ya que la madre no aparece en la escena. Esto da lugar a que, tal como he apuntado, no pueda afirmar con claridad lo que pasaba por la mente de quien había realizado este singular dibujo.

AURELIANO SÁINZ

 

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