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La guerra no pudo con una gran amistad

Isabel Castro Castro y María Pírez Rivero hablaban sin parar. Una escuchaba a la otra atentamente, como queriendo memorizar las palabras oídas. Hacía más de 60 años que no se veían. Toda una vida. Pero parecía que habían convivido bajo el mismo techo todo este largo periodo de tiempo.

María e Isabel fueron dos amigas íntimas, inseparables, unidas tanto o más que si hubieran sido hermanas. A veces incluso se cambiaban de casa, de manera que, si a alguna le gustaba más la comida que un día se servía en la de la otra, y viceversa, almorzaban en la vivienda de su amiga.

A la hora de acudir a la escuela se separaban. María asistía a la de las Monjas e Isabel a la nacional, entonces en la Tahona. La primera tenía siempre metida en la cabeza la idea de que algún día cada una tenía que visitar la escuela de la otra. Y lo consiguió. Isabel asistió a una jornada en el colegio de las Monjas donde recibió buena atención y algún que otro regalo, y María fue un día a la Tahona, pero ella misma recuerda que apenas le hicieron caso.

Juntas iban también a aprender a pintar con el insigne don Aurelio Cabrera, al que recuerdan como un gran hombre. Las clases las daban en los ‘Cuervos’, y don Aurelio asistía de vez en cuando para revisar y repasar lo aprendido por sus alumnos.

Aquellas dos niñas tan compenetradas jugaban a las muñecas, las casitas, las estampas. Solían pasar mucho tiempo en la ‘piedra gorda’, que estaba en las traseras de la casa de María, ubicada frente al callejón existente en la calle San Antón.

Las familias de ambas dieron todo un ejemplo de cómo la amistad está por encima de la política. Los padres de María Pírez -José y María- eran de ideas conservadoras, mientras que el de Isabel -José Castro- era un miembro destacado del partido socialista en Alburquerque, pueblo del que fue alcalde. Cuando estalló la guerra, María se acordaba de Isabel y lloraba porque temía que le sucediera algo. «Yo quiero a esa familia», le decía a sus padres, y éstos la tranquilizaban asegurándole que nada les ocurriría.

Y llegó el día de la toma de Alburquerque. Y aquella buena familia alburquerqueña de derechas protegió a la otra igualmente buena familia de izquierdas. Excepto José Castro que huyó por no comprometer más a José Pírez y María Rivero, el resto de su familia fueron escondidos en la bodega de la casa de aquellos. Cuando le ofrecieron cobijo, el socialista les dijo: «Ya os comprometéis bastante». Y huyó de Alburquerque.

Cuando los aires revanchistas se calmaron, José Castro regresó a su pueblo y su pena de muerte fue conmutada por unos años de cárcel. En 1994, el entonces alcalde socialista Emilio Martín, dedicó su nombre a un paseo de Alburquerque.

Durante la guerra, y tras ella, Isabel y María continuaron su férrea amistad. Y llegaron los años de la mocedad y de los paseos por la carretera. Hasta que apareció el apuesto sargento Giro y el noviazgo terminó en una boda a la que no faltó María. Isabel marchó a Sabadell y volvió a ver a su amiga la primera vez que regresó de vacaciones. Fue allá por el año 1948. Desde entonces hasta el verano de 2010 no se habían vuelto a encontrar. Se abrazaron apenas sin reconocerse hasta que empezaron a hablar como si el tiempo se hubiera congelado aquel lejano día en que el destino las separó.

Sus ojos brillaban de cariño mientras cada una escudriñaba el rostro de la otra. Después empezaron a caminar lentamente de la mano y se abrazaron con fuerza, como cuando escuchaban el sonido de los disparos y el runrún del odio por las calles de Alburquerque. Aquella maldita guerra que enfrentó a vecinos y amigos, pero no pudo separar a estas dos mujeres, ahora viudas.

Como bien dice María Pírez, ejemplos como éste no se recogen en la memoria histórica, porque aunque hay quienes ven en esta ley una justa forma de enterrar dignamente a todos los muertos, otros la utilizan con fines revanchistas reabriendo heridas profundas e inútiles.

(Reportaje publicado en el número 28 de la edición impresa de AZAGALA, en el año 2010 y firmado por Francisco José Negrete. Isabel Castro es su tía)

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FOTO DE PORTADA: Isabel y María, en el centro, separados por un joven de traje oscuro, paseando por la “carretera”, hoy Avenida Aurelio Cabrera.

FOTO 1: Las hermanas Isabel y Victoria Castro (madre de Francis Negrete) y María Pírez, de niñas.

FOTO 2: Encuentro de Isabel y María, en casa de Victoria, en la calle San Francisco de Alburquerque, tras más de 60 años sin verse.

 

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